(VER VIDEO Y FOTOS) Llegó siendo una niña con sus padres. Trabajó desde muy joven, preparaba cuñapé, roscas y empanadas de arroz y maíz. Sus hijas aprendieron su oficio. Con 94 años goza del amor de su vasta familia

19 de septiembre de 2022, 15:50 PM
19 de septiembre de 2022, 15:50 PM

Mirar el rostro de doña María Jesús Torrico Roa es contemplar la madurez de la vida. Ella es testimonio vivo de la historia de la Pampa de la Isla, populosa zona de Santa Cruz de la Sierra que fue fundada con pocas familias allá por los años 60. A ese lugar, su terruño, llegó siendo una niña con sus padres, donde continúa hasta ahora con 94 años cumplidos, rodeada del amor de su vasta descendencia: 9 hijos, 31 nietos, 62 bisnietos y 3 tataranietos.


María Jesús (94) es una de las fundadoras de la Pampa de la Isla. Risueña, dulce, con una elocuencia que sorprende  / Foto: Ricardo Montero

Se casó muy joven con Juan Flores, como se acostumbraba antes. “Tuve mi primera hija a los 20 años en la maternidad de acá”, le dice a su nieta Marisol Añez, quien está sentada a su lado y le habla fuerte mientras se acerca a uno de uno de sus oídos para que pueda escuchar con claridad. Dice que no escucha ni ve bien. Pese a ello y a su avanzada edad es capaz de entablar una conversación fluida, de diferentes épocas de su vida, sin ningún inconveniente. 


Prueba de ello es que recuerda perfectamente sus días de trabajo en los que se levantaba de madrugada a hornear masas típicas que preparaba un día antes y las dejaba “madurando”, parte de su secreto que no tiene ningún reparo en revelar. 

Siete hijas y nietas mayores aprendieron su oficio, y en su momento fueron la única ayuda de doña María Jesús. “Traía leña en mi cabeza, señorita, porque mi horno era de barro. Me iba con mis hijas a buscar. Hacía empanada, cuñapé, roscas (de arroz y de maíz) y me iba con dos canastos a vender por la calle, uno en cada brazo”, concluye mientras vuelve a poner las manos sobre sus piernas. Al hablar, ilustra con gestos cada una sus frases. 

Junto a cuatro de sus hijas y cuatro nietas / Foto: Ricardo Montero

Ella se encargaba de moler el arroz para obtener la harina. Para media arroba utiliza tres kilos de yuca, manteca y sal. Al mezclarlos se forma una masa, a la que le agrega queso criollo rallado. En caso de ser empanada lo pone en el medio y luego dobla. Si es pan de arroz se arman bolitas y si son roscas se amasa en forma de gusano y se une en círculo. Al concluir, se pone aceite a la lata y va directo al horno.

“Los hacía en la tarde, y al otro día me levantaba a las tres de la madrugada para terminar y poner al horno. A las 7:00 ya estaba en la calle vendiendo. En media hora volvía sin nada”, cuenta con naturalidad. Pero su trabajo aún no acababa, en la tarde preparaba chicha y somó para vender, y los domingos hacía patasca. 

“Me iba con mis ollas afuera de un local donde había riña de gallos, lo vendía todo”, continúa la conversación a medida que el pequeño salón donde recibió a EL DEBER se fue llenando con la llegada de sus hijas, nietas y uno de sus pequeños bisnietos alrededor de una mesa larga. Una de ellas, con orgullo muestra el reconocimiento que le entregó la Asamblea Plurinacional en agosto de 2022 por ser una de las fundadoras de la Pampa de la Isla y por su trabajo como dirigente del barrio. 


La Asamblea Plurinacional le hizo un reconocimiento / Foto: Ricardo Montero

La entrevista se programó con una semana de anticipación, sus cuatro hijas estuvieron presentes, fueron convocadas por la nieta Marisol. Entre todas coordinaron la hora (16:00) y nos recibieron  para tomar el tradicional café de siesta con roscas de arroz y maíz, pan de arroz y queque. Todo preparado por una de sus hijas. Para tomar chicha fría, café, Toddy (chocolate en polvo) y leche caliente. Una muestra del calor de esta numerosa familia, cuya matriarca continúa regalándoles sus anécdotas, recuerdos y los ilumina con esos pequeños ojos, que forman parte de un rostro donde el paso del tiempo ha dejado sus huellas.