Los estudios varían. ¿A quién afecta más?

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11 de marzo de 2021, 22:43 PM
11 de marzo de 2021, 22:43 PM

POR: THE CONVERSATION


Con la pandemia del Covid-19 como telón de fondo, el 8 de marzo es un buen momento para preguntarnos cómo la enfermedad afecta de diferentes formas a hombres y mujeres.

Los datos han ido variando y difieren entre países. Sin embargo, parece que, especialmente al inicio de la pandemia, las mujeres representaban una mayor prevalencia de Covid-19 que los hombres, aunque ellos tuvieran una tasa de letalidad mayor y más posibilidades de hospitalización.

Analicemos dos de los aspectos que pueden vertebrar la incidencia del Covid-19 en las mujeres mayores en las residencias: la feminización de los cuidados y de la vejez.

En primer lugar, es importante destacar que los cuidados, formales e informales, han recaído en las mujeres. Esto, por un lado, podría afectar al riesgo por la exposición al virus en los lugares de trabajo (residencias y hospitales). Por otro, conllevaría un mayor riesgo de contagio también en los hogares.

En definitiva, la pandemia ha puesto de relieve cómo la organización social de los cuidados involucra y afecta a las mujeres de manera específica. Esto arrastra consecuencias en distintos ámbitos, como el de la salud.

La atención de las personas dependientes recae en gran medida en las familias. Particularmente en las mujeres, algo que resulta preocupante si pensamos en la cantidad de cuidados que se han demandado como consecuencia de la pandemia. Esta posibilidad de ser infectadas en mayor medida que los hombres ya se vio en epidemias anteriores como la del ébola y el zika, debido al rol protagonista que tienen en los cuidados familiares y por estar en primera línea de los servicios asistenciales.

Además, la OMS también publicó un informe en 2007 en el que exponía cómo a principios de los 2000, entre los casos de SARS que se registraron, más de la mitad se dieron entre mujeres. Esto no tendría por qué repetirse, pero sirve como orientación con respecto de las dinámicas de infección y exposición que se han ido sucediendo en el mundo.

El informe también señaló que las diferencias entre mujeres y hombres adultos se daban en términos de exposición, es decir, en el plano de los patrones de actividades e itinerarios sociales que los diferencian. Se sugiere que los hombres tendrían mayor riesgo de contagio en el trabajo, y las mujeres en los hogares y en las actividades diarias donde se producen contactos directos.

Feminizar la vejez

Junto con la feminización de los cuidados encontramos la feminización de la vejez. Según el Instituto Nacional de Estadística (España), en 2019 las mujeres contaban con una esperanza de vida de 86 años, frente a los 80 de los hombres. Esto dibuja un contexto específico del Covid-19 en franjas de edad avanzadas.

La crisis sanitaria actual ha hecho que, desde diferentes instituciones, se haya puesto de relieve el riesgo de caer en lógicas edadistas que favorezcan imágenes nocivas en torno a la vejez, que invisibilicen sus problemas o inquietudes y dificulten el acceso a servicios y prestaciones. Las personas se ven atravesadas por múltiples características y, entre ellas, la edad y el género se entrelazan. Esto puede desencadenar una doble discriminación: por ser mujer y por ser mayor.

Como vemos, las residencias son escenarios en los que la feminización de la vejez y de los cuidados aparecen de forma clara. Según el Instituto de Mayores y Servicios Sociales Imserso, en 2019 había en España 276.924 personas de más de 65 años viviendo en residencias, de las cuales el 70,4% eran mujeres y el 29,6% eran hombres.

No se trata de afirmar que el Covid-19 afecte más a las mujeres que a los hombres, sino de ser conscientes de que la salud es otro ámbito más en el que el género introduce diferencias. Obviar esto puede multiplicar las posibilidades de discriminación.

¿Cómo poner en marcha estrategias políticas y sociales que tengan en cuenta las formas de impacto del Covid-19 entre mujeres y hombres? Es necesario que se incorpore a las personas mayores al debate, así como que se haga efectiva la igualdad y se integre una mirada de género que atraviese todos los ámbitos de participación social y los mecanismos de discusión y toma de decisiones.