La destreza de esta mujer de 60 años es de tradición familiar. Ahora todos los suyos se dedican a esta tarea

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2 de abril de 2017, 5:00 AM
2 de abril de 2017, 5:00 AM

Hábilmente mueve cada uno de los hilos que se convierten en la tradicional hamaca chiquitana. Los más de 40 años de experiencia se notan en cada movimiento que hace Ana Mery Paz.

Esta mujer, de 60 años de edad, nació  en una familia de diestros artesanos de San Miguel de Velasco. Junto con su esposo, Manuel García, ya fallecido, crearon el taller de artesanías chiquitanas El Tipoy, ubicado en la avenida Las Américas, barrio Obispo Madersbacher en San Ignacio de Velasco.

Este centro artesanal ha comercializado sus prendas en Bolivia y el mundo. Su prestigio lo ha ganado por la fabricación de hamacas chiquitanas, prendas de vestir para niños, jóvenes y adultos, alforjas, centros de mesa, cubrecamas, colchas multicolores, todo a mano. Con ella trabajan nietos, yernos y nueras.

Ana Mery todavía viste de luto por su esposo fallecido hace unos meses. Con el rostro marcado por arrugas y canas por el paso del tiempo, dice que desde los ocho años aprendió a tejer con hilo de algodón que sembraban y cosechaban en sus chacos. 

Heredó de sus papás el oficio
Sus padres le enseñaron a fabricar prendas chiquitanas, sobre todo hamacas, utilizando el peine, un instrumento de tablas lisas, palos y guatos donde se tesan los hilos para dar forma a las hamacas, colchas y cubrecamas que sacan a vender. “Somos una familia de tejedores. Mis hijos son siete, un hombre (maestro rural) y seis mujeres que han aprendido el oficio”, comentó.

Para la fabricación de prendas en su taller, adquiere hilos de Santa Cruz para hacer cubrecamas de dos metros de ancho por 2,80 m de largo, que vende a Bs 600. Teje hamacas multicolores de 1,20 m de ancho por 2,20 m de largo reforzadas y las vende a Bs 700. En una hamaca se utilizan cinco kilos de hilo blanco que se tiñen de colores usando un tubo de tinta para cada 300 gramos de hilo, por lo que utiliza 24 tubos de tinta por cada hamaca. 

“Puedo tejer hamacas de puro hilo blanco, como también hamacas con blondas, que le dan otra pinta o estilo, con un precio de Bs 1.500. Al mes, hago cinco hamacas”, contó.

Hace poco exportó a España 250 manteles tejidos y pintados al estilo chiquitano por un contrato con una mujer de ese país que visitó San Ignacio de Velasco. Ahora alista una carga de ropa de vestir tejida que enviará a Estados Unidos en abril.  
Ella y sus hijas participan de la Fexpocruz y se trasladan con sus propios recursos al stand de la mancomunidad de municipios chiquitanos. “Una hamaca de mi taller dura 10 años, no son como otras que duran poco”, asegura orgullosa.

Dice que uno de sus sueños es que el gobierno municipal los apoye y se consiga abrir una escuela de tejedores en San Ignacio para que su técnica no se pierda