Este centro cierra sus puertas el 31 de marzo y las 89 personas, entre 19 y 57 años, que viven en el lugar serán trasladadas a otros hogares. Una veintena, que son los que tienen discapacidad leve son los que más sufren con este cambio

El Deber logo
28 de marzo de 2022, 4:00 AM
28 de marzo de 2022, 4:00 AM


Las canas van ganando espacio en la cabellera de Mónica, una mujer de 47 años que mantiene la dulzura de una niña y que ahora está asustada por el cambio que debe enfrentar ante el cierre del hogar Teresa de los Andes, que la cobija desde hace más de 30 años.
Al escuchar hablar del cierre del centro, aprieta la cintura de Ruby García, una trabajadora social de ese lugar, y de inmediato en silencio deja correr sus lágrimas. 

Mónica llegó al hogar cuando solo tenía 16 años y fue trasladada de otro centro que tenía sede en Montero. Desde entonces vive en el pabellón San Francisco, donde están las personas con daños menos severos. Ella ya ha vivido en carne propia el cambio de hogar, por eso es que sufre al pensar que nuevamente deberá recomenzar.

Ahora está sola, al principio uno de sus familiares la visitaba de vez en cuando, pero después quedó con las personas del pabellón a quienes acogió como familia. Allí aprendió a tejer carteras, toda vez que realizaban cursos como actividad de recreación y, de forma paralela, estudiaba y ayudaba en las tareas de limpieza.
Mónica es una de las 89 personas que pasó su vida en el hogar Teresa de los Andes, que ahora está obligado a cerrar porque arrastra una crisis económica que se profundizó desde 2015.
Esa situación llevó a fijar el 31 de marzo como fecha para el cierre de sus puertas. Ahora las autoridades están tratando de abrir espacios para reubicarlos en otros centros. 

Para concretar el traslado deben tomar en cuenta la situación de cada uno, porque en el hogar hay hombres y mujeres entre los 19 y 57 años que tienen distintos grados de discapacidad intelectual o física o Síndrome de Down.
Unas 25 personas son las que más entienden lo que sucede, por lo tanto, el anuncio de cierre los afectó emocionalmente. 

Los que todavía aguardan una esperanza de continuar son los trabajadores, pues creen que a último momento se puede encontrar una solución, aunque quienes administran el centro son más realistas.
Uno de ellos es el hermano, Fausto Salamanca, quien confirmó que “no hay nada que se pueda hacer y la solución es cerrar”.
El hermano agrega que desde que los internos conocieron sobre el cierre del hogar tuvieron que ampliar el tiempo de las sesiones sicológicas, porque muchos enfrentan angustia y tristeza.

Intentan enseñarles a lidiar con la separación que tendrán que enfrentar.

Este centro atiende a personas con capacidades especiales. Algunos fueron abandonados por sus familias en la puerta del hogar o en hospitales con una nota. Otros sufrieron más todavía, pues los introducían en canastas a las que les ataban cuerdas para pasarlos por encima de los muros. Las mascotas del hogar eran las primeras que se percataban de la presencia de los nuevos pacientes. 

Destrezas que desarrollaron
A todos los que tienen menor grado de discapacidad les ayudaron a desarrollar algunas destrezas. Uno de ellos es Paúl, quien en la escuela de educación Alternativa a la que asiste aprendió a pintar cuadros en lienzo. Aunque no habla, sonríe cuando mencionan su habilidad en la pintura. Uno de los cuadros que lo enorgullece es el que dejó en la dirección del centro, donde muestra un jarrón con una variedad de flores. 

Paúl llegó al hogar a sus 13 años. Tenía familia en el municipio de Cotoca, pero poco a poco dejaron de visitarlo como sucede con otros 25 que viven en este hogar.
Paúl también hace de guardia en el hogar, pues acostumbra a dar sus rondas y alerta a través de señas cuando observa algo extraño. 

La trabajadora social comenta que la Policía entregó un reconocimiento a Paúl por esta destreza que desarrolló y eso le agrada recordar a este joven de 32 años. Cuando ella menciona una fecha equivocada de la condecoración, Paúl cruza los brazos en señal de desaprobación aguardando que diga el año correcto, porque sabe muy bien que fue en 2017.
García remarca que actualmente el hogar cuenta con más de 53 trabajadores, todos cumplen funciones por varios años, por lo que entienden, sin necesidad de palabras, cuando alguno de los pacientes necesita algo. “Algunas trabajadoras incluso amamantaron a los que llegaron cuando eran bebés”, recuerda García. 

Nicolás es otra de las personas que vive en este hogar. Tiene 47 años y es el atleta del grupo, por eso viste una solera naranja y tenis, de su cuello cuelga un chisguete. Él tiene discapacidad mental moderada, pero entiende el futuro del hogar y busca tranquilizar a sus compañeros.  “Tranquilos hermanos, todo estará bien”, les dice.

Otro de los internos es Ariel, que camina de un lado a otro y al ver a visitantes, desde lejos grita: “tía, que bueno que nos visita”. Cuando se acerca brinda un caluroso abrazo.
Él llegó al hogar en 2011, cuando era solo un adolescente y se adaptó rápidamente.

 Ahora merodea los distintos espacios del hogar, como si fuera el encargado de brindar la bienvenida.

Sus emociones parecen una montaña rusa. Segundos después de estar alegre, se quiebra, abraza a uno de los visitantes y le comenta que desde hace un año ninguno de sus familiares acude a verlo.

La trabajadora social explica que Ariel, al igual que otras 22 personas, tiene una tendencia siquiátrica, por lo que requiere medicación.
La mayoría de los que cuentan con una familia, no tienen recursos para sustentarlos y se vieron obligados a buscar la ayuda en el hogar. 

En el pabellón San Francisco conviven 26 personas, de las cuales 18 se alimentan con comida común y el resto requiere seguir una dieta especial con vitaminas y suplementos. 

Con daños más severos
El hogar está dividido por pabellones, además del San Francisco, está San Camilo. Este último alberga a cerca de 20 personas, entre hombres y mujeres, que tienen discapacidad severa. Muchos no pueden levantarse de la cama y ocupan pañales. Durante el día cuatro mujeres y un varón, son los responsables del grupo, se encargan desde la alimentación hasta llevar a los pacientes a los baños. En la noche solo una persona se queda de turno.

De todo este grupo, solo una persona se alimenta sola, el resto requiere ayuda, pues no se pueden mover. En el hogar también hay un hospital, donde están los que se alimenta por sondas y requieren atención de forma permanente.

Una crisis de años
De acuerdo a la administración del hogar, cada persona demanda Bs 3.200 mensualmente para subsistir, por gastos de alimentación, servicios básicos y pago de personal, entre otros.
El hermano Fausto confirma que el hogar mensualmente requiere $us 35.000, pero con donaciones y aportes solo logran cubrir $18.0000, por lo que las deudas aumentan cada vez.
Detalla que la deuda acumulada supera el millón y medio de dólares, por lo que es “insalvable” y por ello, desde 2021 se decidió el cierre, para lo que se conformó una comisión que se está encargando de la logística.
Agrega que una vez cerrado el hogar se buscará la forma de vender el terreno para pagar los sueldos y beneficios sociales que adeudan a los trabajadores, pero lamentó que ellos se retiraran de las mesas de diálogo.
El religioso hace un repaso de la historia del centro y afirma que desde hace seis años que está a cargo, no recibió a ningún paciente más, debido a que no se tiene condiciones económicas, pese a que en dos ocasiones intentaron dejar pacientes.
La anterior semana comenzaron a funcionar las mesas técnicas entre el personal del Teresa de los Andes y la Gobernación cruceña para definir los hogares a los que serán trasladados.
María José Miranda, directora del Servicio Departamental de Políticas Sociales (Sedepos) de la Gobernación cruceña confirmó que todos los pacientes del hogar ahora son mayores de edad.
Manifestó que ya se contactaron con instituciones para coordinar el traslado de los pacientes, lo ideal es que se mantengan juntos, en la medida de lo posible, pero aún se analizan las alternativas ante la proximidad de la fecha.