De frente. Abogada, activista ambiental, exdiputada nacional y columnista de EL DEBER por 20 años. Defiende sus ideales y a su descendencia con uñas y dientes

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25 de octubre de 2017, 6:00 AM
25 de octubre de 2017, 6:00 AM

Betty Tejada Soruco nació en un hogar con un padre profesional y una madre ama de casa. “Un título tan importante y tan devaluado que deberíamos desempolvar y acompañar en la hoja de vida, porque es la primera responsabilidad social”, dice al presentarse.   

Y continúa: “En esa época (1967) empezaron a llegar las primeras migraciones de occidente, con el Plan Bohan o ‘marcha hacia el oriente’. Jugué en las calles de mi barrio mientras colocaban las primeras losetas y las líneas telefónicas. Recuerdo los grandes corredores de ladrillo húmedo, los golpes militares día por medio y en los 80 escuché y leí los procesos de la Perestroika y la caída del Muro de Berlín. Esa fue mi primera lectura política. Las teorías eurocentristas estaban siendo interpeladas. En ese momento, el líder sindical trotskista Lech Walessa dijo: “Ni izquierda ni derecha, adelante”. Ya lo habían dicho los partidos verdes en Europa en los años 60. Esa es mi militancia política desde entonces”.

Hablar con esta dama es hurgar en los recodos de la política, porque ella  es así, fue diputada nacional por tres periodos legislativos (15 años); cofundadora de la Asociación Cristiana Femenina en Santa Cruz, de la Asociación latinoamericana para desarrollo alternativo, Nuevo Poder (colectivo de mujeres), Santa Cruz Somos Todos, del Colectivo Salpi (Salvemos al Piraí), directora del primer periódico virtual laparaba.com y actualmente ejerce como asesora externa política y en desarrollo legislativo de la presidenta del Concejo de Santa Cruz.

 ¿Qué puertas tocó para ser diputada? 
Yo nunca toqué las puertas de ningún político. Creo que quien se ofrece no representa nada ni a nadie. Mi trabajo siempre fue el de comunicar derechos, defenderlos, promoverlos y legislarlos, de alentar a crear movimientos de mujeres urbanas, ambientalistas, intelectuales, políticas y progresistas. Jamás se deben acallar las voces de los jóvenes.

Siempre escribí documentos, artículos con información, datos y estudios, más que opinar alegre o sesgadamente. Estas opiniones les  interesaban a los políticos. Nunca fui aduladora del poder. Rechazo totalmente la premisa de que “en política todo vale”; porque es arbitrario, oportunista, confronta, divide, miente y acaba con la ética y los valores, aunque muchos teóricos sostengan que la política no tiene valores ni ética. El poder así sin valores es un retroceso tremendo para cualquier país y pueblo.

¿Cuál es su línea política?
Nunca he tenido  problemas con esas famosas “líneas políticas” de “acate o se va” porque he preferido debatirlas y en extremos, irme. Siempre he dicho que la militancia no es una marca en la espalda. Somos personas con inteligencia. Y esto no es transfugio ni traición. El transfugio muchas veces es el de las cúpulas partidarias, que cambian ideología y programas sin sonrojarse; salvo los que se cambian de partido por prebenda. Eso dice incluso la ley de partidos políticos. 

Cuando era diputada, ¿cómo se comunicaba con el pueblo?

Siempre me gustó conversar, no discursear. Tuve apertura en los medios. Antes había espacios largos para conocer las políticas y a los políticos. Ahora, Trump demostró que se puede ganar con Twitter escribiendo 140 caracteres y sondear las tendencias de un Estado solo con un clic. Las estadísticas nos indican que el medio de comunicación a mano es el smartphone. Ahora las entrevistas duran entre tres y cinco minutos y en medio de culebrones, fútbol y desfiles de modelos. ¿Qué se puede decir? Por ello, agradezco a EL DEBER que me permitió, sin censura, tener varias columnas de opinión por más de 20  años.

¿Cuál fue su mejor momento político?
El día que asumí la presidencia de la Cámara de Diputados y hablé de mi tierra amada, Santa Cruz. 

¿Algún trago amargo?
Muchos, pero los superé. El más delicado me lo dijo un opositor político al oído: “Yo a usted la puedo fundir socialmente porque el prestigio de la mujer se lo deshace en dos patadas”.  Por eso me preocupé de participar en cada artículo de la ley contra el acoso político.    

Otro trago amargo fue cuando acepté la invitación del presidente. Mandaban mujeres a pegarme y gritarme a la salida de los canales de televisión, escribían insultos en las paredes, me decretaron muerte civil. Hicieron llorar a mi madre y a mis hijas. Fue duro, pero nunca guardé rencor a nadie, porque al final lo que cuenta es que los bolivianos somos gente de paz, no de guerra y lo superamos. 

¿Cuáles son los pros y contras de la mujer en la militancia?
Las mujeres tenemos una triple condición: mujeres, madres y políticas. Articular estas tres tareas es al principio difícil, pero se puede. El equilibrio nos permite no perder la perspectiva en el poder. 
A un grupo de exparlamentarias nos tocó ir al Parlamento a luchar por el 20% de la participación de las mujeres en las listas. Yo no tenía partido, así es que fui como invitada a través de Nuevo Poder, un movimiento de mujeres que buscaba empoderar a otras mujeres. Participamos en las elecciones del Comité pro Santa Cruz (2001-2005). Hoy, con la paridad y alternancia de las mujeres en espacios públicos debemos revisar ya no cuántos espacios obtuvimos y ocupamos,  si no cuál ha sido esa otra cara del poder. He dicho a las activistas que revisemos las agendas de las mujeres empoderadas y evaluemos.

¿Cómo aceptó candidatear con el MAS?
Conversé mucho con la gran líder, Ana María Romero Campero (+) de los pros y los contras, cuando ella también aceptó ir como primera senadora. Esta dama me habló de la necesidad de estar en este espacio que se abría con la nueva Constitución Política del Estado en la Primera Asamblea Plurinacional para unir agendas y a los bolivianos. No me arrepiento. No sufrí racismo ni discriminación en el MAS, esa inmensa bancada de 2/3 me eligió por unanimidad dos veces presidenta de la Comisión de Autonomías y presidenta de la Cámara de Diputados sin que yo lo pida ni lo promueva. Siempre trabajé con mis compañeros sin tener problemas de machismo. Eso no quiere decir que no exista y que inclusive a algunas mujeres se les cobre los favores personales para ocupar un espacio, se las margine o excluya.  

¿Cómo conoció al presidente Evo Morales?

Lo conocía, pero no había hablado con él cuando fue mi colega en la cámara, porque lo expulsaron. Conversé con él, el día que me hablaron por teléfono para indicarme que me esperaba en su hotel para hablar conmigo, un día antes de anunciar su lista de parlamentarios. Le expliqué que quizás él no sabía quién era yo, que había presidido el primer Consejo Autonómico de Santa Cruz (que fue borrado para siempre de la historia), que por motivos familiares, que jamás negaría, era de derecha; y que mi familia en general era opositora a él, excepto una hija.  

Él me dijo: “Compañera, lo que quiero es que me ayudes a tender puentes con Santa Cruz. Por eso estoy invitando mujeres a encabezar las listas. Ustedes no tienen intereses sectarios. Bolivia tiene que unirse. Será difícil, te van a escupir en tu pueblo, pero anímate”. Tremenda decisión en tiempos de cólera, acepté y debo agradecerle porque me permitió vivir la gran experiencia de desarrollar leyes en el marco de la Constitución, pero fundamentalmente conocer a mis iguales, compañeros campesinos que me recibieron con los brazos abiertos,  muchos no sabían leer y me llevaron a sus pueblitos a conocer sus costumbres. Me acompañaron cuando fui su presidenta y confiaron en una cruceña. Conocer Bolivia fue mi mayor experiencia de vida y como política.  He tenido el privilegio de ser presidenta de comités, comisiones y  de la Cámara durante los 15 años. Nunca fui “de pasillo”. He legislado, fiscalizado y gestionado muchas cosas para Santa Cruz y el país. 

 ¿A qué apuesta ahora como asesora? 
La arquitecta Angélica Sosa me invitó a trabajar, indicando  que ella asumía un rol político como presidenta del parlamento municipal y que no le interesaba mi militancia partidaria.  

Estoy dedicada a pensar, aprender y estudiar Santa Cruz de la Sierra, no puedo ser asesora leyendo de memoria un documento. No es ético sugerir un tema sin conocer y consultar a equipos multidisciplinarios y me complace descubrir  a muchos jóvenes con extraordinarias capacidades profesionales y técnicas que son estigmatizados por ser funcionarios públicos gracias a otros negligentes.