Como ejemplo, solo un productor de Guarayos perdió unas 40.000 plantas de piña, en Porvenir se quemaron unas 100.000 palmeras de asaí de exportación y en toda la Chiquitania se afectaron unos 4.000 árboles de almendra que se habían sembrado y no se sabe cómo será la producción del próximo año

9 de noviembre de 2024, 7:00 AM
9 de noviembre de 2024, 7:00 AM

Bernardo perdió 40.000 plantas de piña en Guarayos
Bernardo perdió 40.000 plantas de piña en Guarayos

Bernardo Moirenda Barba (32) aprendió a sembrar piña a sus 11 años, mirando a su padre, Gerbacio Moirenda Ativena, y este a su vez, del suyo, don Bernardo Moirenda Pérez. El primero logró tener una carrera como técnico agropecuario en la Fundación Colonia Piraí y con su padre tiene cuatro hectáreas de cultivo de piña en la comunidad Karugwatat +, a unos 30 km de Ascensión de Guarayos. Pero este septiembre la desgracia llegó traída de la mano del fuego, que arrasó con la mitad del suelo y con todo lo que había ahí, incluyendo sus piñas que estaban a dos meses de la cosecha, encaminándose a deleitar a los comensales de la famosa piña guaraya, en la Feria Nacional de la Piña, en este noviembre.

En ese fatídico mes de septiembre, el tejón y los monos no tenían qué comer, se aventuraban a salir del monte y se asomaban a los chacos para comerse lo que quedaba de la piña todavía chiquitita, pero que ya estaba dulce, según cuenta Bernardo. 

Solo de piña perdió unas 40.000 plantas, que dan 1 fruto al año (casi a los dos años de sembrada da su primer producto). Pero en esas cuatro hectáreas tenía también limón cambita, del que perdió unas 500 plantas que al año iban a dar sus primeros limones. De igual forma, sus árboles (serebó y mara) se quemaron, estima que perdió unos 130 de ellos, de cuatro años de edad, que tardan entre 15 a 30 años para tener un buen tamaño.

"El fuego saltó como si tuviera gasolina. La producción de noviembre y diciembre era todita de piña, ahora vamos a ver qué sale. Somos varias las comunidades afectadas, especialmente en Tierras Nuevas y Karugwatat +", cuenta todavía pesaroso, pero él mismo se consuela y se promete: "nos va a costar levantarnos, pero tenemos que seguir nomás, hay que volver a comenzar".

Su relato sobre los meses de fuego producto de los incendios forestales es estremecedor. Pasaban toda la tarde, la noche y parte de la madrugada luchando contra un gigante que los superaba en todo aspecto. "No tenemos agua de pozo perforado, solo hay un noque que está distante a 150 metros de donde estaban los cultivos, había que bajar con la mochila fumigadora hasta ahí", y cuando volvían recargados, el fuego se había multiplicado y consumía todo, incluso sus esperanzas: "no pudimos hacer nada".

"Aunque sea vamos a salvar la casa", dijo don Gerbacio, derrotado porque no se pudo hacer gran cosa, ni la ayuda de refuerzo logró llegar porque el camino estaba bloqueado por los árboles grandes de cusi, que se caían por las llamas y los automóviles no podían pasar. "En moto avanzábamos con miedo de que se nos caiga encima alguna rama ardiente", sigue relatando, diciendo que este año fue la primera vez que el fuego se entró a su propiedad.

Bernardo cree que solo en piña perdió Bs 175 mil, calculando que por cada una de sus 35.000 frutas iba a cobrar Bs 5, sin sumar lo que se gastó en limpiar el suelo para sembrar con la desbrozadora. Si a eso se le agrega las pérdidas en limones y los árboles, puede llegar a Bs 200.000, redondeando la desgracia.

Hoy Bernardo volvió a sembrar 5.000 plantines, trabaja bajo sistema agroecológico. No puede darse el lujo de lamentarse, tiene que seguir adelante.

A todo esto ¿de dónde salió el fuego? Afirma que los grandes productores queman, pero no saben hacerlo bien. "Solo se puede quemar después de tres lluvias, cuando la tierra está bien húmeda, pero medio cae una lluvia, ya se ponen a quemar, por eso es que se les sale de las manos". 

Paisaje desolador, luego del fuego que quemó las palmeras de asaí

Las mujeres son las encargadas de la transformación del asaí

Los recolectores de asaí tuvieron que convertirse en bomberos

Por cuatro meses en la comunidad indígena Porvenir, en el Bajo Paraguá, las 130 familias que se benefician de manera directa del procesamiento del asaí para exportación a Europa dejaron de recolectar para convertirse, muchos de ellos, en bomberos forestales y tratar de salvar aquello de lo que viven.

"Se dejó de trabajar en nuestra actividad principal que es el asaí y nos quedamos sin percibir por cuatro meses los ingresos de la recolección del fruto y de lo que nuestras mujeres procesan", dice Rolvis Pérez, resaltando que no han recibido un solo ingreso desde julio, lo que ha generado un impacto muy negativo en esta época en la que se vive exclusivamente del asaí. 

Por si fuera poco, reconoce que el fuego dejó tras de sí el trauma que se ha generado en cada uno, que tratando de sofocar los incendios sintió en carne propia la impotencia porque la ayuda llegó demasiado tarde. "El cansancio, el agotamiento físico quedó, la salud y el bienestar emocional fueron afectados y se vio morir mucha fauna, animales indefensos para los que el monte es su casa. Haber visto morir tantos animales es un trauma del que va a costar poder recuperarse", confiesa.  

El asaí que se cosecha en Porvenir se transforma mediante un plan de manejo forestal con certificaciones nacionales e internacionales, y eso fue afectado. Es la primera vez que saben de incendios por ahí, "siempre aparecían lejos de nuestra área de manejo, nunca habíamos sufrido esto en 15 años de trabajo", se lamenta Rolvis. 

Lo peor de todo es que se cree que el incendio forestal que afectó a unas 100 hectáreas fue a propósito, porque antes de ello, la gente de Porvenir estuvo ayudando a sofocar incendios en los límites del área protegida del Bajo Paraguá, a más de 80 km de Porvenir y "de un rato para el otro saltó el fuego, eso no puede suceder. No había llamas alrededor", denuncia Pérez, recalcando que de pronto solo en su área de manejo había fuego. 

"Después llegaron los peritos de bomberos a hacer la investigación y ratificaron que el incendio fue provocado. Hicimos denuncia formal a la Autoridad de Bosques y Tierra (ABT) en su momento (septiembre)", explica diciendo que era un paso necesario dentro del formalismo de su actividad que trabaja bajo la certificación.

Exportan pulpa de asaí y asaí liofilizado
Exportan pulpa de asaí y asaí liofilizado

No sabe si la investigación avanzó, mientras tanto el daño ya está hecho. Bajo manejo certificado tienen 40.000 hectáreas para cosecha silvestre del asaí y el fuego afectó unas 100 hectáreas, por lo que se quemaron unas 80.000 a 100.000 palmeras de distinto tamaño. Si cada una (en edad adulta) genera Bs 40 por el fruto y se quemaron unas 50.000 de estas adultas, la pérdida se cuantifica en Bs 2.000.000, aproximadamente. 

El asaí de Porvenir lo exportan a Europa (Francia, Alemania e Inglaterra), son unas 100 toneladas de pulpa y asaí liofilizado. Cosechan entre abril / marzo hasta septiembre /octubre. "Este año se trabajó solo hasta julio, de ahí todo fue incendios. Perdimos cuatro meses de zafra, por lo que no hemos cumplido los cupos pactados en los contratos para el extranjero, más bien que después de 10 años exportando han comprendido la situación. Si no, habríamos estado sujetos a pago de multas por incumplimiento de contratos y perjuicios", revela Rolvis,que lamenta que hayan generado una huella con los clientes, de que los incendios y el corte en la producción pueden volver a suceder.

"Vamos a tener que trabajar mucho para reivindicar esta situación. Más bien que se han ratificado los contratos para el año próximo. Vamos a surgir de las cenizas. Toda la comunidad está empeñada y tiene la esperanza de que nos podemos recuperar". 

La planificación y el trabajo siempre nos han identificado, seguiremos trabajando juntos en busca de un mejor porvenir", dice Glenda, la esposa de Rolvis.


Jeff Zelenski muestra las semillas de almendras de exportación
Jeff Zelenski muestra las semillas de almendras de exportación


Sequía e incendios se ensañaron con la almendra 

Mil quinientas familias en toda la Chiquitania se benefician de la recolección de semillas de la almendra de la que sus ancestros ya conocían sus bondades y beneficios. 

Hay almendros en todos lados, Jeff Zelinski (42) cuenta que además se han sembrado 70.000 árboles en más de 30 comunidades.

Su emprendimiento se debe a una triada que garantiza el éxito:
la ONG 4EverForest (trabaja con las comunidades para sembrar), Silvicultura Chiquitos (siembra y cosecha en lugares privados para exportación) y Baruvida (crea conciencia y desde Canadá vende en mercados internacionales).

Vino a nuestro país en 2018 y tomó la decisión de vivir aquí. Geólogo de profesión, ha estado en casi todos los países en Sudamérica, y la gente siempre le hablaba de Bolivia, diciendo que en esta tierra hay oportunidades. Llegó con la idea de encontrar algo y crear un futuro. No conocía la almendra y cuando supo todo de ella se decidió a sembrar y generar un mejor impacto

Ahora se considera un camba más. Hablando con la gente de las comunidades se dio cuenta de que había muchísima almendra, "ellos sabían su valor, su composición nutricional y que (su semilla) es muy sana. Es un árbol que tiene valor, es fácil de sembrar, de cuidar y de crearle mercados".

Sin cambiar el uso del suelo porque hay almendras en toda la Chiquitania, Jeff asentó sus ideas de reforestación. "Si sembramos árboles (cuya semilla goza de alta demanda en el exterior), esa tierra tendrá más valor y la gente sentirá menos presión para desmontar porque pueden ganar de esos árboles y esos bosques".


Así son los plantines de almendro que se han empezado a sembrar /Foto: Jorge Gutiérrez

La producción normal anual es de 40 mil kilos de semillas porque las obtienen de árboles silvestres. Los que se han sembrado, recién darán frutos el próximo año. A las comunidades que acopian las semillas se les compra en Bs 40 el kilo de almendra (650 semillas hacen apenas 1 kilo).

La mayoría de los árboles da frutos tres años después de ser plantados, algunos un poco antes. Al principio no producen tanto, pero Jeff hace notar que hay árboles de más de 100 años que siguen produciendo. Y lo más importante, el almendro "es resistente a la sequía, e incluso al fuego, sin olvidar que es la semilla más sana en el mundo".

Como se cosecha de junio hasta septiembre, tuvieron tiempo de recolectar las almendras chiquitanas, mientras que lo que se ha afectado por los incendios forestales es la producción futura, porque si bien muchos de los árboles resistieron a las llamas, no se sabe cuánto se han estresado, lo que redundará en los próximos frutos.

Esta vez la recolección fue un 25% menor de lo normal. La sequía y los incendios han provocado que se llegue a una producción por debajo de 10.000 kilos.

No solo se perderá en producción, también estuvieron bajo amenaza los chacos y las viviendas de la gente. "Era fuerte, yo tengo relaciones con estas personas, con ellos trabajo mano a mano, sembramos, cosechamos y acopiamos. Son mis amigos y ver sus chacos y casas quemándose es más fuerte que solo ver arder los árboles. Personalmente peleé con ellos contra el fuego. Ese momento todo se concentró en ayudar y ahora hay que pensar en cómo prevenir", dice el geólogo. 


Almendra para exportación, de la que también se está haciendo carbón /J. Gutiérrez
Almendra para exportación, de la que también se está haciendo carbón /J. Gutiérrez

En Monte Verde y San Ramón fue donde más afectaron las llamas, casi 4 mil árboles que sembraron quedaron vulnerables, aunque estos han demostrado desde el primer año de plantados, que son resistentes y resilientes.

Advierte que estamos cambiando el clima de la Chiquitania porque desmontar es lo peor, pues los árboles regulan la temperatura. Sin mencionar que la gente vive de la almendra, en invierno no hay mucho de dónde generar recursos, y es entonces cuando se puede ir a cosechar: "la almendra ayuda a sobrellevar el momento, y la gente sabe que vamos a regresar a comprar el producto cada año", subraya. 

La fruta que cae al suelo la comen los animales y dejan una cáscara que lleva adentro una sola semilla. Esa es la que recolectan e intentan aprovechar al máximo porque incluso a esa cáscara ahora la convierten en carbón que sirve para cocinar y fertilizar la tierra. Y de la semilla ya hay varios derivados, desde la que se vende como snack, hasta la que se manda a Canadá para darle un toque final, como convertirla en alcohol de almendra, harina, mantequilla, aceite, maquillaje y otros. 


Esta foto corresponde al infierno vivido el 29 de septiembre en Porvenir

'El arrasa-mundo'

En la Chiquitania han empezado a decirle al fuego de los incendios forestales 'el arrasa-mundo' porque lo destruye todo y no hay cómo detenerlo. Eso es lo que han padecido estos fatídicos meses de finales de julio a noviembre.

Al 'arrasa-mundo' lo precedió una larga sequía, no se vio caer una gota de agua en cuatro meses. Sus huellas quedan en el bosque, los chacos y hasta los patios de las casas. 

Para la almendra chiquitana este ha sido uno de los peores años. Se la cosechó en agosto, pero se puso en riesgo la cosecha del próximo año, hace notar Javier Coimbra, botánico y autor de la Guía de frutos silvestres comestibles de la Chiquitania. 

Su producción ha sido bajísima, tuvo una afectación severa, por ejemplo en Palmarito de la Frontera, que es un importante centro de acopio.

En Bajo Paraguá, por salvar el asaí, se luchó mucho contra los incendios, porque donde entró el fuego se perdió la cosecha de este año. 

"Muchas de las frutas florecen en época seca y si entra el fuego, se queman y ya no florecen. Retoñan recién para el siguiente año", grafica Coimbra, que repara en que la gente en el campo se alimenta de la fruta de la época que hay en los canchones, no es como en la ciudad que uno va al mercado y siempre consigue variedad. 

Dice que esa fruta que se perdió no se cuantifica en dinero, pero que el daño es importante, porque las personas en el campo se quedan sin comer las frutas que son un complemento de la nutrición que les va a faltar.

Chirimoya, pitón, paquió, turere, guayabillas, frutas de las pampas y campos, más que en monte alto, son también una parte poco visibilizada de lo que se llevó el 'arrasa-mundo'.