Al pasar las cuatro décadas cuesta encontrar trabajo, sobre todo si son personas no especializadas. Las empresas reclutadoras consultadas confirmaron que los contratantes tienen ciertas exigencias, independientemente de la norma

11 de julio de 2022, 7:26 AM
11 de julio de 2022, 7:26 AM


Se habla mucho de niñez trabajadora, de la juventud desempleada, de las brechas salariales por razón de género, pero lo que poco se aborda es que quienes cruzan la barrera de los 40 años de edad encuentran cada vez más obstáculos para generar ingresos.

Lo sabe Glenda Algarañaz (48), quien luego de su último trabajo estable como asistente de oficina, hace más de cinco años, no logra encontrar una ‘pega’ que le garantice las mínimas condiciones de un buen vivir.

No le queda duda de que su edad es un impedimento, ya lo ha comprobado. “Todo iba bien, hasta cuando dije mi edad y me respondieron que el puesto ya había sido tomado. Pero le pasé el mismo dato a mi sobrina, y a ella sí la tomaron”, cuenta.

Lo mismo sucede cada vez que escribe por WhatsApp, cuando hay una convocatoria en redes sociales. Asegura que se da la retroalimentación, pero que una vez dice su edad, ahí culmina el chat.

En uno de los trabajos temporales que consiguió en una tienda de calzados, ubicada en un mall, duró tres meses. Ella cree que influyó que no la podían “ningunear como como a las otras”, a pesar de que hacía labores adicionales a la atención al cliente, como desempolvar la tienda, aspirar y acomodar los productos”. Hoy se ayuda con la venta de empanadas.

A Julia (pidió no dar su apellido), de 62 años, le va peor. Cubana de nacimiento, licenciada en Teología y Economía del Trabajo en su país de origen, solo ha podido generar ingresos con la limpieza de casas y la venta de sándwiches. Ella vive del día a día.

“Creo que hay una discriminación muy grande porque hay personas con más de 60 años con la capacidad, tanto mental como física y espiritual, para ser empleados en cualquier trabajo para el que hemos estudiado y tenemos experiencia”, lamenta.

Según ella, cuando llega a un lugar donde supuestamente tienen la plaza vacante, al verla y confirmar la edad, todo cambia. “Argumentan que el puesto debe ser ocupado por gente de 35 o máximo 40 años”, suspira.

Un recorrido visual por las distintas plataformas confirma en parte estas afirmaciones. “Se necesita señorita de 35 años como máximo...”, dice la mayoría de las publicaciones. 

Esta situación sobre todo se repite en los trabajos menos especializados para mujeres, y en los que se paga el mínimo nacional. Trabajadoras del hogar, niñeras, cocineras, etc. con más de 40 años se encuentran con un muro: el de la edad.

En la opinión de Julia, las excusas para contratarla se producen, incluso, estando ella legalmente en el país. Cree que otra forma de discriminación está relacionada con su nacionalidad, y que se manifiesta en la recarga de trabajo, a diferencia de las personas nacidas en Bolivia.

“Los contratantes le explican a uno las funciones y horarios, pero cuando ven que uno tiene la habilidad y rapidez, y que es migrante, a los días cambian las reglas iniciales, aumentan las tareas y amplían los horarios. Es decir que dan la información por partes y de acuerdo a lo que pueden obtener de la persona, a veces al doble de lo inicialmente requerido”, comparte. 

También le ha pasado, a veces, que se dirigen a ella de forma despectiva, y que al no tener otra alternativa laboral en la mira, calla y sigue trabajando, “porque no queda otra, la vida está dura”, confiesa.

Ahora Julia vive en un cuarto en alquiler, solo tiene su cama. Sin cocina, heladera ni televisor. Solo espera la oportunidad de emigrar a un país donde la tercera edad tenga más posibilidades.

“Pensé que mi estadía en este país sería de bendición y prosperidad, pero no es así, nos ocupan en trabajos de baja remuneración y distintos a mis capacidades, pero tenemos que comer y por eso aceptamos. Me siento doblemente rechazada, por mi edad y por ser cubana”, se sincera.

A David Holguín (58) le va mejor, tuvo la fortuna de enterarse de una de las campañas de la empresa Roho, una de las pocas que se puso en campaña para contratar a personal ‘maduro’, especialmente en temporada alta de ventas, como Navidad. 

Aunque los contratos son temporales, con su buena labor, Holguín consiguió ser contratado como personal indefinido desde 2019. Es el único que permanece de esa campaña.

‘Gerardo’ (69) trabajó hasta el 30 de junio en Roho. Estuvo más tiempo del acostumbrado, pero decidió renunciar porque se sentía cansado, y además quería viajar y hacer otras cosas.
Con respecto a las contrataciones de adultos mayores, Daniel Serrano, jefe de Recursos Humanos de Roho, cree que es importante saber entrevistarlos y entender hasta dónde quieren llegar. Conoció muchas historias, algunas de las “que parten el alma” porque involucran necesidad económica.

“Vamos a seguir con este tipo de iniciativa, en octubre seguro ya empezaremos a buscar personal”, anunció. Sin embargo, dejó claro que también hay límites en estos casos, tanto de edad como de condición física.
Julico Jordán tenía más de 35 años cuando notó que sus amigos de la misma edad, con hojas de vida brillantes, ya empezaban a dar traspiés al buscar empleo.

Fue entonces cuando decidió emprender y montó su propia empresa de comunicación. “Lo hice mientras aún tenía empleo, del que me iba despidiendo, mientras fortalecía mi propio negocio”, cuenta su receta.


Reclutar gente

El abogado laboralista de la Central Obrera Departamental (COD), Sócimo Paniagua, dice que existen límites discriminatorios en la norma, con el argumento que ya no hay la misma capacidad de alguien de 30 o 25. “En las normas se ponen edades máximas y mínimas”, asevera.

La Ley General del Trabajo contempla la jubilación a determinada edad. Para Paniagua, surge un problema porque según la Ley 065 de Pensiones, a una persona a partir de los 65 años, la misma ley le quita todo el apoyo o blindaje que debería tener porque ya no tiene cobertura para asistencia médica, no aplica el seguro por enfermedad profesional o riesgo común, se trate de hombre o mujer.

Aclara que no existe figura legal para hacer procesos por discriminación laboral. “Aunque la ley contra la discriminación establece que uno puede hacer el proceso, pero los empresarios dirán que son dueños de la empresa y definen las edades admisibles, ellos tienen cómo defenderse”, aduce.
Rolando García, de Faro Consultores, con especialidad en contratación de personal, asegura que aunque no se ponga explícitamente en las convocatorias, las empresas establecen límites de edad. “Diríamos que es un límite de edad encubierto”, reconoce.
García piensa que hoy se considera más a la gente joven, primero por aspectos presupuestarios, ya que en puestos más operativos se puede sacrificar la experiencia, pero también para puestos donde se necesiten competencias digitales. “Y quizás se está dejando el rango de edad entre 35 y 40 años para puestos de dirección o muy especializados, que requieren maestrías, diplomados o alguna especialidad. Esto siempre existió en Bolivia”, asevera.

Tras la pandemia, García cree que probablemente se siente más la disminución del empleo, y las empresas están reclasificando o poniendo más requisitos para las personas que están contratando, y también están liquidando al personal antiguo, o más caro.
“Hay más tendencia al freelancer, que siempre ha estado ligado a la situación económica del país. Esta no es la primera vez”, opina.

Enrique Ferreyra, de Consulters Home, cree que hay un efecto poscovid que cambió la lógica en cuanto a la selección por la edad.
“En principio, la edad va a estar relacionada con el puesto de trabajo, y el que determina esa edad no es tanto la empresa, sino el segmento u objetivo al que se dirige esa empresa. Otro tema también tiene que ver con el esfuerzo físico. En resumen, la edad la determinan el cliente final y las características del trabajo”, argumenta.

Según Ferreyra, a veces las instituciones, por compensar a determinados grupos, generan un mercado laboral falso, porque por más que se hable de empoderamiento, lo que determina una contratación es quién trabaja mejor, decisión que cae en manos del empresario, no del Gobierno, que sí puede meterse en lo que respecta a las condiciones laborales.

“Discriminar es una palabra mágica de la que hay que cuidarse mucho. Discriminar es tratar a alguien como inferior, sin embargo, a veces se manipula el término”, reflexiona.