Los drogodependientes recorren gritando el recinto, para luego acurrucarse en cualquier esquina. Las visitas deben dormir una noche antes para conseguir un espacio en la fila

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24 de marzo de 2018, 4:00 AM
24 de marzo de 2018, 4:00 AM

Definitivamente en Palmasola se está escribiendo otra historia. Tras la toma policial ejecutada la madrugada del miércoles 14 de marzo, ahora el PC-4 o régimen abierto ya no tiene en su interior a los reclusos que en pos de la ‘disciplina’ aplicaban la violencia y las extorsiones hasta límites insospechados, ahora los pasillos que circundan los más de 30 pabellones lucen una imagen alejada del barrio con privilegios que todo el país cuestionaba.

EL DEBER recorrió por más de dos horas los ambientes donde se campeaban los hombres que a punta de ‘palo’ doblegaban a todo aquel que se opusiera a sus reglas y que ahora lucen desiertos, cerrados, como si nunca antes nadie hubiera ingresado a estos lugares para ser ‘interrogado’ y castigado.

Las ventas de ropa, los restaurantes con diferentes especialidades, las tiendas de abarrotes, los pequeños negocios de telefonía celular y hasta los puntos de venta de artesanías son solo parte del recuerdo. Todo está cerrado.

“Por culpa de ‘Oti’ (el reo Víctor Hugo Escobar, que lideraba el penal) y de sus colaboradores o banda de seguridad casi nos matan a todos. El día que la Policía entró fue de película”, comentó un interno, que estaba descansando en una de las catreras que están en los alrededores de la cancha de tierra. 

El hombre, que contó haber sido víctima de las extorsiones del grupo de Oti, agregó que todos en el PC-4 estaban sometidos a la violencia constante. “Oti tenía el control total, nosotros estábamos sometidos a chantajes y extorsiones todos los días, pero eso se acabó”, apuntó el interno, mientras miraba las pequeñas fogatas en las que ahora tratan de cocinar sus alimentos los reclusos.       

La afirmación del hombre, natural de Guarayos, que está purgando pena por un delito sexual, nos llevó a seguir la pista del humo que se levantaba en diferentes puntos y espacios cercanos. Al pasar por los pasillos, se constató que en todas estas vías internas había fogatas y ollas puestas sobre piedras o pedazos de ladrillos donde los internos trataban de cocer un poco de arroz o al menos algunas papas. 
Frente a la cancha de fútbol, la angustia por comer se ve reflejada en un pabellón precario, donde al menos 20 internos tratan de compartir un charque, que están cocinando en el fuego junto a otras legumbres.  

Son tantos los lugares donde la gente preparó sus fogatas, que ante la falta de espacio un recluso optó por colocar sobre su carretilla las brasas. Frente a esta realidad, un nuevo problema se ha presentado, ya que la madera para armar las fogatas ya está por agotarse.
Ante esto, los reclusos tuvieron que destruir algunos muebles vetustos, como catres y sillas, que junto con los pedazos de madera vieja de las carpinterías son el combustible de sus alimentos.

Los primeros días después de la toma del centro, el ‘rancho’ para los internos llegaba entre las 14:00 y 15:00. “Hoy está llegando más temprano, alrededor de las 13:30, pero lo que nos dan es lamentable, es mejor no hablar de eso. Debido a esta situación hemos pedido que nos permitan ingresar las garrafas para poder prepararnos algo”, mencionó un recluso, que estaba cerca de la iglesia evangélica Emaus, espacio en el que duermen cientos de personas que no tienen dónde pasar la noche.

El temor a la violencia

La presencia de los drogodependientes en el régimen abierto ha sido una realidad permanente, pero ahora su número y su presencia se han convertido en un problema que ha comenzado a golpear.

Estas personas deambulan por todo el penal. Su aspecto los delata, son personas de una contextura cadavérica, que descalzos o con chinelas corren como locos gritando que tienen hambre u otros tantos improperios. Los internos y los policías, que ingresan de tanto en tanto hasta dentro del PC-4, como no ocurría antes, han vetado la presencia de estas personas en el ingreso, ya que temen que puedan atacar a alguna visita en busca de dinero para saciar sus ansias por consumir droga.

El síndrome de abstinencia los está consumiendo y luego de sus gritos y carreras se acurrucan abrazando sus piernas en cualquier esquina o pedazo de pared del lugar de su encierro.

Las autoridades penitenciarias y la Policía calculan que los drogodependientes superan las 200 personas, dentro de una población carcelaria que está cerca de las 5.000 almas. “Están desesperados y como adentro ya no hay nada, se portan agresivos y hay peligro que asalten a las visitas porque ya no aguantan sin la droga”, comentó un recluso, mientras miraba a un grupo de personas jugando pelota en la cancha de fútbol, donde miles de individuos fueron apilados el día de la toma policial.

Largas colas y más control

Lo que antes era cuestión de dinero y de influencias para ingresar de manera rápida al penal, ahora se ha convertido en una larga carrera de resistencia que pasa por pernoctar en las afueras del recinto carcelario y tener la suerte de pasar el portón metálico de ingreso.

Hay desesperación por ingresar, mientras otra fila es formada por abogados, personas que integran con comisiones de diversas instituciones y personas de la tercera edad. En ambas filas hay discusiones y disputas por ingresar.

Los controles son más rigurosos y la presencia policial es más intensa. Agentes en motocicletas ingresan y salen del recinto, lo mismo que camionetas y patrullas, ante un murmullo de gran cantidad de personas que pugnan por ver a sus familiares y dejarles provisiones suficientes. 

Ahora, en ninguno de los ingresos se paga nada, ni los Bs 5 que recibían los policías del acceso principal ni los Bs 5 que se debía volver a cancelar para quienes estaban en las puertas de los pabellones, como el del PC-4, donde hace más de una semana todo cambió.

En el PC-4 ya hay titular electoral

El interno Pedro Vargas, recluido en régimen abierto, fue nombrado presidente del Comité Electoral con miras a las elecciones de los delegados de pabellones del PC-4 y del máximo representante del lugar.

Después de que Víctor Hugo Escóbar, conocido como Oti, fuera trasladado a La Paz y radicalizaron las medidas de seguridad y control en Palmasola, ayer se eligió a los miembros que administrarán los comicios de los reclusos.

El nuevo gobernador del recinto penitenciario, Ronald Mercado, confirmó que los internos del PC-4, de manera oficial, mediante una carta, solicitaron la convocatoria a elecciones. El jefe policial indicó que las elecciones se realizarán porque así establece la ley del sistema penal. 
Sin embargo, aclaró que se debe cumplir primero con los plazos determinados en las normas, por lo que la realización de las elecciones puede ser posible en unos 10 días. 

Se elegirán delegados de pabellones y un responsable general, pero ya no habrá encargados de disciplina y seguridad con chalecos negros.

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