El Deber logo
24 de julio de 2019, 4:00 AM
24 de julio de 2019, 4:00 AM

Mis padres se disponían a celebrar sus bodas de oro. Mamá me llamó, entusiasmada: “¡Me envió una docena de rosas blancas!”. Sonaba como una adolescente a quien acaban de invitar a la fiesta de graduación; me decía qué feliz era, qué bien se sentía y qué suerte tenía.

Este aniversario sacó a la luz un aspecto de mis padres que no conocía. Sus anillos de matrimonio, llevan inscripto este verso: Te envié un capullo de rosa blanca.

Mi padre me lo contó un día. Mi madre esa vez intentó callarlo. Ellos siempre han actuado así en lo referente a su relación, la consideraban privada. Nunca hubo intimidades frente a los niños. Los veíamos como compañeros, como un equipo.

¿Recuerdas el verso?, le pregunté a mi padre. Me miró, tomó aliento y recitó Una rosa blanca, del poeta irlandés norteamericano John Boyle O’Reilly. No vaciló nunca; era como si todos los días, durante el último medio siglo, lo hubiera recitado mentalmente. “La rosa roja susurra pasión y la rosa blanca suspira amor. Oh, la rosa roja es un halcón, y la rosa blanca una paloma. Pero yo te envié un capullo de rosa blanca y con rubor en el borde de sus pétalos. Pues, el amor más puro y dulce tiene un beso ardiente en los labios... se detuvo y sonrío.

Durante su primer año de matrimonio, mi padre partió a la guerra, ella tenía cinco meses de embarazo y estaba aterrada. Tuvo el bebé y esperó. Él regresó, conoció a su hijo de siete meses. Luego tuvieron una hija, y más tarde, nací yo. Siempre supe que mis padres eran seres especiales. Él prefería quedarse con mamá en lugar de jugar fútbol con sus amigos. Y cuando no estaba, ella no hacía bromas acerca de su marido, como otras esposas. Decía: “Nunca me ha decepcionado”.

Para celebrar sus bodas de oro, renovaron los votos del matrimonio en la iglesia. Cuando mi padre repitió los suyos, se ahogó y tuvo que hacer una pausa. Mi madre los pronunció con una pasión que nunca le había oído. Mirándolo a los ojos, proclamó: “todos los días de mi vida”.

Después de la ceremonia tuvimos una gran fiesta. Mi padre besó a mi madre y le dijo: ¡Bienvenida a la eternidad! Ella contestó: Este es el día más feliz de mi vida. Mejor que el día de mi boda... ¡porque ahora sé cómo funciona todo!