Los sangrientos sucesos del jueves abren un periodo de inquietud e incertidumbre en el Líbano. El Gobierno está paralizado porque su componente chiita se niega a participar en el Consejo de Ministros hasta que se sustituya al juez Bitar

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15 de octubre de 2021, 9:56 AM
15 de octubre de 2021, 9:56 AM

La tensión sigue siendo alta en Líbano tras los enfrentamientos que dejaron seis muertos y decenas de heridos durante una manifestación organizada por Hezbolá y el movimiento chiita Amal para denunciar la actuación del juez Tarek Bitar, encargado de la investigación de la doble explosión en el puerto de Beirut en agosto de 2020. El ejército se desplegó con fuerza para evitar la reanudación de los enfrentamientos.

Tarek Bitar, de 47 años, se ha forjado una reputación de magistrado honesto e incorruptible. No se sabe si tiene alguna afiliación política. Para las víctimas de la explosión del puerto, encarna el símbolo de la justicia independiente. Una parte de la población lo apoya en las redes sociales, asqueada de la clase política libanesa.

Pero Tarek Bitar también se ha ganado enemigos al acusar a varios políticos, e incluso se suspendió su investigación durante un tiempo. Al dictar esta semana una orden de detención contra un ex ministro del partido Amal, aliado de Hezbolá, desató la ira de los dos partidos chiitas, que decidieron manifestarse este 14 de octubre para pedir su cabeza. 

Tayouneh y los demonios del pasado

Tras varias horas de enfrentamientos, la rotonda de Tayouneh ha recuperado la calma. En este distrito histórico de la guerra civil libanesa, donde estaba la línea de demarcación entre las milicias chiitas y cristianas, este brote de violencia trae malos recuerdos, informa nuestro corresponsal Noé Pignède.

Nesrine Sayed tiene 44 años. Ella y su marido pasaron cuatro horas escondidos en un pasillo: "Esta mañana llegué a casa del trabajo muy temprano, tenía que ir al gimnasio a las 11 de la mañana pero a las 10:45 empezaron los disparos. No paraba. Estaba con mi marido en casa, pero es un piso pequeño, teníamos que quedarnos en el pasillo. A mediodía, se cortó la electricidad y no tuvimos noticias, pero pudimos oír que todo el mundo llamaba para ver si estábamos bien. Se notaba que la tensión aumentaba y se oían algunas bombas, supongo. Tuvimos recuerdos, era el comienzo de la guerra. En el 75 pasó exactamente lo mismo, pero esperamos que no se repita", comenta.

Situado en la línea de fuego, el piso de Mohammed y su familia fue duramente golpeado: sus ventanas están destrozadas, las paredes de su salón cubiertas de agujeros de bala. "Es horrible. Somos civiles, cristianos y musulmanes que vivimos juntos. Espero que todos los libaneses estén en contra de esto, quieren vivir juntos", afirma.

Ismael, que trabaja en el edificio de enfrente, es más pesimista: "Aquí no hay futuro para nadie. Cada día vemos la prueba de ello. Mira lo que ha pasado hoy. Los políticos manipulan a la gente, la utilizan como carne de cañón. Aquí controlan a todo el mundo.  Ya he vivido la guerra del Líbano. Y cuando veo lo que está ocurriendo ahora, entiendo que la historia se repite", denuncia.

Youssef, de 62 años, es un veterano de la guerra civil: ex miliciano cristiano, él también se siente apenado por el estallido de violencia que ha sacudido su barrio. "Viví la guerra y espero que no volvamos a esa etapa porque es realmente triste. Esperamos que las cosas mejoren, ya veremos, hay que esperar", dice. Pero una vez apagado nuestro micrófono, nos confiesa que ya no cree en la reconciliación entre las milicias chiitas y cristianas de su barrio y concluye: "Aquí, todos se preparan para la guerra".

Gobierno paralizado

Los sangrientos sucesos del jueves abren en cualquier caso un periodo de inquietud e incertidumbre en el Líbano, analiza nuestro corresponsal en Beirut, Paul Khalifeh. En el plano político, el Gobierno libanés está ahora paralizado porque su componente chiita se niega a participar en el Consejo de Ministros hasta que se sustituya al juez Bitar. Sobre el terreno, la autoridad del Estado se debilita aún más, sobre todo si los instigadores y participantes en los enfrentamientos del jueves no son detenidos y llevados ante la justicia.

La polarización es claramente visible en la prensa. El diario L'Orient-Le Jour titula: "La acción de Hezbolá despierta los demonios de la guerra", culpando al partido chiita de los incidentes mortales. Por el contrario, el periódico Al Akhbar acusa sin tapujos al líder de las Fuerzas Libanesas, Samir Geagea, de querer arrastrar al Líbano a una guerra civil. El editorialista asegura que Hezbolá "ha perdido la paciencia y exige que se detenga a los tiradores", de lo contrario "hará lo que sea necesario".