El Gobierno de Surinam aprobó la llegada de 50 familias para un proyecto agrícola que proyecta hasta las 300.000 hectáreas. Indígenas de ese país cuestionan la concesión a extranjeros mientras ellos llevan décadas reclamando tierras al Estado

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8 de enero de 2024, 4:00 AM
8 de enero de 2024, 4:00 AM

Fernando Soria / Revista Nómadas 

Un reino de gigantes de troncos marrones y cabelleras verdes cuidan el aire que respiramos. Esa selva cobija a monos, serpientes y mariposas, osos hormigueros, pájaros y otras especies que, con sus cantos y chillidos, rugidos, trinos, graznidos y ululares crean música, la música de la naturaleza. Una sinfonía salvaje.

Surinam es selva. Literalmente, selva. Es un país que tiene 163.000 km² (poco más pequeño que Uruguay) de los cuales, el 92,6% está cubierto por árboles, lo que le da el título mundial del país con mayor porcentaje de bosque en su territorio. En esa selva habitan algunos pueblos indígenas, que viven de lo que la naturaleza les da.

Pero, de pronto, la sinfonía salvaje se ve interrumpida por el rugido de una máquina ‘oruga topadora’. Su misión: tumbar árboles de esa selva que parece infinita, pero no lo es. Y los árboles empiezan a caer de manera descomunal, como en el videoclip de la canción Earth Song, de Michael Jackson.

Esta selva no está tatuada con carreteras de asfalto; para adentrarse en ella es necesario ir por aire o navegar por las venas de sus ríos. Fue así, por un río, que, en diciembre de 2022, una barcaza —como si fuese un portaaviones transportando un F-16 a una labor destructiva— internó la oruga topadora en el bosque de Surinam.

La máquina, con un sistema de tracción tipo oruga, similar al de los tanques de guerra, y con una hoja de metal y cuchillas de acero en la parte frontal, para tumbar los árboles, es operada por un menonita ‘estándar’: alto, rubio, con overol, camisa a cuadros y sombrero. ¿Cómo llegó a Surinam? ¿Quién lo llevó?

Menonitas


Esa imagen parece ser el principio de ‘algo’, un nuevo tiempo para la selva de Surinam. ¿El principio del fin?

Surinam tiene alrededor de 635.000 habitantes, de los cuales, el 70% se concentran en la zona norte, en la costa del Atlántico, donde está su capital, Paramaribo, y su área metropolitana. El resto de sus pobladores, entre los que hay pueblos indígenas, están esparcidos en ese 92,6% de bosque virgen que le da al país un status de Alto Bosque y Baja Deforestación (HFLD, por sus siglas en inglés).

¿Cómo llegan a Surinam?

Esta historia tiene su raíz en Santa Cruz, Bolivia, donde hay más de 120 colonias menonitas y donde radica Adrián Barbero, un comerciante de tierras, argentino de origen y nacionalizado boliviano hace 10 años. Él, junto a Ruud Souverein, un holandés radicado en Surinam, son socios en la inmobiliaria agrícola Terra Invest y responsables del ‘lobby’ con el Gobierno de Surinam, de la elaboración del proyecto, de la logística y todo lo que tiene que ver con la llegada de los menonitas a Surinam.

A través de ese lobby de dos años, han conseguido que el Gobierno de Surinam les concesione 30 mil hectáreas de tierras que, a su vez, ellos transferirán a los menonitas. Esto, forma parte, dice Barbero, de un proyecto con el que el Gobierno de Suriname pretende convertir en cultivos 300 mil hectáreas (1,8% de su territorio). Esto equivale a dos veces el tamaño de la superficie de la ciudad de São Paulo, Brasil, la ciudad más poblada de Latinoamérica, donde entran más de 12 millones de habitantes.

En septiembre de 2022, Barbero aparece en un video en su cuenta de TikTok diciendo: “Estamos en la zona sureste de Surinam, en plena selva, limpiando unos barbechos que había, antiguos, para empezar a hacer unos trabajos”. El escenario es un terreno, una loma, toda ya color tierra, sin nada verde que le sobreviva. De fondo, una oruga topadora arrasa con los árboles. Esa imagen, tal vez no sea nada fuera de lo común en cualquier otro país del mundo, pero en Surinam tiene un significado potente: es el inicio de ‘algo’, es la llegada de menonitas, gente con vocación agrícola y una cultura expansiva que cargan con una imagen sobresaliente por ser buenos trabajadores y honestos, pero también con la mala fama de que “no dejan árbol en pie”.

En Surinam, el Estado es dueño de la tierra y ahora ha concesionado terrenos para los extranjeros menonitas, mientras los indígenas llevan décadas, desde su independencia de Países Bajos, reclamando que les reconozcan su derecho sobre la tierra que habitan.

Sin comunicación formal

Iona Edwards, parlamentaria indígena, señaló a Nómadas que el Gobierno no les ha informado ni les ha consultado sobre la llegada de los menonitas. Recientemente (en octubre) les confirmaron que el proyecto piloto es de 30 mil hectáreas para 50 familias menonitas, y nada más; ni siquiera saben dónde quedan los terrenos concesionados.

Menonitas

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Esto sucede pese a que la llegada de menonitas a Surinam no se ha dado de la noche a la mañana. Como mencionó Barbero, hubo reuniones y negociaciones durante casi dos años. Existe un documento de aprobación, con fecha 6 de octubre de 2022, expedido por el Ministerio de Relaciones Exteriores al socio de Barbero, Ruud Souverein, con el asunto: “Permiso para que 50 familias menonitas viajen a Surinam”. Allí se detalla que el permiso es para residentes menonitas de las colonias Valle Esperanza, Valle Hermoso, Yanaigua y Norte (situadas en Santa Cruz, Bolivia) y que con ese permiso podrán “trabajar en el sector agrícola por un período de tres años”.

Pero, ¿cómo fue el proceso para que ahora haya menonitas de Bolivia en Surinam? Según Adrián Barbero, el proyecto es una iniciativa del Gobierno de Surinam, que le pidió llevar agricultores para transformar bosques en áreas para cultivar soya y maíz, con la finalidad de tener granos para alimentar pollos y garantizar así la comida para sus pobladores. (Nómadas contactó a dos ministerios del Gobierno para hacer esta y otras consultas, pero no se tuvo respuestas).

Le preguntamos a Barbero si se juntaron la necesidad de agricultores de parte del gobierno surinamés y la necesidad de tierras de los menonitas y respondió: “Las juntamos nosotros”. Barbero dice que tiene anotadas las cantidades de tierra que precisan los menonitas y asegura que suman más de un millón de hectáreas.

En una primera etapa, dice, se trabajará en 30 mil hectáreas, las cuales han sido concesionadas por el Gobierno a Terra Invest y esta empresa las transferirá a las sociedades conformadas por menonitas en Surinam. Es decir, el Gobierno no concesiona directamente a los menonitas, sino, a la empresa de Barbero y Souverein.

Los menonitas tienen una vocación agrícola y una alta tasa de fecundidad que hace que siempre precisen más tierra, por lo que las colonias se van multiplicando a medida que los varones cumplen la mayoría de edad. Sin embargo, llega un punto en que no hallan más tierra en el país que radican y por eso miran hacia fuera de sus fronteras, explica Alcides Vadillo, director de la Fundación Tierra en Santa Cruz.

Así fue que migraron de Países Bajos a América, primero a Canadá, luego a México, Paraguay, Belice, Bolivia, últimamente a Perú y ahora posan sus pies y su arado en Surinam.

Siempre necesitarán más tierra. Hay dos razones para esto, primero, que tienen una vocación 100% agrícola; es decir, su cultura los empuja a ese oficio y no les da más alternativas. El otro motivo es la ‘tradicional’ alta tasa de fecundidad, que hace normal que tengan cuatro, cinco, seis, siete... diez hijos…

Deforestación en Bolivia

Si nos enfocamos solo en el papel de los menonitas en la deforestación, según Global Forest Watch, Bolivia es el tercer país a nivel mundial que mayor cantidad de bosques perdió en el mundo en 2022 (400 mil hectáreas). Pero el dato que concierne a los menonitas, dado por el Proyecto de Monitoreo de la Amazonía Andina (MAAP por sus siglas en inglés) en febrero de 2023, señala: “Los menonitas han causado un tercio (33%) de la deforestación de soya en la Amazonía boliviana en los últimos 5 años”.

Y hay más, según datos de un estudio del 2020 de Le Polain de Waroux, Neumann, O’Driscoll y Schreiber, de las 99 colonias menonitas que existentes en Bolivia hasta 2019, 79 para las que se cuenta datos, sumaban un total de 891.715 ha, lo que representa aproximadamente 21% de las hectáreas agrícolas de todo el país, que son alrededor de 4,17 millones.

“Por otra parte, 41 de las 99 colonias, están asentadas en áreas que, según su Plan de Uso de Suelo (PLUS), no pueden ser parcial o totalmente deforestadas, pero pese a eso, sí se talaron extensiones muy importantes, incluso dentro de Áreas Protegidas o Sitios Ramsar”.

Pese a estos datos, Barbero señala que los menonitas “no son deforestadores” sino que han sido “estigmatizados”, al igual que en los casos de violaciones masivas ocurridas en Santa Cruz, Bolivia, en 2009. “Comprendo muy bien el concepto menonita, vivo muy cerca de ellos, no porque sean la persona más buena del mundo, sino porque me generan un negocio”, subraya.

“Yo quiero ir a Surinam”, dice, rápido y con ímpetu, Juan (guardamos el nombre y apellido reales para proteger su identidad). Juan está en la calle 6 de Agosto, del mercado Los Pozos, en Santa Cruz, Bolivia, donde todos los días llegan menonitas de distintas colonias para realizar compras diversas.

Dice que su vecino, Bernardo Klassen, es uno de los que está en Surinam y le ha contado que sobrevoló las tierras en avioneta, que van a desmontar todo, que no dejarán ni cortinas rompevientos, que los árboles se podrán tumbar fácilmente con la oruga topadora porque el terreno es húmedo, que el río está a 10 kilómetros…

El comportamiento menonita contra el medioambiente, es cuestionado donde fuere. “En Perú, la ONG Amazon Conservation describe a los menonitas como la nueva causa principal de la deforestación organizada y a gran escala”, según reporte de la revista De Groene Amsterdammer. En tanto que MAAP, en su portal web publicó el 25 de agosto de 2023: “Nuestro análisis revela que los Menonitas ya han deforestado más de 7 mil hectáreas en las cinco colonias establecidas (en Perú) desde 2017. Además, hemos documentado un impacto adicional de más de 1.600 hectáreas de bosques quemados”. A esto se suman reportes de prensa desde Perú que registran conflictos entre indígenas y menonitas debido a la deforestación, como en la provincia Ucayali.

A 2.500 kilómetros al sur, en Santa Cruz, Bolivia, Adrián Barbero, en entrevista con Nómadas dice, con sinceridad y sin remordimiento: “Vamos a tener una deforestación desmedida en un lugar donde nunca pasó nada. El impacto va a ser muy fuerte. No queremos estar en lugares en que puede haber conflicto”. Asegura que durante dos años ha hecho negociaciones y socialización con todos los sectores con quienes debía hacerlo en Surinam, para la llegada de las primeras 50 familias menonitas a las primeras 30 mil hectáreas del proyecto. “No nos ha quedado puerta por tocar”, dice el empresario que asegura que no hubo sobresaltos y que lo único negativo, desde su punto de vista, fue una serie de publicaciones sobre las denuncias de violaciones contra mujeres menonitas en colonias bolivianas en 2009, lo cual, considera que no viene al caso, puesto que los responsables (siete varones menonitas) fueron sentenciados y encerrados por sus delitos.

A su vez, la parlamentaria indígena, Iona Edwards, quien aseguró que tampoco escuchó hablar de socializaciones del proyecto. “Cuando hice la pregunta en el parlamento sobre los menonitas, el Gobierno respondió que harán un proyecto piloto con 50 familias menonitas y nada más. No nos dijeron ni el lugar donde lo realizarán”, lamentó Edwards.

¿Dónde están los terrenos concesionados a los menonitas?, aún es un misterio sin precisar. Una ONG en Surinam señaló tener referencias de que 90 mil de las 300 mil hectáreas que se convertirán en cultivos, están en una comunidad cercana a Apoera, al oeste, en la frontera con Guyana. En su cuenta de TikTok, Barbero hace dos referencias respecto a la ubicación de la o las colonias: una en que está viendo terrenos en la zona oeste, en la frontera con Guyana; y otra en que dice estar en el sudeste, cerca de la frontera con Brasil.

Monique Pool, directora del Fondo para la Herencia Verde de Surinam, relata que tuvieron una reunión en agosto de este año con Ruud Souverein, el socio de Barbero en Terra Invest. “Nos confirmó que estaban interesados en zonas de bosques primarios y le dijimos que nos oponemos a la agricultura mecanizada”, afirmó la ambientalista.

El Gobierno se desentiende

Según el diario Keynews Surinam, en su edición del 28 de octubre, el ministro de Asuntos Exteriores, Comercio Internacional y Cooperación, Albert Ramdin, anunció días antes que los menonitas “que quieren establecerse en Surinam no necesitan al gobierno. Planean dedicarse a la agricultura a gran escala e invertir ellos mismos. El gobierno no les proporcionará tierras y no se permitirá la deforestación a gran escala. Los menonitas están negociando tierras con las comunidades locales, especialmente en el oeste y en la zona de Brokopondo”.

“Algunos amigos me dicen por qué hablás tanto en redes sociales de tu negocio y les digo: porque es un negocio lícito, se puede contar”, dice Barbero, que se caracteriza por divulgar información, atender consultas y responder ataques referidos a su negocio en su cuenta de TikTok.

Sobre el papel de su empresa en los cambios de uso de suelo de forestal a agrícola, dice que en Bolivia: “Nadie, en su sano juicio desmontaría hoy un terreno sin permiso, porque el permiso la ABT te lo da en tres meses cumpliendo los requisitos”.

-Entonces ¿es más fácil desmontar ahora que antes?, se le consulta y él señala:

-”No es que sea fácil, sino que el cuadro legal lo permite. Si la gente cuestiona que es simple, hablen al Gobierno y díganle que lo están haciendo simple, no utilizamos nunca una ventanilla o puerta lateral para hacer los trámites”, dijo.

“Estas empresas manejan un discurso de seguridad alimentaria, pero lo que velan es su negocio con el que se quiere justificar estas políticas que no preservan el bien mayor, que es seguir teniendo agua, la fertilidad de nuestro suelo y la calidad de vida de todos los ciudadanos de un país”, dice Vadillo.

La selva de Surinam, de tan extensa, parece no tener fin, pero sí lo tiene. Y todo fin, tiene un principio, que puede ser la llegada de los menonitas, que necesitan un millón de hectáreas y tienen quién los lleve hasta la selva virgen.

Para deforestar 30 mil o 300 mil hectáreas, se empieza tumbando el primer árbol. En Surinam, ya empezó.

https://www.revistanomadas.com/los-menonitas-de-bolivia-llevan-el-infierno-de-la-deforestacion-a-suriname/