El exilio, la tortura, las desapariciones y la muerte de cientos de bolivianos fue el costo para instalar la democracia en 1982

10 de octubre de 2022, 11:48 AM
10 de octubre de 2022, 11:48 AM

Bolivia vivió 18 años de dictadura por gobierno militares entre 1964 y 1982. Las torturas, desapariciones forzadas, los asesinatos y los exilios marcaron la historia del país a escala internacional. Esta época violenta y de acallamiento a las voces disidentes también caló en la vida de cientos de víctimas que hoy no pueden relatar sus testimonios y muchos otros sobrevivientes que no se arrepienten de haber puesto en riesgo su integridad por libertad y democracia que hoy cumplen 40 años.

Toda una generación luchó en las calles contra las dictaduras. Sin duda, las universidades jugaron un rol protagónico en esta resistencia. Según el expresidente de Bolivia y líder del extinto Movimiento Izquierdista Revolucionario (MIR), Jaime Paz Zamora, la academia lideró por siete años “una resistencia, dura, dramática y valerosa a la dictadura para generar el movimiento popular democrático”.

El exmandatario, desde su casa en Tarija, relató a EL DEBER las hazañas que realizaron con sus compañeros de manera “casi irresponsable, abandonando familias e hijos, con el único fin de instaurar la democracia en el país”.

“Como muchos de mi generación, tuvimos que pasar por cárcel. Yo fui un privilegiado que me pude fugar de la cárcel y estar clandestino”, rememoró y no pudo evitar hablar del atentado aéreo que sufrió.

El suceso ocurrió el 2 de junio de 1980. “A las 10 de la mañana, el avión tocó tierra. Se quería eliminar el liderazgo de la Unidad Democrática y Popular (UDP), se intentó matar a Hernán Siles Zuazo y a Jaime Paz para que entre en un proceso de dispersión. No estuvo Siles, solo viajé yo. Fui el único en salvarse”, relató el expresidente (agosto 1989- agosto 1993).

Sin embargo, el fundador del MIR no salió ileso. Sufrió graves quemaduras en las manos y el rostro. Aunque el caso no logró esclarecerse, se atribuye el atentado a un grupo de militares.

El hecho se produjo durante el gobierno de Lidia Gueiler, quien asumió su mandato en medio de una aguda crisis política en la que estaba presente la amenaza de un golpe militar que finalmente se cumplió el 17 de julio de 1980. Entonces, el líder del MIR pasó al exilio tras recuperarse del accidente en Washington.

Otro episodio que conmueve al exmandatario es la Masacre de la calle Harrington, el 15 de enero de 1981, cuando asesinaron a ocho representantes de la Dirección Nacional del MIR, mientras se encontraban reunidos para analizar las medidas económicas aprobadas días antes por la dictadura militar. Fueron asaltados por 13 paramilitares que llegaron en dos jeeps, otro grupo armado había rodeado el manzano y un tercer grupo había ingresado a las casas vecinas bloqueando el barrio.

“En ese momento el país toma conciencia del drama que estamos viviendo y la comunidad internacional se da cuenta de lo ocurrido. La UDP seguía con sus estructuras de resistencia con su hueso duro que era el MIR y teníamos un aparato internacional que nos llevó a recorrer 30 países, el Parlamento Europeo, Naciones Unidas y OEA para evitar que el mundo reconozca la dictadura”, concluyó y reconoce este hecho como el que marcó el fin del golpismo cívico-militar.

La lucha desde Santa Cruz

El jurista y exministro Guido Añez coincidió con Jaime Paz al decir que las universidades se constituyeron en la resistencia contra la dictadura. En su caso, como secretario ejecutivo de la Federación Universitaria Local (FUL) de la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno (UAGRM), lideró discursos pro democráticos que lo obligaron a vivir clandestino en la casa de sus compañeros y reconoce la ayuda “fundamental” de la iglesia.

“Teníamos una conciencia absoluta de recuperar la libertad, teníamos un compromiso con la gente, teníamos una convicción, éramos políticos distintos. Por eso la universidad fue la primera en ser reprimida”, contó desde su exilio en Estados Unidos.

El político cayó preso el 17 de julio de 1980 y fue llevado al Departamento de Orden Político.

Estuvo solo en una celda, donde hubo amagues de tortura y un simulacro de asesinato. Pero luego de seis días, fue exiliado al Paraguay por órdenes del entonces prefecto Oscar Román Vaca, quien evitó su trasladado a la Sede de Gobierno.

“Román Vaca dijo ‘no llevan ningún cruceño a la ciudad de La Paz y es mi responsabilidad la vida sobre ellos’. Guillermo Capobianco, Jorge Méndez Roca, Ronero Barbery y yo salimos en dos avionetas desde El Trompillo. Fue a despedirnos el monseñor Luis Rodríguez Pardo. Tenían miedo que un avión enviado por Luis Arce Gómez nos lleve a La Paz”, aseguró.

Añez forma parte de ese grupo masivo de exiliados. Para la periodista Susana Seleme, quien lo visitó en el exilio, esta medida es “muy dolorosa”, pero la califica como una lección de aprendizaje. “Desde el exilio percibes las cosas con mayor objetividad, hay que rendir homenaje a todos quienes fueron objeto de las violaciones de derechos humanos”, dice y con la voz quebrada recuerda el 10 de octubre de 1982 como un momento de júbilo irrepetible.

Añez aprovechó el exilio para influir en el movimiento democrático
desde el exterior y destaca cuatro factores: la unidad nacional de líderes que pese a sus diferencias ideológicas trabajaron juntos; el rol de los “militares patriotas” que se rebelaron contra las Fuerzas Armadas desde el exilio; la campaña internacional contra la dictadura y sus conexiones con el narcotráfico; finalmente, las denuncias del Comité Cívico pro Santa Cruz por la venta de piedras preciosas de la Laguna La Gaiba.

Los entrevistados al recordar no pudieron evitar hacer comparaciones con el contexto actual y alertaron que la democracia vive amenazada por el Gobierno de turno que no respeta la institucionalidad y aprovecha de las facultades que concede la democracia.

Activismo

Las defensoras de derechos humanos Loyola Guzmán y Amparo Carvajal, cada una desde su vereda y con su propia historia, ayudaron a decenas familiares de desaparecidos y a detenidos políticos a recuperar su libertad.

Guzmán formaba parte de la guerrilla de Ernesto Che Guevara. Fue apresada, pero luego escapó a Chile. Después regresó a Bolivia y en el primer gobierno del general Hugo Bánzer Suárez la tomaron presa, hasta 1974. En 1980 fue exiliada y retornó para trabajar en la Asociación de Familiares de Detenidos-Desaparecidos y Mártires por la Liberación Nacional.

Carvajal llegó al país en 1971 y confiesa que desde ese momento luchó por los presos y contra la tortura. También fue detenida y exiliada, pero retornó por Santa Cruz durante la dictadura de Luis García Meza.

“Luché con los familiares de los desaparecidos y me sentaba en la avenida Arce en puertas del Ministerio de Gobierno. Recuerdo a Graciela Rutilo y tanta gente que me decía que habían detenido a sus familiares”. En su mente permanece el gran triunfo de liberación de detenidos luego de una huelga de mujeres.