Perder peso es estratégico, pero el cuerpo se resiste. Conozca los círculos virtuosos en los que estamos inmersos

El Deber logo
2 de junio de 2022, 16:59 PM
2 de junio de 2022, 16:59 PM

Por: The Conversation 

La representación subjetiva de la imagen corporal preside la mayoría de las veces la elección de una dieta y el objetivo no es necesariamente coherente con el mantenimiento del estado de salud.

Las estrategias de pérdida de peso implican la creación de un desequilibrio energético mediante la restricción de la dieta para liberar los ácidos grasos del tejido adiposo. Sin embargo, rara vez todo sale según lo previsto.

La primera ilusión es la pérdida de peso inicial observada, que solo está ligada a la utilización del glucógeno hepático y muscular y a la eliminación de agua ligada a ella (9 gramos por gramo de glucógeno).

En una segunda fase se produce el efecto deseado: se movilizan las reservas de grasa. Pero lo que es menos conocido es que nuestro cuerpo establece estrategias para resistir a esta pérdida de peso.

Con menos reservas de energía fácilmente disponibles, nuestro cuerpo entrará en modo ahorro (con una caída del metabolismo en reposo): esto se traduce en fatiga y sensación de frío que se instalará de forma permanente si la restricción persiste.

Preservar la masa muscular

Otra desagradable sorpresa es la pérdida de músculo. Aunque la dieta sea cualitativamente equilibrada, la pérdida de masa grasa (75%) va acompañada de una pérdida de masa muscular (25%).

Sin embargo, la masa muscular es un factor clave en el gasto energético en reposo, ya que contribuye de forma significativa a la termogénesis y, por tanto, al gasto energético en reposo.

Actividad física

Más allá del número de calorías gastadas, los efectos fisiológicos de la actividad física están en el origen de un círculo virtuoso: mantendrá en gran medida la masa muscular. De hecho, cuanto más activos somos, mayor es la disipación de calor, incluso en reposo. También ayuda a regular los niveles de azúcar en sangre y el metabolismo hormonal y energético.

El efecto a veces espectacular a corto plazo de estas dietas enmascara el principal riesgo para la salud, la recuperación casi sistemática del peso, que se observa en el 80% de los casos un año después de la dieta y en el 95% de los casos en cinco años. Esta observación hace que sea un tema de salud pública que sigue siendo relevante en 2022.

Lo es sin duda porque la dieta de adelgazamiento se vive como una medida transitoria. Se convierte en un paréntesis, a pesar de que podría ser el camino hacia un comportamiento dietético que sostenga el retorno al equilibrio nutricional o incluso que apunte a mejorar los parámetros metabólicos, cardiovasculares y psicológicos.

Sin embargo, las limitaciones generan un estrés psicológico y fisiológico que pocos son capaces de soportar a largo plazo. Es en este contexto donde la actividad física y un enfoque nutricional razonado adquieren toda su importancia. Son necesarios para el mantenimiento de la salud a largo plazo y la prevención del aumento de peso repentino.

Cuando el sobrepeso es real, su origen puede encontrarse en los errores dietéticos, el estilo de vida, el estrés, la inactividad física, la edad, los trastornos metabólicos u hormonales, etc. En cuanto no se identifican los factores desencadenantes o de mantenimiento, la lucha contra el sobrepeso se pone en marcha.

Por tanto, el diagnóstico y el seguimiento individualizado de un profesional de la salud –nutricionista, dietista– son esenciales para comprender el origen y controlar las consecuencias para la salud de los desequilibrios nutricionales.

Una dieta restrictiva no puede adaptarse a miles de personas. Si la iniciativa es individual, el apoyo también debe ser individualizado. Las prácticas dietéticas, la adecuación del estilo de vida y la historia personal son puntos cruciales para apoyar la demanda de pérdida de peso que, para ser realmente satisfecha, debe tener como objetivo principal la salud mental y física a largo plazo.

La armonía entre las necesidades nutricionales y la ingesta de alimentos se interrumpe de forma permanente y en algunos casos definitiva. Esta alteración está en el origen de los trastornos alimentarios y en el origen del aumento de peso tras la dieta ya documentado.

Si se realizan dietas restrictivas sin haber identificado las causas del sobrepeso, a la pérdida de kilos le seguirá su recuperación. Con la disminución del metabolismo energético inducida por la restricción, comer conducirá luego a un aumento de peso más allá del peso inicial, lo que a su vez conduce a la repetición de las dietas. Este fenómeno está en el origen del efecto yoyó, que aumenta después de cada episodio. Así que para evitar que se produzca, una muy buena solución es la actividad física, que actuará como regulador en muchos aspectos a través del papel fisiológico y psicológico que puede desempeñar y que está bien documentado.