La historia del joven soñador que se convirtió en director de cine, también incluye su faceta solidaria con los animales indefensos

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24 de septiembre de 2021, 6:00 AM
24 de septiembre de 2021, 6:00 AM


Mientras trabajaba en su puesto de CD del mercado Abasto y asistía a la escuela nocturna, a sus 14 años Edgar Ortega Carrizo tenía un sueño: realizar una película que reflejara su visión sobre nuestra sociedad. A pesar de su corta edad y las limitaciones económicas, en 2006 consiguió lo que se propuso cuando filmó Los tres hermanos rebeldes, película filmada en formato VHS.

Desde un principio, Édgar se propuso cumplir con su sueño, aunque era consciente de los obstáculos que debía sortear, debido a la falta de recursos.

En aquel tiempo no contaba con cámara propia y tampoco había realizado ningún estudio en el campo audiovisual, aun así, logró concluir su proyecto con la ayuda de sus amigos que participaron en la producción.

Los resultados fueron mejor de lo que esperaba: logró vender más de 1.000 copias de la película, recibió el reconocimiento de varias instituciones y una beca para estudiar comunicación audiovisual. Además, demostró su talento en la música al registrar su voz en un disco con canciones dedicadas a las madres.

Desde los cuatro años, cuando su madre falleció, aprendió a sobrevivir en la calle en diferentes ciudades del país, con el sueño de llegar a la pantalla grande algún día. “De cargador y vendedor ambulante me convertí en cineasta. Es como si un día hubiera estado vendiendo verdura y gelatina y luego hablando con cineastas de jerarquía como Marcos Loayza”, comenta. Así fue, Édgar creció en el ambiente del audiovisual boliviano y dirigió su ópera prima Vivir contra el tiempo, además de haber tenido la oportunidad de participar en diversas producciones como asistente.

Otros sueños

Los sueños también nos llevan por otros caminos y nos dan la oportunidad de ser felices de diversas maneras. Como la vez en que, siendo un adolescente, se aventuró a producir y dirigir una película solo, Édgar salió a la calle, en lo más duro de la pandemia, y se lanzó a la tarea de rescatar perros, gatos y animales que sufrían por el abandono, el hambre y la indiferencia de la gente.

“Nadie hacía nada por ellos y se estaban muriendo. Encontraba perros con un tumor colgándole del vientre, otros agonizando en los canales o en las veredas. No podía ante semejante imagen y decidí hacer algo. No me podía resignar a que su fin llegue de esa manera ni aceptar que en una ciudad tan grande exista tanta indiferencia”, expresa.

Así nació Refugio de Angelitos Édgar Ortega. Actualmente cuenta con tres lugares donde los animales reciben cuidados. Uno es el refugio en la avenida Virgen de Luján, donde conviven cerca de 50 perros y gatos que se encuentran en mejores condiciones de salud.

También consiguió que un veterinario atienda a los animales que están en etapa crítica de salud.

Y el tercer lugar es otra veterinaria que los asiste cuando salen de ese cuadro y se le brinda los cuidados y el seguimiento respectivo a su estado.

Ortega ha sabido ganarse la confianza de vecinos, veterinarios y personas a las que solicita ayuda. Su acción es sin fines de lucro y con la única intención de salvar y dar calidad de vida a los animales.

Para ello ha tenido que usar de sus propios recursos, incluyendo parte del presupuesto que tenía destinado para su próximo proyecto audiovisual.

Todo eso es parte de sus preocupaciones diarias. También está al tanto de socorrer a los caballos que llevan cargas por la ciudad y que son maltratados. Espera que las autoridades hagan cumplir la ley que protege a estos cuadrúpedos, pero también exhorta a la gente a que no los use en este tipo de oficio.