El escritor habla del coronavirus desde su casa, en Managua. La entrevista se hizo el lunes, antes de que el presidente Daniel Ortega reapareciera públicamente en la Tv

23 de abril de 2020, 7:10 AM
23 de abril de 2020, 7:10 AM

- ¿Cómo está viviendo el autoaislamiento por esta pandemia que ya contagió a 2 millones de personas en 190 países y territorios y se ha llevado a la tumba a casi 119.000 personas?

Poco a poco me vine haciendo cargo de la pandemia, de los riesgos, del peligro mundial que entrañaba. Primero como una chispa muy lejana que orillaba en la China y luego se vino acercando. Tengo más de 70 años, sé que estoy entre las personas de mayor riesgo y sé también que tengo que resguardarme de manera especial. Llevo tres o cuatro semanas aislado aquí en mi casa, con mi esposa. No me ha costado mucho nunca estar solo porque mi trabajo de escritura demanda la soledad. Lástima que esto deja fuera los viajes que son parte esencial de la escritura, los congresos los festivales, y eso lo veo como una cosa difícil de recuperar en el futuro inmediato. Cuando la situación vaya normalizándose, quienes tenemos más de 70 años vamos a estar en el último escalón de los que se van a sentir seguros de poder moverse, viajar al extranjero, sin el riesgo de contaminarse. Mi programa de viaje, de salir del país, va a tardar un buen tiempo.

Por otro lado, siento que estoy rindiendo más como escritor, escribo por la mañana y también por la tarde, no puedo decir que me estoy aburriendo en el encierro porque estoy haciendo lo que me ha gustado hacer, que es escribir. Pero eso no me hace olvidar que vivo en un país de dos pisos y que en el piso de abajo la cosa ni siquiera ha empezado. En Nicaragua, el régimen ha tomado políticas de lo más absurdas, es decir provocar que la gente salga a la calle, se contamine, eso a mí me aflige muchísimo.

- En su columna El ángel Exterminador (EL PAÍS - España) usted describe que en Nicaragua se vive una situación dramática. ¿Por qué?

Es muy dramático porque raya en el absurdo. Aquí no estamos frente a un Gobierno que se queda al margen, no basta que el presidente desapareció hace un mes de las pantallas de la televisión, nadie sabe dónde está, nadie lo ve (Daniel Ortega reapareció públicamente el miércoles 15, dos días después de la entrevista). El régimen no es que no diga nada, sino que ordena a la gente a moverse, a ir a las playas, organiza festivales para que la gente concurra. Es difícil imaginar qué va detrás de esto que parece tan siniestro.

- ¿Está a contramano del mundo?

Y ante las críticas de la Organización Panamericana de la Salud y de los países vecinos. Costa Rica y El salvador están haciendo inmensos esfuerzos de contención de cuarentena, el sacrificio de sus propias economías y aquí es al revés, a pesar de que ya está calculado a través del Fondo Monetario (Internacional) que la economía va a caer el 5%, es inevitable. De todas maneras, aquí la gente toma mucha conciencia por sí misma. Lo acabamos de ver en Semana Santa con las playas vacías, los lugares de diversión vacíos, las calles vacías. Es muy difícil, si uno no pertenece a una secta fanática y se atiene a las reglas de esa secta, aceptar que arriesgar la vida es lógico. Eso está en contra del sentido de sobrevivencia de las personas.

- Se especula que el presidente Daniel Ortega se contagió o estaría muy enfermo. ¿Sabe algo?

Más allá de las especulaciones de lo que puede haber pasado con él, lo que hay aquí es un acto de verdadera irresponsabilidad, de dejar el timón del Estado solo, vacío en un momento de crisis tan profundo para Nicaragua como para todo el mundo. Países ricos, como Italia, España, EEUU están en crisis por esta pandemia, cómo no tomar previsiones con un país tan pobre, tan débil como es Nicaragua. No solo por su economía que en los últimos dos años ha caído el 5% y el 4%, respectivamente, y va a caer otro 5% más, sino porque la infraestructura es tan pobre. Aquí se cuentan con la mano los respiradores artificiales, habrá 50 en buen estado. Las camas de cuidados intensivos también son muy limitadas. Entonces ponerse a pensar que este país va a ser capaz de controlar una pandemia cuando llegue a desatarse, se me paran los pelos.

- Las cifras de la Universidad de John Hopkins (EEUU) dan que Nicaragua tiene nueve contagios registrados y una sola muerte.

Solo el Gobierno de Cuba, que reporta a diario su balance, suma ya cuatro personas contagiadas por haber llegado desde acá. En Nicaragua se está escondiendo un problema que debería revelarse.

- Como escritor, dice tener más tiempo, ¿ha cambiado su rutina?

Antes de las 6:00 ya tengo puestos mis zapatos de caminar y camino 40 minutos o una hora. Vivo en un vecindario solitario y entonces puedo hacerlo. Luego del desayuno, a las 8:00, ya estoy sentado aquí, frente a mi computadora, trabajando hasta la hora del almuerzo. Descanso un rato, luego a las 16:00 ya vuelvo aquí. Ahora en abril estamos teniendo un efecto térmico de casi 40 grados al mediodía. Entonces disminuye el rendimiento. De todos modos, ahora trabajo muchísimas más horas de lo que suelo hacerlo. Cuando me toca viajar una semana antes preparo el viaje y otra semana cuando uno regresa, pues conectarse con lo que estaba escribiendo cuesta mucho. Me pasa si estoy escribiendo una novela tengo que volver al comienzo del capítulo que había dejado atrás para poder reconectarme, meterme en la atmósfera de lo que estoy haciendo, no es nada automático. En estos momentos estoy disfrutando de este remanso, desgraciadamente me lo provoca una tragedia. Estoy totalmente dedicado a la escritura y claro que el rendimiento es más alto y avanzo a mucha velocidad.

- Para un escritor como usted, que elige las palabras al milímetro, hay dos palabras casi de moda que nadie dice, incertidumbre e imprecisión

Son importantes, pero no debemos olvidar la palabra miedo. Tenemos mucho miedo y tenemos que confesarlo. La incertidumbre y la inseguridad sobre la fragilidad de la vida humana que nos trae esta pandemia nos demuestra que somos totalmente vulnerables. El hombre en el desarrollo de su civilización no ha podido blindarse ni contra las enfermedades ni contra la muerte. Y que una enfermedad demuestra que es capaz de ponerlo en jaque y destrastar el funcionamiento mundial de la economía y de la sociedad, obligarnos a cambiar nuestros hábitos. Nosotros no somos personas que hemos nacido para el aislamiento, somos personas gregarias, nacimos para las relaciones sociales y está siendo interrumpido ahorita, esto es lo más sensitivo para mí. Estamos viviendo contra natura, es decir en el aislamiento, en la soledad, no estamos hechos para eso, estamos hechos para las relaciones, por qué, porque tenemos miedo. Por primera vez tenemos miedo a quien nos va a dar la mano, de quien se nos va a acercar, es decir los actos de amor, de cariño son actos de acercamiento y ahora rechazamos el acercamiento. Esto es anormal. Es sorprendente que está ocurriendo en este gran pico de la civilización digital, cuando creíamos que como seres humanos habíamos llegado a dominarlo todo. Hay centenares de científicos trabajando en lograr una vacuna, pero nadie dice que la vamos a producir en una semana, sino en un año o más, y mientras tanto, la muerte avanza.

- ¿Saldremos mejores o peores como seres humanos?

Saldremos mejores, pero distintos. Parafraseando a Neruda que decía nosotros los de entonces ya no somos los mismos, habría que decir hoy, nosotros los de mañana ya no seremos los mismos. El mundo cambió. El trabajo a distancia, los medios digitales, etc. Todo está determinado por acercamiento-alejamiento. No tomábamos en cuenta cuán lejos y cuan cerca de una persona podíamos estar, hoy sí, hoy lo estamos midiendo. El alejamiento hace que cause una gran disrupción a las relaciones sociales y por lo tanto los modos de divertirnos, los modos de trabajar. Se calcula que esto va a llevar dos años por lo menos para que se creen los niveles de seguridad mínima y evitar un reverdecimiento de la pandemia. Es mucho tiempo para conciertos, espectáculos deportivos, aglomeraciones, etc. ¿Cómo va a ser eso no? Ya cambió. Estamos entrando en una nueva dimensión de la civilización. Nunca llegamos a imaginar esto.

- ¿Aprenderemos a valorar más a la humanidad y al medioambiente?

Ojalá no sean palabras retóricas. Cuando la gente tiene miedo comienza a prometer todo. Dicen: qué bárbaro cómo tratamos a la naturaleza, a la madre tierra, a la pachamama, hay que volver a reconciliarse con la naturaleza, pero ojalá que una vez que la seguridad haya regresado y que la idea de la muerte no sea tan inminente, ojalá que irrumpa una relación de mayor respeto y veamos que el mundo de hoy sin aviones volando, sin combustibles quemándose está mucho mejor. Peor, yo no soy primitivista, cómo voy a decir que dejen de volar los aviones, o que se dejen de quemar combustibles, es decir la riqueza se emplea trabajando y con los medios que hay. Sin embargo, deberíamos ser más responsables y ojalá este sea uno de los saltos de esta crisis. Que haya mayor responsabilidad, mayor amor a la naturaleza y mayor solidaridad entre los seres humanos. Creo que una de las cosas que nos habremos dado cuenta es de que los servicios asistenciales corresponden brindarlos al Estado. Que los servicios sanitarios tienen que ser una garantía del Estado y que el Estado está para eso. Ahora nos damos cuenta cuánta falta hacen los servicios de salud públicos desarrollados. No porque yo sea estatista, pero hay servicios fundamentales como la salud y la educación, que el Estado no puede renunciar a ellos.

- Con el coronavirus, ¿el mercado se vio desprovisto de respuestas y debió pedir ayuda al Estado, en cada Gobierno?

Vivimos en una sociedad de mercado, nadie va a cambiar eso, lo que necesitamos es moderación en este sistema de vida que llevamos. Moderación, comprensión, respeto y, sobre todo, consideración a los seres humanos.

- El historiador Yuval Noah Harari habla en su última columna sobre un vacío dejado por Estados Unidos que no lo ha llenado nadie y que sin confianza y solidaridad mundial no podremos detener la epidemia de coronavirus.

No creo que Estados Unidos no tenga ese liderazgo que le achacan algunos, más bien en otras ocasiones nos quejamos de que EEUU se mete en todo. Creo que debe haber una concertación de voluntades en el mundo y eso sí está haciendo falta. Que los países ricos se pongan de acuerdo de cómo ayudar a los más pobres. Porque quienes van a pagar los platos rotos son las sociedades más desprovistas cuando les caiga el palo duro. Siento que a muchos países pobres no le ha caído el palo de la pandemia.

- Hubo países que demoraron en reaccionar, incluso otros que se burlaron de la pandemia.

Es distinto. La situación negacionista de (Jair) Bolsonaro (presidente de Brasil) es como la de Daniel Ortega (jefe de Estado de Nicaragua). Niegan que exista ningún riesgo, se burlan de la pandemia, dicen que se trata de un resfriado común. Bolsonaro sale a dar la mano, a tomarse selfies con la gente, los invoca para que vayan a las playas igual que aquí, el Gobierno provoca que la gente salga. Es distinto a los errores de cálculo que países como España e Italia de no tomar las previsiones suficientes. Aun el presidente (Donald) Trump, que tuvo una actitud de negación al principio, pero ahora Estados Unidos está haciendo lo que debería haber hecho al principio. Es decir, multiplicar el número de pruebas y hacer caso a los asesores científicos. En estas pandemias los políticos deben someterse a los criterios científicos, a los que saben, esto no es un asunto de políticos, sino de científicos.

- Volviendo a Nicaragua y extendiéndolo a Latinoamérica, a Bolivia, ¿cómo cree que podemos salir de esta encrucijada que nos tiene sometidos esta pandemia?

En los países como los nuestros, empezaría por las cosas que no deberíamos hacer y lo primero sería no tomar la pandemia como un pretexto para el autoritarismo. Siento ecos y movimientos, que no me gustan, de presidentes que están pidiendo poderes extraordinarios para controlar la pandemia, eso está bien, pero esos poderes extraordinarios deben cesar apenas la emergencia sanitaria cese. Porque esto es un viejo mal que llevamos nosotros en América Latina dentro del alma, el autoritarismo. Lo que no debe sufrir aquí es el sistema democrático. No podemos permitir que se comience a decir que bueno, elecciones para qué, hay crisis, mejor pospongamos las elecciones, eso es peligrosísimo. Debemos defender los valores democráticos, valores de libertad cualquiera que sea la circunstancia por muy difícil que parezca. Y los poderes de emergencia que se entreguen a los gobiernos deben ser auditables. Deben rendir cuentas de cómo se usaron esos poderes y que no sirvieron para abusar de los derechos de las personas, ni de los derechos humanos.

Perfil

Galardonado

Sergio Ramírez Mercado (Masatepe, 5 de agosto de 1942). Novelista, cuentista, ensayista, periodista, político y abogado de origen nicaragüense también con nacionalidad española desde diciembre de 2018. Ejerció como vicepresidente de su país natal desde 1985 hasta 1990. Su obra La Fugitiva ha sido traducida a más de 20 idiomas. El 11 de noviembre de 2014, es galardonado con el Premio Carlos Fuentes. En 2017 se convierte en el primer centroamericano en ganar el Premio Cervantes.

entrevista