A Éric Zemmour, periodista de profesión y polemista de renombre, la izquierda francesa lo considera el diablo en persona, la derecha y la ultraderecha temen que pueda arrebatarles muchos votos en los próximos comicios.

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1 de octubre de 2021, 8:53 AM
1 de octubre de 2021, 8:53 AM

En Francia, a unos meses de las elecciones presidenciales de 2022, un personaje mediático está ganando terreno en el campo político, sin haberse aún declarado candidato. Se trata de Éric Zemmour, periodista de profesión y polemista de renombre. Mientras la izquierda francesa lo considera el diablo en persona, la derecha y la ultraderecha temen que pueda arrebatarles muchos votos en los próximos comicios. Retrato de un fenómeno.

“Racista”, “homofóbico”, “sexista”, son algunos de los numerosos adjetivos generalmente empleados para definir a Éric Zemmour. Y es que el polemista francés, que se ha vuelto famoso gracias a su presencia en los medios de comunicación, no se anda con rodeos a la hora de definir su visión de Francia.

Una Francia que quisiera fuerte e independiente, orgullosa de sus raíces, curada de su decadencia actual, una decadencia debida, entre otras cosas, a la globalización y la inmigración musulmana. "Francia está en peligro de muerte. 

En 2050, seremos un país medio islámico. En 2100, seremos una República Islámica", decía sobre este tema el 28 de agosto pasado durante un mitin en el sur del país, burlándose de los estudios hechos sobre demografía religiosa.

Zemmour aún no se ha declarado oficialmente candidato para las elecciones presidenciales de abril del 2022, pero ya dio unas pistas sobre su programa electoral: fin de la inmigración, suspensión del ius soli (derecho del suelo), abolición del “gobierno de los jueces”, reforma de la Educación nacional, reindustrialización del país…

Un equipo de partidarios ya está haciendo lo necesario para que su figura se imponga en el paisaje electoral. El pasado verano, después de las elecciones regionales, aparecieron afiches que leían “Zemmour presidente” en 86 ciudades de Francia. 

Crearon la asociación Los Amigos de Éric Zemmour que ya tiene su sede en pleno París, y empezaron a recolectar donaciones y las firmas de alcaldes necesarias para que pueda presentarse como candidato.

¿De dónde viene el que se define hoy como un “intelectual comprometido”? ¿Tiene posibilidades reales de ser el candidato sorpresa que arrasará con todo?

Un periodista y escritor sin filtros

Nacido en 1958 en Montreuil, en la periferia de París, Éric Zemmour es un hijo de judíos de Argelia, un conductor de ambulancias y una ama de casa, llegados a la Francia metropolitana durante la Guerra de Argelia. Tras haber crecido en barrios modestos, estudia en la famosa escuela de Sciences-Po París. Casado con la abogada Mylène Chichportich, especializada en derecho de sociedades, es padre de tres hijos.

Contratado en 1986 en el periódico Le Quotidien de Paris, trabaja luego en varios medios de comunicación antes de entrar al diario conservador Le Figaro en 1996. En sus inicios, es un periodista político de formación clásica. Pero todo cambia cuando el animador de televisión Laurent Ruquier, percibiendo su sentido de la provocación y la oportunidad resultante de una mayor audiencia, lo contrata para su nuevo programa, On n’est pas couché (no estamos acostados). Zemmour inventa entonces un estilo brutal y directo, sin filtros.

En 2019, es condenado por incitación al odio racial, tras haber afirmado en un programa de televisión en 2016 que había que dar a los musulmanes "la posibilidad de elegir entre el islam y Francia", y que Francia vivía "una invasión desde hace 30 años”.

A partir de octubre de 2019, participa en el programa Face à l'info (frente a la información) del canal CNews, donde debate con otros columnistas sobre la actualidad. CNews triplica su audiencia durante su primera intervención.

 Deja el programa en septiembre de 2021, después de que el Consejo Superior del Audiovisual (CSA), que regula los medios de comunicación, decidiera descontar su tiempo de palabra en las antenas –como si fuera candidato declarado– por considerarlo un “actor del debate político nacional”.

Sus adversarios lo acusan de una lectura sesgada, incluso errónea, de los acontecimientos históricos –el historiador Gérard Noiriel fue hasta calificarlo de “delincuente del pensamiento”. En su libro El suicidio francés, que fue un éxito de ventas, defiende la tesis de un debilitamiento progresivo del Estado-nación francés desde 1970 hasta la fecha de publicación en 2014. Su último ensayo, autopublicado el 15 de septiembre pasado, La France n'a pas dit son dernier mot (Francia no ha dicho su última palabra) habría vendido 78.000 ejemplares en su primera semana.

Zemmour también crea polémica al afirmar que el régimen de Vichy, liderado por el mariscal Pétain, sacrificó a judíos extranjeros para “salvar a judíos franceses” durante la Segunda Guerra Mundial, comentarios que le valieron una demanda por “impugnación de un crimen contra la humanidad” (absuelto en primera instancia, sigue siendo procesado en apelación).

Una piedra en el zapato de la derecha y la ultraderecha

Es una figura que divide al público francés en general. Una encuesta publicada por Odoxa-LCP-Public Sénat este miércoles reveló que es la figura política más rechazada (59%), por delante del ultraderechista Florian Philippot (55%), el izquierdista Jean-Luc Mélenchon (54%) y la ultraderechista Marine Le Pen (52%).

Sin embargo, con su estilo propio, que mezcla erudición y despliegue de estadísticas, muchas veces falsas, Éric Zemmour parece estar convenciendo a cada vez más personas: en los últimos tiempos, las encuestas de opinión, si bien dan resultados diferentes, muestran que el precandidato se sitúa en una posición envidiable en la carrera electoral.

El último sondeo a la fecha, publicado este 1 de octubre y realizado por PrésiTrack OpinionWay para el canal CNEWS y el diario Les Echos, lo ubica en cuarto lugar con un 10% de las intenciones de voto, detrás de Emmanuel Macron (24%), Marine Le Pen (20%) y el derechista Xavier Bertrand (15%), y delante de Jean-Luc Mélenchon (8%), el ecologista Yannick Jadot (7%) y la socialista Anne Hidalgo (6%).

Otro sondeo del 28 de septiembre, realizado por Harris Interactive para la revista económica Challenges, situaba a Marine Le Pen en un 16% y Éric Zemmour en un 13%, al igual que Jean-Luc Mélenchon, con Emmanuel Macron a la cabeza (23%).

Según la encuesta de PrésiTrack OpinionWay, la mitad de los votos vendría de la derecha radical (Marine Le Pen, Nicolas Dupont-Aignan), mientras que el grueso restante serían electores de Xavier Bertrand y Emmanuel Macron.

Y es que Zemmour se desmarca: representa el ala más conservadora, identitaria, soberanista de la derecha tradicional, es decir, comerciantes, ejecutivos, pequeños empresarios que no llegan a votar por Agrupación Nacional, el partido de Le Pen, que tiene su base electoral en las clases más populares.

Si bien estas cifras complican la presencia de Le Pen en la segunda vuelta, aún no se puede prever un enfrentamiento Zemmour-Macron para quedarse con el Palacio del Elíseo. Lo cierto es que la derecha tradicional y la ultraderecha deben ahora maniobrar para recuperar estos votos, intentando no caer en el estilo de Zemmour.