El crecimiento económico de la India, impulsado en parte por estas nuevas tecnologías, ha sido realmente tremendo en los últimos treinta años y la economía india es ahora la tercera más rica del mundo

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15 de agosto de 2022, 8:03 AM
15 de agosto de 2022, 8:03 AM

El 15 de agosto de 1947, India obtuvo su independencia tras casi un siglo de colonización británica y a costa de una sangrienta partición con Pakistán. Desde entonces, el país ha tenido que levantarse de nuevo, en un intento de formar una democracia igualitaria. Tres indios de diferentes edades y orígenes sociales analizan la evolución de su país en los últimos 75 años.

Por Sébastien Farcis, corresponsal de RFI en Nueva Delhi

Maharaja Krishna Rasgotra tiene arrugas profundas y un andar lento. Pero este hombre de 97 años tiene una mirada aguda y una memoria vívida. El 15 de agosto de 1947, cuando India y Pakistán obtuvieron la independencia, tenía 22 años. El hindú de Cachemira trabajaba en el lado indio de la nueva frontera, pero toda su familia permanecía en el lado pakistaní.

“Mis padres no querían irse", recuerda Maharajá Rasgotra desde su casa en Nueva Delhi. “Me decían: ‘Se trazará una línea, aparecerá una frontera, pero tenemos buenas relaciones con nuestros vecinos musulmanes, así que ¿qué nos puede pasar?’”. “Pero la situación se deterioró rápidamente. En los días previos a la independencia, los asesinatos y las violaciones se hicieron cada vez más frecuentes en esta parte del oeste del Punjab, donde vivían muchos hindúes en aquella época”, apunta.

Así que el 15 de agosto, el ejército reunió a los hindúes para escoltarlos en su salida. “Mis padres, ya mayores, lo dejaron todo y caminaron hasta la frontera con la India", dice Maharajá Rasgotra. “Les llevó todo el día y fueron atacados en el camino, pero con la protección del ejército sobrevivieron”, agrega. Muchos otros no tuvieron tanta suerte. Cientos de miles de personas perecieron en estos ataques, y las mujeres fueron violadas regularmente. Incluso los trenes fueron asaltados, y los vagones llegaron a las estaciones llenos de cadáveres.

Hasta 2 millones de muertos

El joven profesor de literatura inglesa ayudó entonces a organizar un enorme campamento de refugiados en su universidad, en la ciudad fronteriza de Ludhiana, en el nuevo Punjab indio. “Hasta 50.000 personas se alojaron aquí en tiendas de campaña. Pude ver el miedo en los ojos de estas personas, estaban aterrorizadas y sus historias aún me persiguen", dice Maharaja Rasgotra. 

“Algunos habían perdido a la mitad de sus familiares, otros llegaron con un brazo cortado. Una familia sij me contó que sus hijas habían preferido suicidarse saltando a un pozo para evitar ser secuestradas”, cuenta.

Este éxodo monumental provocó la muerte de entre 200.000 y 2 millones de personas y la huida de entre 10 y 20 millones más. Esta partición de India y Pakistán sigue obsesionando a los indios porque, 75 años después, las divisiones religiosas que la provocaron siguen siendo profundas y son explotadas regularmente por los políticos. “Los disturbios religiosos continúan hoy en día, es uno de los legados de esta partición de la que no nos hemos podido librar", concluye Maharajá Rasgotra, que fue un diplomático de alto rango y, entre otras cosas, embajador de la India en Francia.

De una familia modesta al Silicon Valley indio

Pero desde aquellos días oscuros, la India ha experimentado un desarrollo fenomenal. Cuando los colonos británicos abandonaron el subcontinente, las hambrunas golpeaban regularmente y mataban en masa, el sistema educativo estaba tan subdesarrollado que sólo el 12% de la población sabía leer y escribir. 

Hoy, India es autosuficiente en alimentos e incluso exporta trigo; el 77% de los indios están alfabetizados y sus escuelas públicas de ingeniería son reconocidas en todo el mundo. Y la siguiente generación está cosechando los beneficios.

Anand Kumar Rathi, de 41 años, procede de una familia modesta de Rajastán. Su padre no terminó el bachillerato y dejó esta región del norte para probar suerte en el sur de la India, en Tamil Nadu. “Nunca tuvo miedo de arriesgarse y, gracias al trabajo duro, su negocio se convirtió en uno de los mayores vendedores de cajas de fósforos de la India”, explica. 

Y eso ha permitido a sus hijos ascender rápidamente en la sociedad: Anand Rathi es ahora banquero de inversiones y gestor de patrimonios en Bangalore. Su empresa Augment, con sede en este Silicon Valley indio, gestiona 5.000 millones de rupias de capital (unos 60 millones de euros).

“India lleva dos o tres décadas de retraso en su desarrollo porque la élite educada del país se ha ido a trabajar a Occidente”, se lamenta Anand Rathi. “Y me da rabia que nuestro país no haya sido capaz de ofrecer plazas a estas personas que podrían haber provocado un rápido cambio en el país. Esta fuga de cerebros se ha desvanecido, e incluso algunos están regresando a la India, lo que hace que el sector sea más competitivo”, afirma el especialista. 

“Las nuevas tecnologías están a un nivel tan avanzado en la India que ya no se trata sólo de servicios deslocalizados y centros de llamadas, sino del desarrollo de la inteligencia artificial mundial. Las oportunidades van a ser enormes para la India en los próximos años”, afirma un optimista Anand Rathi.

Desigualdades y discriminación entre castas

El crecimiento económico de la India, impulsado en parte por estas nuevas tecnologías, ha sido realmente tremendo en los últimos treinta años y la economía india es ahora la tercera más rica del mundo, en términos de paridad de poder adquisitivo. Pero esta riqueza está muy mal redistribuida, por lo que la sociedad india es también una de las más desiguales: el 10% más rico posee el 57% de la riqueza, según el Informe sobre la Desigualdad Global, coordinado por el economista Thomas Piketty, entre otros.

Setenta y cinco años después de la independencia, India también sigue sufriendo dos males crónicos: la discriminación de castas y la corrupción. “En mi pueblo, la gente de la casta superior hace todo lo posible para disuadirme de estudiar, porque no quieren que sea más culto que ellos”, dice Vivek Yadav, un estudiante de 25 años de la casta baja de Jaunpur, en el estado norteño de Uttar Pradesh. Sin embargo, el hijo de un jornalero poco instruido y de una madre analfabeta ya ha roto un techo de cristal: ha obtenido una licenciatura universitaria en Ciencias Políticas y se está preparando para los exámenes de la administración pública regional, un puesto de trabajo en el gobierno que le ofrecería unos ingresos garantizados y, por tanto, una forma garantizada de salir de la pobreza.

Pero el examen de ingreso que realizó en julio podría ser anulado, debido a las sospechas de corrupción y a las filtraciones de las pruebas. Vivek Yadav persiste, sin embargo, con un sueño para la India del mañana: que “el Estado refuerce el sistema de educación pública, porque hoy estas escuelas están descuidadas, sin ventiladores ni infraestructuras de calidad, y es difícil estudiar en ellas”, lamenta. 

La mitad de la población india, unos 700 millones de personas, tiene menos de 25 años. Proporcionar una educación de calidad al mayor número posible de personas determinará sin duda el desarrollo de la India en el futuro.