Un raspadillero, un vende somó, un limpiaparabrisas y dos vendedoras de dulces y de gaseosas nos hacen ver la realidad de lo que significa trabajar bajo el solazo

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25 de noviembre de 2020, 7:21 AM
25 de noviembre de 2020, 7:21 AM

La regional Santa Cruz y la red de estaciones agrometeorológicas de la Gobernación cruceña reportaron que esta semana no habría probabilidades de lluvias, pero sí una nueva ola de calor. Y sí, efectivamente, la temperatura de estos últimos días osciló entre 36 y 39 grados centígrados (aunque la sensación térmica superó los 40°) y daban ganas de no despegarse del aire acondicionado o saborear raspadillos para refrescarse. 

 EL DEBER salió a las calles para rescatar historias de personas que desempeñan oficios expuestos al solazo. Te presentamos cuatro historias de esos valientes sin capa. 

Rolando Carvajal, de 35 años, nacido en Potosí| Foto: Fuad Landívar

Le da color y sabor a refrescantes moldes de hielo

La muerte de su padre lo obligó a trabajar, por eso, sin pensar mucho dejó su natal Potosí para probar suerte en Santa Cruz, la tierra de las oportunidades. Así dice él. En ese entonces tenía 12 años, ahora tiene 35 y comparte su vida con una pareja y dos hijos. 

Para ganarse la vida empezó a vender limonada. Recuerda que entonces el vaso costaba a 50 centavos. Luego, en vista de los calorones característicos de Santa Cruz de la Sierra, se animó a vender raspadillos. 

Rolando confiesa que el calor es bueno, aunque admite que el hielo (su materia prima) se derrite de manera más rápida que de costumbre, pero en compensación vende entre 50 y 100 vasos de raspadillos en los días de más calor. 

Cuando el sol se esconde y las temperaturas bajan, este joven sigue su trabajo, pero deja de lado hielos y colores con sabores para vender hamburguesas en parques. 

Victoria Flores Ruiz, de La Paz, cria a sus nueve hijos con la venta de gaseosas y jugos

Victoria: "El calor mejora el negocio"

Victoria es de La Paz, pero desde hace 20 años vive en Santa Cruz de la Sierra. Se vino a buscar suerte y para ganar dinero, confiesa. Cuenta que su primer trabajo en la calle fue como canillita, luego agregó a su oferta gaseosas, jugos, energizantes, agua, maní, chipilo y otros productos. Tiene nueve hijos, que son sus razones para salir a vender sin importar el sol, la lluvia o las bajas temperaturas. 

Para ella, la época de calor es la mejor porque recupera y gana lo que en meses no pudo. Con este negocio ha mantenido a su numerosa familia y costeó los medicamentos para su esposo, quien padece de una enfermedad del corazón. 

Cuenta que ahora tiene mejores condiciones en su trabajo, principalmente porque sus hijos le ayudan a vender y porque pertenece a la Asociación de Vendedores Ambulantes Independientes 21 de Septiembre, que hace mucho mejor sus condiciones laborales. 

Juan Luis Sánchez, de 21 años, nació en Santa Cruz| Foto: Alejandra Arnez

Juan Luis Sánchez, de 21 años, empezó a limpiar parabrisas desde el arranque de la cuarentena rígida, para ganarse la vida y ayudar a su familia. Dice que al principio le costó, pero después le halló la vuelta al oficio. Actualmente, gana entre Bs 100 y 150 por día.  

Para Juan Luis, este martes fue un día agotador por el calor y porque tuvo que lidiar con el hecho de que el agua se seca rápido y tiene que llenar su cubeta varias veces para poder limpiar los parabrisas. 

Para paliar el calor del martes (37° grados) tomó bastante agua y descansó un buen rato. 

Anacleto Velásquez, 36 años, de Potosí| Foto: Fuad Landívar 

Anacleto combina la albañilería con la venta de somó

Cuando no está en una construcción entre ladrillos y cemento se dedica 12 horas a vender somó frío en un carrito verde que tiene una bocina peculiar. 

Los lugares favoritos de Anacleto para vender son los parques y cerca de los colegios. Una buena venta le significa reunir Bs 250 al día. 

Anacleto tiene 36 años, nació en Potosí y está casado.

Agustina Gutiérrez, tiene 45 años, es nacida en Cochabamba. 

Agustina vive hace 28 años en Santa Cruz. Llegó por una tía, la hermana de su mamá. Trabajó en Montero durante cuatro años. 

Desde hace 18 años tiene la venta de dulces, sobre el segundo anillo y avenida Tres Pasos al Frente. Primero trabajaba por la zona de la terminal ferroviaria, en el tercer anillo. De ahí la retiraron y tuvo que buscar un nuevo espacio. 

La idea de la venta fue de su esposo, Juan Carlos Lizarazu. De acuerdo a Agustina, la venta da para defenderse y costear sus gastos diarios. 

En los días de calor vende bastantes sodas y energizantes. Después de tantos años de trabajo en la calle dice estar acostumbrada a la exposición al sol y la lluvia. 

Trabaja 15 horas al día y se turna con su esposo o sus hijas de 16 y 20 años. Ella crió a sus hijos con la venta de gaseosas que le genera entre Bs 100 y 150 de ingresos por día.