De nuevo la mezcla de decisiones políticas y de salud pública es confusa sobre este tema

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31 de marzo de 2022, 14:05 PM
31 de marzo de 2022, 14:05 PM

Tras más de dos años de covid-19 el mundo está desesperado por sentir normalidad y dejar atrás los días de pandemia. En las últimas semanas continuamos escuchando cómo diferentes países han decidido quitar el uso obligatorio de mascarillas (cubrebocas o barbijos). Aunque muchos estamos deseosos de que no fuera necesario utilizarlas, la evidencia científica respalda que su uso es una de las principales herramientas para frenar la transmisión de la enfermedad.

Un estudio observacional analizó directamente el impacto del uso de mascarillas en la reducción de la transmisión secundaria de SARS-CoV-2 en los hogares de Pekín, China. Encontró que su uso tenía una efectividad de 79% para prevenir la transmisión del virus si todos los miembros del hogar utilizaban mascarillas antes de que ocurrieran los síntomas.

Asimismo, en un estudio realizado por los institutos de salud de Estados Unidos se incluyeron 1,1 millones de estudiantes en nueve estados y se concluyó que aquellas escuelas en las que el uso de mascarillas fue obligatorio tuvieron 72% menos casos de transmisión escolar de SARS-CoV-2; esto ocurrió durante la ola epidémica causada por la variante delta.

Múltiples factores han influenciado en el deseo de suspender el uso de mascarillas en lugares públicos; se unen decisiones políticas sustentadas en poca evidencia científica, cansancio pandémico, deseo de regresar el tiempo a 2019 y la falsa idea de que covid-19 ya no es una enfermedad grave.

Sin embargo, la evidencia científica ha sido contundente en que el uso correcto de mascarillas disminuye la transmisión de SARSCoV-2 y una suspensión súbita de diferentes medidas de salud pública, incluyendo el uso de mascarillas, podría dar origen a nuevos brotes epidémicos que también traerán nuevas variantes de las cuales la gravedad y transmisibilidad que tengan pueden ser impredecibles.

Recordemos que estamos interconectados y que las decisiones que tomamos afectan a otros; no estamos listos para dejar de usar mascarillas, primero porque no todos estamos protegidos igual; en México, por ejemplo, los adolescentes y los niños no han sido vacunados, por lo que la mayoría de las personas en estos rangos de edad se encuentra vulnerable.

Un grupo de pacientes que es importante considerar es aquel en el que se encuentran los sujetos inmunocomprometidos, que como se sabe, no tienen adecuada respuesta humoral y celular a pesar de tener tres dosis de vacuna contra el covid-19. Este grupo de pacientes puede tener un curso clínico impredecible, por lo que es de alta relevancia continuar utilizando mascarillas en espacios públicos para protegerlos de enfermar innecesariamente.

Nadie conoce el futuro de la pandemia, pero lo que sabemos es que el relajamiento acelerado de las medidas de salud pública continuará trayendo brotes y con ellos potencialmente el surgimiento de nuevas variantes.

Una vez más la mezcla de decisiones políticas y de salud pública es confusa y puede traer importantes consecuencias; recordemos que el hecho de que usar mascarillas deje de ser “obligatorio” no significa que las dejemos de utilizar.

Por nuestros pacientes y por los que nos rodean, continuemos cuidándonos y por solidaridad, utilizando mascarillas.