El rito andino se realiza en torno a negocios y casas. El incienso caracteriza a una celebración que se extiende en barrios y mercados

1 de marzo de 2022, 10:35 AM
1 de marzo de 2022, 10:35 AM

Desde temprano, el estruendo de los petardos se intercalaba con la música excedida de volumen. Es martes y el olor a incienso denota la Ch’alla. La tradición andina se vive con fervor en mercados y barrios de la capital cruceña. En sí, la celebración es una forma de agradecer a la pachamama los dones recibidos.

“Se trata de un acto espiritual que se materializa fundamentalmente en la ofrenda de la bebida, de la comida, de la música a la Pachamama (…) un tiempo de agradecimiento a la Madre Tierra”, explicó el sociólogo David Quispe en una entrevista a un programa televisivo.

La decoración exuberante y llamativa forma parte de la tradición, las casas, los autos y otros bienes materiales lucen con banderines, globos, confites… mientras el alcohol se hace presente. En muchos casos, los objetos forman parte del propio rito, y se quedan presentes a lo largo del día para compartirse entre los comensales.

La decoración con globos y con banderines forma parte del rito / Fotografía: Jorge Gutiérrez

La palabra ch’alla proviene de la lengua aymara y su traducción equivale a “salpicar algo con algún líquido”. La ch’alla, forma parte de las “prácticas comunes y hasta diarias en algunas zonas del país”, según explica el antropólogo Richard Mujica.

En el área rural, especialmente la altiplánica, se considera un ritual para pedir permiso a la Madre Tierra y a la naturaleza en general para realizar algún tipo de trabajo. “La mayoría de las actividades que se llevan a cabo a nivel comunitario, incluso familiar, empiezan con una ch’alla”, señala Mujica.

La celebración se centra en torno a una mesa dulce que se ofrece a la Madre Tierra. Durante la mañana, deberá consumirse por el fuego como parte de la ofrenda. “Si hacemos un desmontaje de esta mesa dulce, contiene elementos vegetales, incienso, k’oa; minerales como la representación de la plata y el oro; animales como el cebo de la llama. En suma, la mesa representa la síntesis de una realidad que no es solo andina y que es símbolo de agradecimiento”, explicó Quispe. 

Esta costumbre, de origen rural aymara, se ha extendido a todo el país. El sociólogo considera que esta naturalización del rito se justifica por la migración de gente que práctica esta tradición y la enraíza en sus futuras generaciones.  



La quema de las mesas simboliza la ofrenda a la pachamama / Fotografía: Jorge Gutiérrez

La ch’alla se ubica en el “jallu pacha” o tiempo de lluvia. Desde la cosmovisión andina refleja una “lógica que significa la fecundación del padre a la madre y esto se visibiliza con la lluvia. Es la madre la que fecunda y en el tiempo de la ‘anata’ o tiempo del juego se ven los primeros frutos que la Pachamama ofrece”, explicó.

En la actualidad, el ritualismo de la Ch’alla ha contribuido a una enseñanza sobre la relación entre la naturaleza y las personas. Para Quispe, “hay un aprendizaje profundo porque nos olvidamos del cuidado que merece la naturaleza y este tipo de prácticas nos enseñan un reencuentro con la naturaleza”.  

La música forma parte importante de la festividad. En la capital cruceña, las amplificaciones universalizan los ritmos en una jornada que se mezcla con el Carnaval más internacional. En las áreas rurales del altiplano boliviano predominan las tarkas, los moseños y los pinquillos, matiza Mujica. De hecho, “estos tres son parte de los instrumentos que se usan en rituales para hacer un llamado a la lluvia”, señala.

“La tradición manda que viertas alguna bebida a la tierra, riegues coca, además de haber una k’oa y una mesa con dulces y misterios. De esa manera comienza ese permiso a la naturaleza, a la Pachamama, para invitarle esta k’oa”, comenta el antropólogo.

En las ciudades, donde los comercios se imponen sobre las actividades agrícolas, el sentido de la Ch’alla aporta un llamado a la prosperidad.

“Por eso ch’allamos nuestra casa, nuestro auto, nuestra computadora; para que todos los elementos o bienes materiales nos ayuden a prosperar”, explica Mujica.

El alcohol vertido a la tierra es una ritual muy anclado en la cultura andina/Fotografía: Jorge Gutiérrez