El periodista francés permaneció más de 700 días secuestrado por Al Qaeda en Mali. Relata sus vivencias

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22 de marzo de 2023, 17:20 PM
22 de marzo de 2023, 17:20 PM

El periodista independiente francés Olivier Dubois fue liberado este martes, después de haber pasado 711 secuestrado por Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) en Malí. Quien fue el último rehén francés en el mundo habló con RFI a su llegada a Francia.

RFI: ¿Cómo se sintió al ver a su familia por primera vez tras su liberación?

Olivier Dubois: Sentí una felicidad inmensa. Los vi en la sala VIP cuando aterricé. Salí del avión y fue como si me hubieran magnetizado. Primero me reuní con mis padres, luego saludé al presidente Emmanuel Macron, y luego pude abrazar a mi hijo, a mi hija y a mi compañera. Llevo dos años escuchando sus mensajes en RFI y al fin pude tocarlos.

RFI: ¿Cómo fueron sus condiciones de vida durante su captura?

Olivier Dubois: Fueron condiciones de prisionero. Estás encadenado y te consideran como un malhechor, un infiel. Honestamente no me maltrataron: no me golpearon ni me humillaron.

Aun así, ser un prisionero en la región maliense de Azawad es vivir a la intemperie todo el tiempo, ya sea por una tormenta de arena, bajo el sol, el frío o la lluvia. Significa viajar en moto y en camioneta, comer en el suelo, lavarse y hacer sus necesidades fuera. Significa vivir siempre fuera. Es una incomodidad que, al cabo de un tiempo, se convierte en costumbre.

RFI: ¿Tuvo contacto con otros secuestrados?

Olivier Dubois: A menudo cambias de lugar por razones de seguridad: puedes quedarte dos o tres semanas, a lo sumo seis meses, en un mismo sitio.  

Y entonces, sí, conocí a otro rehén, con quien compartí cautiverio. Se trata de un sudafricano llamado Gerco Jacobus van Deventer, que fue secuestrado en Libia en noviembre de 2017 y luego vendido a los yihadistas después. Estuvimos algo más de un año y medio juntos. Nos separamos el 14 de marzo de este año. Ese día le dijeron que agarrara una manta y una botella; se subió a una moto y nunca más lo volví a ver. Me liberaron dos días después.

Creo que él aún está en la región de Kidal. Puedo imaginarme las condiciones en las que se encuentra porque las vivimos juntos. Y quiero añadir que ya es hora de que esto termine porque ya es su sexto año y no se merece esto. Él debe volver a casa.

RFI: ¿Cómo logró guardar esperanza?

Olivier Dubois: Al final del segundo o tercer día, estaba tumbado bajo una estera bebiendo té, mientras dormían mis secuestradores. Me dije a mí mismo: "Si te quedas tumbado así durante mucho tiempo, Olivier, eso va a tener un impacto en tu mente y en tu cuerpo”.

Así que empecé a planear un programa para ocupar mis días, con victorias y pequeñas satisfacciones que me permitieran mantenerme a flote.

Lo apliqué desde el principio hasta el final de mi cautiverio y me ayudó muchísimo.

El programa estaba basado en la actividad física, pero también en la lectura. Pedí leer el Corán, para saber lo que contenía, para entenderlos, para comprender. Este libro es importante para ellos. Si lo entiendes, ya los entiendes un poco mejor y puedes discutir con ellos, intercambiar. En eso, se mostraron abiertos y pudimos debatir. Nunca generó ningún problema. Podía haber diferencias de opinión, pero nunca con violencia ni agresión.

Ellos tienen su punto de vista, nosotros tenemos el nuestro. Tienen su forma de ver las cosas, que es clara y que entra en conflicto con la nuestra, pero podíamos hablar de ello.

Otro tema era la cocina. Yo no soportaba comer lo que me servían. Así que con Gerco pedimos tener una olla a presión y hacernos nuestra propia comida. Fuimos a cortar leña, construimos nuestro propio refugio, nos mantuvimos ocupados. Plantearse retos permite tener algún tipo de satisfacción. Comer cosas que te hacen feliz y hacer deporte, nos fortaleció mental y físicamente.

RFI: Usted es periodista y lo secuestraron mientras realizaba su trabajo. ¿En algún momento pensó en relatar lo ocurrido al salir?

Olivier Dubois: Durante mi secuestro seguí haciendo trabajo periodístico en la medida de lo posible. No fue fácil porque había una barrera lingüística. Me custodiaban "muyahidines" que hablaban tamasheq en su mayoría, o árabe. Yo no hablo tamasheq ni árabe.

En las raras ocasiones en que logramos comunicar aprendí bastante. También hablé un poco con los "moudjahidines" francófonos. Me dediqué a observar. Provocaba debates y luego intentaba ponerlos por escrito.

Al cabo de un rato, me dije: "Te secuestraron intentando realizar una entrevista con esta gente. Ahora que estás dentro abre los ojos, escucha, discute, habla, explícales que tú también quieres entender". Y creo que lo entendieron, después de un tiempo.

Poco a poco, las cosas se fueron soltando un poco, se podían hacer intercambios, explicaciones. Como prisionero, estás en la oscuridad todo el tiempo. Pero igual pude recoger información.