Miles de personas fallecen cada año debido a una sobredosis de los medicamentos que les han recetado para combatir el dolor crónico

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30 de septiembre de 2021, 7:51 AM
30 de septiembre de 2021, 7:51 AM

POR:  THE CONVERSATION

¿Recuerdan al personaje del Doctor House? Para combatir el dolor crónico que sufría en una pierna tomaba vicodina. Poco a poco fue perdiendo el control y aumentando el consumo. Hasta tal punto que con frecuencia utilizaba el medicamento para regular su estado de ánimo y llegó a falsificar recetas con la firma de un compañero.

La realidad es que este problema traspasa la ficción. Sin ir más lejos, el famoso cantante Prince murió el 21 de abril de 2016 a causa de una sobredosis de “falsa vicodina” (en realidad se trataba de otro opiáceo llamado fentanilo), después de pasar años padeciendo dolor crónico. Otro músico, Tom Petty, falleció el 2 de octubre de 2017: había ingerido oxicodona y alprazolam. Y todo para intentar aliviar un fuerte dolor en la cadera, que se había fracturado unos meses antes.

Son la cara visible de un problema que no solo afecta a personajes famosos. Es evidente que no todas las personas a las que se les prescriben opioides para aliviar un dolor crónico abusarán de ellos. Pero ¿es posible, a priori, determinar qué personas están en riesgo? ¿Saber quiénes son más vulnerables? La investigación sicológica tiene ya algunas respuestas.

¿Cómo funcionan los analgésicos opioides?

Antes de entrar en materia, conviene recordar que los opioides son fármacos que, al interactuar con cierto tipo de neuronas de nuestro sistema nervioso central y periférico, surten efecto analgésico. Algunos de estos analgésicos o agonistas opioides son naturales (como la morfina, que se obtiene del opio) y otros son sintéticos (como el fentanilo).

Además de su efecto analgésico, estos fármacos pueden provocar un alto grado de relajación y también de euforia, lo que puede fomentar que se consuman en exceso.

Al principio, los opioides se recetaban exclusivamente para tratar el dolor agudo, posoperatorio y oncológico. Sin embargo, cada vez es más frecuente que se prescriban para tratar el dolor crónico no oncológico.

De hecho, la prescripción de medicamentos opioides ha ido aumentando considerablemente a nivel mundial. El aumento del uso de opioides en tratamientos a largo plazo no solo incrementa el riesgo de muertes por sobredosis no intencionadas, sino también los fallecimientos por problemas cardiorrespiratorios.

Un grupo de investigadoras de la Facultad de Psicología y Logopedia de la Universidad de Málaga hemos iniciado un nuevo proyecto para detectar el riesgo de abuso de fármacos opioides en los pacientes con dolor crónico no oncológico.

Ni qué decir tiene que dos pacientes con el mismo diagnóstico e intensidad de dolor no responden exactamente de la misma forma. Esos diferentes modos de comportarse explican que algunas personas se adapten mejor a su dolor que otras.

El perfil de una persona en riesgo extremo de abuso de los opioides prescritos sería el de alguien impulsivo, con pensamientos catastrofistas acerca de su dolor, con un elevado miedo a los síntomas de ansiedad y que presenta síntomas de depresión, ansiedad o estrés postraumático. En estos casos, antes de comenzar el tratamiento con analgésicos opioides es imprescindible intervenir en el estado anímico del paciente.

Mientras, los profesionales de la medicina podrían contemplar la posibilidad de recetar analgésicos con un menor poder adictivo. O, en caso de que se considere imperativo el inicio de la toma de opioides, habría de hacer un seguimiento estrecho del paciente y observar los signos de consumo excesivo.

A estas variables sicológicas cabe unir otras características de riesgo, como una edad comprendida entre los 16 y 45 años, una historia previa de adicciones, el consumo de tabaco y una elevada ingesta de alcohol.

Entre el dolor y la salida

Si bien las características sicológicas del individuo lo pueden hacer más vulnerable a la adicción, también hay variables y circunstancias que dotan a la persona de recursos que la hacen más fuerte ante el riesgo de abuso de la medicación recetada.

La más relevante es la aceptación del dolor. Más allá de la intensidad, localización o tipo de dolor, aceptar que posiblemente no va a desaparecer (porque es crónico) y entender, por tanto, que será un inevitable compañero de vida, permite al paciente mirar más allá, volver a hacer aquello que abandonó en la batalla perdida y recuperar parte de la vida aparcada.

La correcta detección y clasificación del paciente en función del riesgo de mal uso de los opioides de prescripción ayudaría a los profesionales de la medicina a tomar decisiones acerca de los medicamentos idóneos a recetar y del seguimiento pertinente, en un acercamiento individual y personal al paciente. De igual forma, ayudaría a prevenir la adicción a los opioides de prescripción.

Esta labor debe ser efectuada por profesionales de la sicología, que son quienes cuentan con la formación adecuada para ello. Incluir a estos especialistas, a ser posible con instrucción específica en el ámbito del dolor crónico, como parte del equipo que atiende a estos pacientes es una necesidad urgente.