Coronavirus y la eterna evolución. Las variantes del coronavirus que han surgido solo representan una fracción del espacio genético

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14 de abril de 2022, 19:15 PM
14 de abril de 2022, 19:15 PM

New York Times

En nuestra calidad de científicos que estudian cómo evolucionan los virus, a menudo se nos pregunta sobre el futuro del coronavirus. ¿Desaparecerá? ¿Irá a peor?

He aquí lo que sabemos: la variante ómicron del virus fue más contagiosa y resistente a las vacunas que la cepa original aparecida por primera vez en Wuhan, China. No hay ninguna razón, al menos biológica, por la que el virus no vaya a seguir evolucionando. Las variantes del coronavirus que han surgido hasta ahora solo representan una fracción del espacio genético que con más probabilidad se preste a la exploración evolutiva.

Muchos coronavirus entrenan al sistema inmunitario para que reconozcan una sección del virus original: los 201 aminoácidos que permiten al virus acoplarse a las células humanas.

Con la ómicron, hubo mutaciones en 15 de los 201 aminoácidos que eran objetivo de las vacunas. Las mutaciones ayudaron a la ómicron a evadir el sistema inmunitario e infectar a las personas vacunadas o infectadas con anterioridad.

Sin embargo, el virus puede mutar mucho más allá de los pocos cambios vistos con la ómicron. Cada aminoácido puede mutar de 19 maneras distintas.

Un virus como el SARS-CoV-2 se enfrenta a una presión principal: mejorar su propagación. Los virus que causen más infecciones serán más exitosos. El virus puede hacer esto volviéndose más contagioso y esquivando el sistema inmunitario. Este coronavirus ha experimentado varias adaptaciones que mejoran su capacidad de propagación entre los seres humanos.

Las variantes recientes como la ómicron y la delta son varias veces más transmisibles que la cepa propagada por todo el mundo a principios de 2020. Es un aumento enorme, y hace que el SARS-CoV-2 sea más contagioso que muchos otros virus respiratorios humanos.

Otros virus han llegado al estancamiento en su capacidad de propagación. Algunos virus respiratorios, como el del sarampión, son más contagiosos que el actual SARS-CoV-2. Otros, como el de la gripe, por lo general no son tan contagiosos como el SARS-CoV-2. No sabemos el momento en el que este virus alcanzará un estancamiento en su transmisibilidad, pero acabará haciéndolo.

Los virus como este también se pueden propagar mejor “escapando” de la inmunidad a unas variantes anteriores. Al principio de la pandemia, pocas personas tenían inmunidad ante el SARS-CoV-2, pero ahora gran parte del mundo posee anticuerpos debido a la vacunación o a un contagio previo. Como estos anticuerpos pueden impedir la infección, las variantes con mutaciones que los evitan gozan de una creciente ventaja.

La ómicron tiene muchas mutaciones que reducen la capacidad de los anticuerpos para reconocerla. Esto, unido a la alta contagiosidad de la ómicron, le ha permitido causar una enorme ola de infecciones.

La evolución suele proceder de forma escalonada, donde las nuevas variantes exitosas descienden de las últimas que lo hayan sido. La evolución desafió nuestras expectativas y surgió la ómicron, que tiene un inmenso número de mutaciones y no desciende de la delta. 

No se sabe con exactitud cómo fue que el virus dio el gran salto evolutivo que condujo a la ómicron, aunque muchos científicos sospechan que la variante pudo provenir de alguien que no pudo combatir bien el virus, lo que le dio tiempo para mutar. 

Si bien la transmisibilidad de los virus se estanca en un determinado momento, otros virus humanos que escapan a la inmunidad no dejan de hacerlo. La vacuna antigripal se actualiza cada año desde hace décadas para perseguir la evolución viral, y algunos virus de la gripe no presentan señales de ralentización. 

El proceso de eludir la inmunidad es una carrera armamentista evolutiva interminable, porque el sistema inmunitario siempre puede fabricar nuevos anticuerpos, y el virus puede reaccionar explorando el vasto conjunto de mutaciones que tiene a su disposición. Por ejemplo, la ómicron solo tiene un diminuto porcentaje de las muchas mutaciones que se han observado en el SARS-CoV-2 y otros virus relacionados portados por murciélagos, que a su vez son solo un pequeño porcentaje de las que, según indican los experimentos de laboratorio, podría explorar el virus.

Tomado todo esto en conjunto, prevemos que el SARS-CoV-2 seguirá causando nuevas epidemias, pero cada vez más impulsadas por la capacidad de esquivar el sistema inmunitario. En este sentido, en el futuro podría parecerse a algo como la gripe estacional, donde las nuevas variantes provocan olas de casos cada año. Si esto pasa, como esperamos que pasará, quizá haya que actualizar con frecuencia las vacunas.

Sabemos que la inmunidad reduce la gravedad de la enfermedad, aunque no impida del todo las infecciones y la propagación, y la inmunidad adquirida con la vacunación y los contagios previos ha ayudado a mitigar el impacto de la ola de la ómicron en muchos países.

Las vacunas actualizadas o mejoradas y otras medidas que ralentizan la transmisión siguen siendo nuestras mejores estrategias para lidiar con un futuro evolutivo incierto.