El arzobispo de Santa Cruz en la homilía de Todos los Santos destacó que hay muchas personas que son santos anónimos que trabajan por el diálogo y el respeto al otro

1 de noviembre de 2020, 10:27 AM
1 de noviembre de 2020, 10:27 AM

Durante la homilía, de Todos los Santos, el monseñor Sergio Gualberti, arzobispo de Santa Cruz, hizo un llamado para que la Paz, el respeto al otro y el diálogo se imponga ante conductas violentas como los conflictos, bloqueos y el vandalismo que solo buscan dividir.

Dichosos los que trabajan por la paz, los operadores de paz, los que buscan lo que une y no lo que divide, los que creen en la fuerza de los medios pacíficos, en el diálogo, en el respeto y en la escucha del otro y no en los conflictos, los bloqueos, los vandalismos y las medidas de fuerza. Ellos serán llamados hijos de Dios y lo son en realidad”, fueron las reflexiones del religioso.

Gualberti recordó que Dios habita en los puros de corazón, en las personas trasparentes y sinceras, donde no hay doblez ni hipocresía, que escuchan el grito de dolor de los pobres, que hacen fructificar la Palabra de Dios y que viven el mandamiento del amor y por ello conocerán el misterio de Dios y disfrutarán de su plan de salvación.

El arzobispo en la misa dominical precisó hoy de 1º de noviembre, se celebra la solemnidad de Todos los Santos y mañana la Conmemoración de todos los difuntos y remarcó que en Bolivia se toman ambas fiestas bajo la única denominación de “Todos Santos”, expresión del sentir de fe del pueblo de Dios que reconoce un vínculo tan fuerte entre vivos y difuntos que ni la muerte puede romper.

En cuanto a la figura de los Santos considerados perfectos, lejanos y con un comportamiento de vida ejemplar e inalcanzable, Gualberti sostuvo eso se debe a nuestro imaginario, que considera que el santo es aquel que tiene poderes sobrenaturales y que hace prodigios y milagros. Este criterio priva a los santos de su condición y de sus valores humanos, para presentarlos llenos de virtudes recibidas desde la cuna, como si fueran personas de otro mundo, dignas de admirar más que imitar.

Los santos son personas de carne y hueso como todos, hermanos y hermanas que viven como verdaderos cristianos en la historia cotidiana, que cumplen la voluntad del Señor, que entregan su existencia por el reino de los cielos, que aman a Dios y al prójimo y que viven con sencillez y humildad conforme a su propia vocación y condición de vida”, subrayó el arzobispo.

El religioso puntualizó que la santidad es un don de la gracia de Dios en la vita de la Iglesia, por eso, a lo largo del año litúrgico, se celebran las fiestas o las memorias de los santos, como ejemplos de fe y testigos de vida cristiana.

Sin embargo, aclaró que el texto del libro de Apocalipsis dice que, a parte de estos santos canonizados por la Iglesia, hay muchos más que gozan de la gloria del Señor: “una multitud inmensa que nadie puede contar”, “santos anónimos", que han vivido la santidad del pueblo de Dios, en el silencio y humildad de los quehaceres cotidianos.

Así el el Papa Francisco los define “los santos de la puerta al lado, de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios”, personas conocidas de toda edad y profesión, papás y mamás, familiares y amigos, que dan o han dado un claro testimonio de fe y de vida cristiana, entregada por la familia, la Iglesia y la sociedad.

Esos hermanos nuestros hoy nos invitan a ser santos, a seguir sus pasos y a centrar nuestra existencia en la única y auténtica Esperanza: Jesucristo, camino, verdad y vida. Él nos ha enseñado lo que significa ser santo a través de las Bienaventuranzas, el carnet de identidad de todo cristiano y el camino a la verdadera felicidad. Por eso, vale la pena releerlos y meditarlos brevemente”, resaltó Gualberti.