En la anterior postulación a gobernador de La Paz, Felipe Quispe planteaba la continuidad del movimiento indio, del que se decía, era un continuador de Túpac Katari y Zárate Willka.

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24 de enero de 2021, 12:33 PM
24 de enero de 2021, 12:33 PM

Por:  Carolina Ricaldoni

Tuve la oportunidad de visitar a Felipe Quispe, el Mallku, en su casa ubicada en Ajaría Chico, Achacachi, a dos horas de El Alto, el 4 de julio de 2015, en el primer día de nieve del año. 

Él apareció caminando a contraviento en medio de la carretera que bordea el lago Titicaca, a cuatro mil metros sobre el nivel del mar; venía de una reunión junto a otros comunarios. Me dio la bienvenida con una sonrisa barrida por el viento fuerte. 

De un lado estaba el campo seco jaspeado por el granizo y detrás, las montañas con sus picos nevados; del otro, su casa detrás de un paredón con una pintura que decía: “Mallku. Hombre de coraje y carácter. Gobernador”.

Tras el portón se abría un gran lote con dos cuartos pequeños donde él vivía y más allá se levantaba una casa de tres pisos sin terminar. Ya en su habitación, bajo una luz tenue que traspasaba las ventanas empañadas, Quispe habló de su recorrido político en la tradición indianista. Aún con 73 años seguía siendo profesor de Historia de Bolivia del Siglo XX y de Historia precolonial Collasuyo I y Collasuyo II, en la Universidad Pública de El Alto, y fue entonces que repasamos la historia boliviana.

Él consideraba que en la región hubo tres grandes revoluciones, y las tres fueron derrotadas: “La primera ha sido en el tiempo de la Colonia, con Túpac Katari en el año 1781; la segunda, en la República, con Zárate Willka, en 1899, y (la tercera) en el año 2000, con nosotros. Desde el 2000 hasta el 2006 hemos hecho grandes movilizaciones y rebeliones.

En el 2001 hemos tumbado al dictador Hugo Banzer Suárez; en 2003 tumbamos al Gonzalo Sánchez de Lozada, el mejor caballito de los gringos, y en 2005 tumbamos al Carlos Mesa Gisbert, y finalmente, bueno después se han aprovechado, se han apropiado de nuestras rebeliones toda esa camada de la izquierda tradicional, señorial, que están gobernando en este momento”.

“Por ejemplo, para mí este gobierno sería indigenista, porque son indios gobernando para los blancos, campesinista también, no es marxista tampoco, tampoco es socialista, porque yo conozco el marxismo, nosotros nacemos de la escuela marxista revolucionaria, entonces yo veo que ellos son nomás una izquierda neoliberal, por eso todavía existe el capitalismo, las transnacionales y multinacionales, el individualismo está aquí, está con nosotros”.

En 1988, mientras dirigía la Federación Sindical de Trabajadores Campesinos de La Paz y fundaba el movimiento Ayllus Rojos, una organización campesina de base, Quispe escribió el libro “Tupak Katari vive y vuelve carajo”. 

Allí explicaba que a los blancos, a los que entonces consideraba enemigos, “les tocará obedecer nuestras leyes naturales, que vamos a dictar. Pero a diferencia de ellos, nuestras leyes no serán para esclavizar a los blancos y mestizos europeizados, sino que pondremos la ley de igualdad de derechos para todos los que viven y trabajen en nuestra patria Collasuyu. 

No estamos enfermos de racismo, no proponemos la lucha de razas, nuestro planteamiento es la lucha de naciones oprimidas al lado de la lucha de clases”.

En la entrevista continuó reflexionando sobre esas bases. “Estamos creando el indianismo pero ya con la nueva generación. Ahora ese socialismo comunitario, simplemente es idealizado, todavía nadie ha teorizado, es un discurso nada más. Puede ser que algún día llegue. Por ejemplo, mi hijo escribía libros y él tenía un proyecto de hacer el Ayllu Comunitario.

Hay que ver cómo se puede actualizar, porque ahora ya hay computadoras, ya no podemos hablar del tiempo del quipus, ya no podemos hablar de los incas, porque en aquellos tiempos todo era a tracción humana y ahora no, entonces hay que actualizar el ayllu. ¿Cómo? Eso habrá que pensar para tener una teoría propia.

Nos hace falta una herramienta, un sendero, un camino.

Aquí nadie piensa, todos se plagian, todos se orientan afuera, nosotros no, nosotros queremos dar una teoría de eso. Claro ya hay un nombre, Ayllu Comunitario, trabajo comunitario en la escuela, el camino, hay un trueque: uno trae pan y yo te doy otro, intercambiamos de igual a igual, es horizontal”.

Al preguntarle por los métodos para cambiar el sistema, el Mallku no dudaba: “Nos va a costar sangre, vidas humanas, nada cae del cielo, no hay milagro para nosotros, tiene que tener su sacrificio. 

Entonces el día que vamos a cambiar el sistema vamos a necesitar gente, pero ya no habrá pues empresas privadas, será por empresas del estado, del estado comunitario. Eso es lo que es mi sueño”.

Como acababa de presentarse como candidato a gobernador con el Movimiento por la Soberanía (MPS), y había quedado cuarto, sin siquiera hacer mucha campaña, era optimista. “Bueno estoy contento, ¿no?, por lo menos hemos hecho algo. Yo sé que algún día nuestra línea política va a llegar. Estamos creando el indianismo pero ya con la nueva generación.

Yo no busco la Gobernación por buscar, tampoco la busco para licenciarme en mis opiniones personales; yo soy político profesional, yo vivo para la política, porque ese es nuestro oficio y para eso hemos nacido. En lo político uno nunca se jubila, el político muere haciendo el trabajo político. Va a haber continuidad porque este movimiento indio no puede quedarse a medias tintas, sino que tenemos que ir hasta más allá”, reflexionaba.

Quispe se fue por la ruta, caminando a contraviento, atrapando su sombrero con una mano.

Más allá se encontró con unos señores en medio del camino. Más allá, habló con unas mujeres. Todos lo siguieron. Eran comunarios de Ajaría Chico.

El Mallku se fue a una reunión para seguir luchando, para seguir soñando y no dejar la batalla, al menos, mientras haya vida.