El policía Carlos Gutiérrez murió en la balacera de Eurochronos el 13 de julio. Una parte de la sala familiar se convirtió en un sitio de honor en su memoria

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15 de agosto de 2017, 4:00 AM
15 de agosto de 2017, 4:00 AM

Ha pasado más de un mes del oscuro día en que el miedo y la sensación de indefensión se hicieron carne en Bolivia, mientras el país entero presenciaba, casi en tiempo real y a través de las redes sociales, una brutal balacera para frustrar un atraco en la importadora Eurochronos.

Cinco personas perdieron la vida trágicamente la mañana del 13 de julio, en la esquina de las avenidas Irala y Velarde. Un policía, el capitán Carlos Gutiérrez Valenzuela; la gerenta administrativa de la empresa, Ana Lorena Tórrez Torrico, y los atracadores Adao da Silva Costa, Camilo Pinto y Ronny Suárez.
En Cochabamba, a más de 500 kilómetros de la avenida cruceña donde ocurrió la balacera, una familia tampoco ha dejado de llorar en estos 32 días. Es la gente a la que amaba y cuidaba el capitán Gutiérrez la primera víctima fatal de la balacera.

La casa donde creció el oficial está casi escondida al fondo de un pasaje sin salida de la avenida Circunvalación, a unas tres cuadras de la avenida Beijing. Es una vivienda mediana y sin lujos en la que habitan María Elena Valenzuela, la mamá del policía, y sus otros tres hijos, Ray, de 22 años; Daniel, de 20; y Josué, de 13.

Una parte de la sala familiar, cálida y de amplios ventanales, se ha convertido en un sitio de honor en memoria de Carlos Gutiérrez. Sobre dos mesitas en desnivel, cubiertas con manteles blancos, están cuatro fotografías grandes del capitán, vestido con el uniforme verde olivo, un sable, su grado policial en las presillas y las medallas al mérito y al honor que logró en sus siete años al servicio de la seguridad del país.

María Elena Valenzuela entra a la sala e intenta sonreír al saludar, pero su mirada refleja la pena que la ahoga. Ella admite que no come y que ha bajado de peso. “No tengo hambre. Perdí unos cuatro o cinco kilos”, dice. Pero su hermana melliza, Corina, cree que son muchos más.

Cuando le preguntamos cómo ha cambiado su vida en los últimos días, ella contesta que sigue en shock.

“No logro asimilar que mi hijo ya no está y que nunca más me va a llamar”, musita y las lágrimas corren imparables por su rostro. En casa, Carlos era llamado por su apodo. “Mi ‘Coki’ es el hijo que tuve de soltera. Su padre nos abandonó, pero mis papis me dieron su respaldo y me ayudaron a criarlo”, cuenta. 

Desde niño era muy responsable y protector. Soñaba con ser policía. “Yo le decía que mejor entre al Liceo Militar, pero él me respondía: No mamita, yo no quiero ser militar, sino policía”. Estudió en el colegio Urkupiña de Quillacollo, mientras vivieron en la casa de sus abuelos.

Cuando María Elena se casó y tuvo otros tres hijos varones, Coki compartió la alegría de su madre. Sin embargo, la relación de pareja se rompió y María Elena volvió a quedar sola. Y Coki, con su carácter emprendedor, luchador y optimista, fue su refugio y quien la impulsaba a seguir adelante. “Él me decía que no quería verme llorar ni triste”. Y se convirtió en el segundo papá y en un ejemplo para sus hermanos menores.

Con el trabajo de María Elena como auditora y con el apoyo de los abuelos, Coki egresó de la Academia de Policías de La Paz.

El policía fue destinado a Santa Cruz hace tres años y medio. Vivía en un garzonier alquilado y siempre que podía, fines de semana de descanso o feriados, llegaba a Cochabamba para ver a su familia. Él y su madre compartían su pasión por la morenada. Bailaban en La Pesada, de Transpequi (Transporte Pesado Quillacollo) , en Urkupiña.

“Él solía sacar sus vacaciones en agosto para poder bailar. Este año adelantó su descanso y en junio viajó a Estados Unidos a ver a mi hermana, a la que amaba mucho”.

La última llamada
Todos los días entre las 9:00 y las 9:30, el capitán solía llamar por WhatsApp a su madre. El 13 de julio no fue la excepción.
“Me llamó a las 9:07. Me dijo: ‘Hola ma, ¿qué estás haciendo? ¿Cómo estás?’, y luego de responderle me repitió: ‘Te vas a cuidar, ahorita estamos patrullando’, y colgamos”. Prometió llamarla después del almuerzo, pero ya no pudo hacerlo.

Tras despedirse de María Elena les avisaron que había un pedido de auxilio del guardia de Eurochronos y Carlos Gutiérrez condujo la camioneta para llegar más rápido. “Amaba manejar autos y motos”. En la camioneta viajaban otros tres policías más.  Al llegar a la zona del atraco, sus camaradas bajaron y los delincuentes empezaron a disparar contra ellos. Coki enfiló hasta la avenida Irala para cerrar esa vía, pero un proyectil le perforó la cabeza.

“Ya herido, la dirección se le fue sobre una jardinera y chocó contra un micro que detuvo su marcha. Yo quiero saber cómo sucedió todo. Sé que él era policía y que hay riesgos, pero no puedo evitar preguntarme: ¿por qué mi hijo? Siempre se van primero los buenos. La casa nunca más será la misma sin él”, dice, llena de dolor.

La Fiscalía cruceña ya tiene el informe del IDIF respecto del atraco, documento que se espera absuelva las dudas que hay sobre lo ocurrido y que hoy será entregado a los involucrados.