El Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Gabriel, en colaboración con otras cuatro universidades, perfiló el ideario político de los cruceños. Hubo dos mediciones, una la población en general y otra a universitarios

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9 de febrero de 2020, 9:08 AM
9 de febrero de 2020, 9:08 AM

Se dice fácil: la cruceña es una sociedad conservadora. Sin embargo, un estudio del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad Gabriel René Moreno, del que además participaron la NUR, Evangélica, Utepsa y UPSA, le pone matices a ese estigma: sí, los cruceños son conservadores y hasta autoritarios en temas sociales y culturales, pero democráticos (y hasta nacional-popular) en términos políticos y económicos.

A esa conclusión llegaron un grupo de hasta 20 científicos de cinco universidades que aplicando el test de Nolan a la sociedad cruceña en general (663 encuestados) y a la población universitaria en particular (1.161 encuestas). El rombo inventado por el cientista político estadounidense a fines de los 60, ubica a los cruceños en el borde bajo del centro democrático y a los estudiantes en la arista superior del cuadrante democrático con tendencias autoritarias. Sin embargo, como explica Luis Andia, uno de los politólogos que participó de este estudio, no es que los cruceños sean una muestra de sano equilibrio, sino que son democráticos y autoritarios a la vez, dependiendo de cuál de las 22 preguntas que se seleccionaron de test Nolan se mida.

Como explica Andia, David Nolan construyó su banco de preguntas en 1971 y estableció cinco categorías de respuestas (de muy de acuerdo a muy en desacuerdo). Con eso construyó categorías que van desde el autoritarismo a los libertarios y desde la extrema izquierda a la extrema derecha. Cuando los científicos sociales vieron los resultados del test, en medio de la convulsión social de los 21 días (los cuestionarios se aplicaron entre el 21 y 23 de septiembre para la población en general y entre el 9 y 11 de octubre a los universitarios), se extrañaron al ver ese falso equilibrio del gráfico simplificado.

Así por ejemplo, los cruceños son casi libertarios en lo que a impuestos se refiere y hay un rotundo rechazo de aumentarlos para financiar el gasto social, pero son profundamente estatistas en temas de servicios. El cruceño quiere salud gratis, un Estado generador de empleos a través del gasto público, está de acuerdo en la intervención del Estado en la economía como actor y regulador, no está muy de acuerdo en que intervenga para redistribuir las riquezas entre ricos y pobres, ve un conflicto de intereses entre los negocios y el bien de la sociedad, valora positivamente -aunque sin mucha pasión- el salario mínimo y la igualdad.

Cuando se tocan temas sociales y culturales, ahí aparece el carácter conservador de la sociedad cruceña. Por ejemplo, están de acuerdo con que el Estado regule medios de comunicación, con el servicio militar obligatorio, la pena de muerte, castigar en lugar de rehabilitar a los presos, la prohibición del consumo de drogas, en que el Estado regule la vida de los ciudadanos y en que reduzca y controle estrictamente la migración interna. Eso sí, son ecologistas. Una inmensa mayoría está en desacuerdo en que no se penalice los daños a la naturaleza. También son neutros en cuanto al matrimonio igualitario y está de acuerdo en aumentar el gasto público en deporte y cultura.

¿Será la cruceña una sociedad abigarrada? No tanto.

Andia explica que el cruceño es de izquierda y de derecha, que por esa aparente lucha de contrarios aparece en el centro y esto indica que está consumiendo ambos discursos sin diferenciarlos. Lo atribuye a dos aspectos: falta de politización clásica en los 60 y 70 y a un gran pragmatismo. El tercer ingrediente lo suma Daniel Valverde, director del Observatorio Político Nacional de la Gabriel René Moreno: Santa Cruz es una ciudad precoz (creció mucho en muy pocos años).

Dunia Sandoval, que regresó a la academia tras renunciar al Tribunal Supremo Electoral, recuerda que hay estudios de la década pasada que ya marcan al conservadurismo como la ideología tradicional cruceña. Cree que esto se debe a que los discursos de izquierda no germinaron en Santa Cruz, durante los 60 y 70, como en otras latitudes. Sobre esta base, ve que el pensamiento del MAS, que por una década “llegó a ser la matriz de lo que era correcto”, penetró en la sociedad cruceña, lo cual explicaría por qué el cruceño es socialmente conservador y económicamente nacional-popular.

Martha Paz, decana de la Facultad de Comunicación de la Universidad Evangélica, introduce el factor religioso en la ecuación, como una base del carácter conservador y María Pía Franco, filóloga de Gabriel René Moreno, le pone cifras a la variable: el 93% de la población cruceña es cristiana (73% católica y 20% evangélicos). La cifra baja 10 puntos entre los universitarios (56% católicos, 27% evangélicos).

Otro rasgo característico del cruceño es su fobia a la migración interna, pese a que la mayoría es o desciende de algún migrante. Andia recuerda que, según estudios, es la cuarta generación de migrantes la que reivindica el origen, mientras que las primeras, lo rechazan. No es el único mito cruceño. También es una sociedad económicamente proteccionista, que no ve con buenos ojos la libre importación. Eso le llamó la atención a Juana Borja, decana de la Facultad de Ciencias Económicas de la Gabriel, que observa que más del 60% del Producto Interno Bruto Cruceño proviene del comercio, es decir, de la venta de bienes importados, mayoritariamente. Esto, además lo cruza con la variable migratoria, ya que la mayoría de los propietarios de empresas comerciales son oriundos de La Paz o Cochabamba. Sin embargo, esto parece demostrar que ha calado hondo el discurso de que el cruceño es productor -“más del 70% de los alimentos, más de un tercio del PIB nacional”-, construyendo un ideario, pero en su realidad cotidiana vive del comercio.

No será fácil de aceptar, pero queda demostrado que la sociedad cruceña es más compleja que una simple definición de ‘conservadora’. ¿Engendrará esto cambios políticos a corto o mediano plazo?.

La revolución de las pititas estaba en gestación y el descontento no lo paraba ni la estabilidad económica

Ahora suena a verdad de Perogrullo, pero cuando las cinco universidades levantaron sus encuestas para perfilar políticamente a los cruceños, entre septiembre y octubre del año pasado, también midieron la intención de voto.

En este estudio estaba muy claro que había un descontento popular creciente a punto de estallar: el cruceño no razonaba ya con el bolsillo, no le bastaba la estabilidad y quería que Evo Morales se vaya del poder por no respetar su voto en el 21-F ni permitir la alternancia política.

Pese a que las encuestas se terminaron de levantar la segunda semana de octubre, ya mostraban una tendencia desfavorable al candidato del MAS. Esto hacía que el pesimismo sobre el futuro político y económico del país sea el estado de ánimo reinante, pese a que creían que la economía iba de regular para bien y no había un rechazo absoluto a la gestión del MAS. El problema eran dos: el irrespeto al artículo 168 de la Constitución y el desconocimiento al resultado del 21-F.

Eso provocaba, por ejemplo, que Morales tuviera un 60% de rechazo entre la población estudiantil y un 53% entre la población en general. Su intención de voto declarada en ambos casos no superaba el 15% (aunque al final duplicó esas cifras en las elecciones) y los votantes comenzaban a perfilar el voto útil: se identificaban políticamente con la alianza liderada por Óscar Ortiz, pero pensaban votar por Carlos Mesa. El fenómeno Chi ya asomaba la cabeza y la combinación de ambos datos llevó a Bolivia Dice No a hundirse en la votación de 20 de octubre.

Para Daniel Valverde, analista y director del Observatorio Político Nacional de la Gabriel, llama la atención cómo el tema del referendo del 21-F caló entre los cruceños. Para él, esto confirma que para los habitantes de la ciudad de los anillos la democracia es sinónimo de voto. Martha Paz, de la Universidad Evangélica añade que había un claro cuestionamiento a la legalidad y legitimidad de Evo Morales.

Otro dato que fue inopinadamente premonitorio en esta encuesta es que el camino para que Jeanine Áñez sea una figura de transición favorecida por la gente ya estaba pavimentado: un 49% de los universitarios creía que una mujer podía hacer un mejor trabajo al frente del Gobierno, mientras que a un 44% le daba igual si era hombre o mujer. Querían a otro gobernante, por eso pensaban en apoyar mayoritariamente a Carlos Mesa e incluso lo veían como ganador de las elecciones, aún sin identificarse partidariamente con Comunidad Ciudadana.

 

HERNÁN VIRGO

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