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27 de marzo de 2024, 4:00 AM
27 de marzo de 2024, 4:00 AM



por Miguel Dabdoub - EXPERTO EN BIOCOMBUSTIBLES

Desde hace seis años, Bolivia ha abrazado la iniciativa global de integrar el etanol anhidro con la gasolina para producir combustibles limpios con aditivos de origen vegetal. Este movimiento se alinea con la estrategia de decenas de naciones comprometidas con la reducción de la huella de carbono y la promoción de alternativas energéticas sostenibles. A pesar del escepticismo local inicial, manifestado en 2018 incluso por algunos importadores de vehículos, cuando se implementó la gasolina Súper Etanol 92 conteniendo un 12% de etanol en su fórmula, el país ha demostrado que el uso de etanol no solo es viable técnicamente, sino también beneficioso para los vehículos, sin registrarse reclamos por mal funcionamiento de motores o daños vehiculares atribuibles a este combustible o al porcentaje mencionado anteriormente.

Actualmente, Bolivia implementa una mezcla del 12% de etanol en sus gasolinas, una práctica respaldada por la Ley 1098 de 2018, que incluso abre la puerta a alcanzar una mezcla del 25% o superiores (por Decreto y conforme a viabilidad técnica), práctica común en varios países vecinos como Paraguay y Brasil. Esta perspectiva se refuerza con el último decreto gubernamental, que ratifica el compromiso legislativo con la bioenergía y alcanzar el 25%.

Los beneficios del etanol trascienden lo ambiental, siendo una fuente limpia y renovable, y se extienden a lo económico y social. Contribuye a la generación de empleo, dinamiza el sector agrícola, reduce la dependencia de combustibles fósiles y permite al Estado boliviano reasignar recursos hidrocarburíferos hacia el mercado de exportación, mejorando así la balanza comercial del país. Además, el pago del etanol en moneda local ofrece un respiro a la economía, al ahorrar divisas en un contexto de escasez de gas e hidrocarburos.

El caso de Bolivia resalta una realidad crucial: la eficacia del etanol ha sido comprobada no solo en laboratorios de prestigiosas universidades nacionales, como la UMSA, e internacionales, como la Universidad de São Paulo en Brasil, sino también en pruebas de campo. Estas actividades amplifican el conocimiento de la población, como sucede en diversos países con parques automotores incluso más antiguos, como los de Paraguay y Argentina.

El uso de décadas de etanol anhidro en países vecinos ha demostrado que la mezcla de 25% es óptima, incluso ante la desactualización de manuales de vehículos, que ha sido utilizada por detractores con intereses económicos sectoriales o que politizan un tema que debería ser tratado desde un punto de vista meramente técnico.

Bolivia, con su diversidad geográfica, está en una posición única para llevar a cabo algunas de las pruebas de campo más reveladoras, explorando distintas presiones atmosféricas, altitudes geográficas y las más variadas temperaturas para confirmar lo que ya es un conocimiento consolidado globalmente.

La implementación exitosa del etanol en Bolivia desafía las voces opositoras, demostrando que es una alternativa real y efectiva frente a la crisis energética y ambiental. En un tiempo de urgencia climática, el etanol emerge no solo como una solución a la escasez de combustibles, sino como un pilar hacia la sostenibilidad energética con significativa contribución a la economía y a la soberanía del país. La pregunta entonces se invierte: ¿Quién podría negarse a los beneficios evidentes e impedir el incremento de la mezcla de etanol?

Este enfoque renovado subraya la importancia de avanzar hacia la mezcla de 25%, aceptando el conocimiento adquirido en otros países, que debería ser “universal y de dominio público”. Aunque algunos actores locales quieran “repetirlo con nuevas pruebas como si quisiéramos reinventar la rueda”, este proceso será válido y un éxito, demostrando el compromiso de Bolivia con el medio ambiente y con soluciones energéticas sostenibles que miran hacia el futuro, dejando de lado los intereses económicos de determinados sectores y el negacionismo al conocimiento adquirido, incluso con parques automotores más antiguos que el boliviano. Podemos ser derrotados si luchamos, pero seguramente perderemos si no intentamos ganar cada batalla. Este compromiso con el avance hacia la mezcla de 25% de etanol no solo refleja una apuesta por la innovación y sostenibilidad, sino que también demuestra la voluntad de Bolivia de abordar los desafíos energéticos y ambientales con soluciones probadas y efectivas. La transición hacia un modelo energético más limpio y renovable es una oportunidad para reafirmar la soberanía energética nacional, impulsar la economía y proteger nuestro planeta para las futuras generaciones.

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