La falta de dólares en Bolivia y Argentina hizo que los precios de productos de contrabando aumentaran. Los bagayeros están afectados por la falta de divisas, pero también están más vigilados por el tráfico de cocaína.

9 de julio de 2023, 4:00 AM
9 de julio de 2023, 4:00 AM

Hacen una actividad ilícita, pero permitida, que va creciendo de manera vertiginosa durante los últimos cinco años. José debe atravesar 2.000 metros cargando en la espalda una bolsa enorme que pesa al menos 80 kilos. En el paquete lleva ropa y zapatos desde Bermejo (Tarija), hasta la localidad argentina de Aguas Blancas. Hace el mismo recorrido hasta diez veces al día cruzando el río Bermejo a pie, que le cubre el agua hasta encima de su cintura. Muchas veces también lo hace en gomones, que son embarcaciones rústicas para cruzar el afluente cuando está crecido. En los bultos hay mercadería ilegal, que incluso puede llegar a ser drogas.

Ahora, este sector, que trabaja en la frontera con Argentina en los municipios tarijeños de Bermejo y Yacuiba, también se ve afectado por nuevas imposiciones en el lado argentino, pero además por la falta de dólares en Bolivia. Sus dirigentes admiten que están en crisis y que muchos de sus afiliados se dedican a los negocios ilícitos.

“El comercio ha escaseado porque las divisas norteamericanas (dólares) no se pueden conseguir al precio que se conseguía antes, de 6,96 bolivianos, pero ahora está por encima de los 7,80 bolivianos. Y la moneda americana es importante, porque en Argentina algunos productos se pagan con dólares, por ejemplo, el aceite, pero ahora al comprar dólares casi no conviene, porque ya se encarece”, afirmó Juan Llanque, dirigente de los bagayeros en Yacuiba.

El dirigente remarcó que prueba de la disminución del comercio en esta ciudad fronteriza, es que ya no se encuentra mucha mercadería, y al no darse este movimiento de productos, el sector bagayero se queda sin empleo.

“Nosotros solo escuchamos decir a los comerciantes mayoristas que todos los productos los están consiguiendo caros, y que se les complica peor al conseguir dólares. Por ejemplo, cambiar 1.000 dólares significa que el comerciante debe pagar 7.800 bolivianos, eso es harto, por eso está pasando poco comercio en la actualidad”, dijo Llanque.

El dirigente bagayero añadió que desde la gestión pasada llegó mucha gente del interior del país para dedicarse a esta actividad, pero que ahora se están quedando sin fuentes de empleo.

No saben lo que llevan

Pero el factor al que están más sometidos los bagayeros es al narcotráfico. Muchos desconocen qué llevan en los bultos, pero hay algunos que saben si están llevando a Argentina cocaína. Esos comerciantes cobran más.

Los bagayeros sufren por los 35 grados centígrados que hacen el viaje más complicado. Y es más difícil aún cuando gendarmes argentinos los detienen para verificar qué es lo que llevan. Por eso, prefieren sortear el control y pasar por caminos clandestinos en medio de plantaciones de caña de azúcar que llegan directo a una carretera que va a la localidad argentina de Orán.

La mayoría de los bagayeros son personas de origen argentino que pasan contrabando desde Bermejo hacia Aguas Blancas o desde Yacuiba a Salvador Maza. En Yacuiba la semana pasada este sector estaba en protesta y bloqueó el paso del puente internacional. Exigían que la Aduana argentina sea tan drástica con sus controles: lo lograron y ahora pasan su mercadería.

Hasta hace poco esa forma de trabajo era aceptada por las autoridades de ambos lados, pero el narcotráfico y la trata de personas hizo más oscuro y violento ese negocio ilegal, que ya dejó de ser un factor de subsistencia de parte de la comunidad de la zona para transformarse en una mafia que mueve millones. Los bagayeros están inmersos en estos delitos y muchos no lo saben.

José admite que hay “colegas” que saben que llevan droga y que por eso cobran más dinero. “Ellos pueden hacer unos dos viajes y ya se resolvió su día. Nosotros hacemos hasta diez viajes cuando hay mercadería. La diferencia es mucha. Entonces, el que no trabaja mucho sabemos que está metido en lo ilegal”, relata José.

Otro engranaje del negocio es el tráfico de ciudadanos chinos que cruzan la frontera de manera ilegal. Son “aguantados” en viviendas del barrio Caballito de la ciudad de Orán para después enviarlos en vehículos privados a distintas zonas de Argentina, fundamentalmente a Buenos Aires.

El contrabando hormiga es una constante en estos puntos fronterizos y poco pueden hacer las autoridades de ambos países cuando toda la economía de una ciudad gira en torno de esa actividad. “Si empiezan a controlar en serio se produce un estallido social porque no hay trabajo formal en Salta y la gente vive de esto”, cuenta Gerardo Aliaga, residente paceño en Bermejo.

El río Bermejo parece sectorizado. En el lugar más próximo al paso internacional, son las chalanas (botes de madera) los que realizan el incesante cruce de personas y mercaderías a la vista de todos. Más lejos, los enormes gomones llevan cargas más grandes. Y también se encargan del cruce diario de miles de kilos de hoja de coca que luego se fraccionan y venden en todas las tiendas de buena parte del norte argentino, donde el masticado de coca es habitual. En Argentina no hay producción de coca.

Para un bagayero el día comienza antes del amanecer. Habitualmente trabajan para acopiadores que les pagan por bultos que cruzan de un lado a otro de la frontera, según convenga. Para algunos serán grandes ganancias, para esos “paseros” de piel curtida por el implacable sol será la garantía de un plato de comida para su familia.

Hace algunos años hubo intentos por desactivar el comercio informal, pero todo derivó en cortes de ruta y en conflictos violentos que devolvieron rápidamente la calma. La intención era generar un régimen simplificado de importación y exportación y canalizar todo a través de los pasos legales. No funcionó.

La mercadería que ingresa desde Bolivia se comercializa en ferias y mercados informales, pero también se despacha hacia el resto argentino. “Ahora los bolivianos vienen a comprar comestibles. Los argentinos traen útiles escolares y también textiles, que son más baratos”, cuenta un residente de la ciudad de Orán.