Las dificultades de acceso al terreno y la escasez de equipamiento comprometen a los bomberos en situaciones de riesgo. Aun así, dejan sus familias para acudir a la emergencia

6 de octubre de 2020, 12:54 PM
6 de octubre de 2020, 12:54 PM

Álvaro Castillo (42) apremia a su equipo para salir cuanto antes para Chuquisaca. Cinco comunidades se encuentran en riesgo y requieren ayuda de emergencia y, como otras veces, la primera brigada de intervención rápida acelera su salida. Ultiman los preparativos del EPI (Equipo de Protección Individual) y de la alimentación para tener autonomía en el trabajo.

Es una situación recurrente. Ante cada llamado, ante cada emergencia, ya sea en la ciudad o para afrontar los incendios forestales, el equipo de voluntarios sale inmediatamente al lugar. A veces, no logran ni despedirse de la familia y lo hacen mientras están en ruta, a través de una llamada telefónica.

Van arropados por sus compañeros y protegidos por un equipo de trabajo que tratan de mantener lo mejor posible porque no saben cuándo lo podrán reemplazar. Junto a su entusiasmo, cargan la comida, en raciones envasadas, que les permita trabajar de forma autónoma.

En esta época de incendios se desnudan muchas realidades. Lamentablemente no se aprende de experiencias anteriores, pues año a año tenemos que explicar cuál es la realidad, pero siempre se olvidan. Son autoridades rotatorias”, explica.

Álvaro trabaja en la empresa eléctrica Guaracachi como responsable de seguridad industrial y salud ocupacional. Desde hace 22 años comparte su tiempo laboral con su compromiso de voluntariado en situaciones de riesgo. Le nace ofrecerse para ayudar. Quizá por ese llamado se animó a fundar las Unidades Urbanas de Bomberos y Rescate (UUBR).

Cuenta con el grado de Comandante gracias a su experiencia acumulada y a los múltiples cursos especializados de formación que ha realizado en Estados Unidos, Chile, Argentina, Colombia y República Checa. Buscan becas o apoyos que permitan a los voluntarios de UUBR mejorar su capacitación para alentar un mejor servicio.



En la línea de fuego

Más allá de las capacitaciones, Álvaro reconoce que no hay experiencia equiparable al trabajo en la línea de fuego. “Vivimos situaciones de riesgo extremos que muchas veces no se conoce”, confirma.

Es frecuente que los bomberos ingresen en los montes en busca de los incendios para sofocarlos. Esta acción, comenta, los deja en evidencia puesto que pueden quedar cercados por las llamas.

“La realidad es simple: si los incendios son un problema para controlarlos no es porque no sepamos cómo hacerlo, sino que se debe a que no tenemos los recursos disponibles para hacerlo”, comenta Castillo.

Como todo bombero conoce los peligros que supone avanzar sobre los fuegos, pero lo hacen porque carecen de equipamiento y apoyo para realizarlo de otra forma. Recuerda que días atrás, mientras trabajaban en la comunidad de San Marcos, en Postrervalle, se encontraron totalmente incomunicados para reportar su ubicación y situación.

Por eso, Castillo cree que las autoridades deberían colaborar con algunos requerimientos esenciales para que el trabajo que desarrollan pueda estar mejor coordinado y se garantice también su seguridad. 

Pide que los voluntarios, algunos de los cuales ya han participado en numerosas misiones de extinción, también participen en los comandos de incidencia. “Ponen al frente a personal de las Fuerzas Armadas que no siempre conocen cómo actúa un incendio”.

Las penurias que sufren en campo son recurrentes. Tras más de 12 horas combatiendo las llamas, apenas cuentan con una ración seca para reponerse antes de acostarse en el mismo suelo que metros más allá, sigue gimiendo por las llamas. “Una vez en campo, se aguanta todo”, comenta con resignación.

También hay momentos “de gloria”, cuando retornan a alguna comunidad y son recibidos con una olla de comida caliente para compartir. El agradecimiento y respeto de los comunarios es el combustible que les hace retornar, después de un descanso incómodo, al terreno en llamas.



Vocación de servicio

Actualmente, 90 jóvenes y voluntarios conforman las brigadas de UUBR. La mayoría, unos 70, se encuentran en la central de Santa Cruz. También se suman los destacamentos de San José de Chiquitos y Camiri, donde operan con 10 voluntarios en cada uno de los municipios.

Todos trabajan de manera voluntaria y no reciben remuneración alguna. Muchos de ellos estudian, otros trabajan como forma de sustentarse. Por eso, ante un llamado de los UUBR para desplazarse “en misiones de asistencia de largo aliento, se tramita el permiso de convocatoria de acuerdo a la Ley 3314 del voluntario”, aclara Castillo. Y si bien la ley resguarda el puesto de trabajo, deja a criterio de la empresa la retribución por las horas faltantes.

Como una unidad de emergencia, atiende las 24 horas del día en la capital cruceña, ante cualquier eventualidad que se requiera. Cuenta con dos líneas de teléfono (123 y 78187734) para la atención al público. También prestan otros servicios que permiten la sostenibilidad de las UUBR.

Tenemos alianzas estratégicas con empresas que deben cumplir las normativas que piden capacitación en primeros auxilios, seguridad empresarial, uso de extintores”, comenta Castillo. Estos cursos permiten cubrir las necesidades “mediante el intercambio de materiales y equipamiento que se requieren”, matiza.