Historias de superación y abandono marcarán la Nochebuena en Palmasola
Hay personas que han cumplido sus penas, pero no han dejado el reclusorio por falta de dinero para completar los trámites de excarcelación. El hacinamiento supera el 200%, mientras que la cantidad de presos preventivos está cerca del 70%.
La cárcel de Palmasola, con más de 9.000 internos, se posiciona como el recinto penitenciario más poblado de Bolivia. Para muchos reclusos, la Navidad se presenta como un día más en su lucha por sobrevivir mientras cumplen su encierro; para otros, simboliza un momento de esperanza y reflexión espiritual, acorde con la fecha.
Al ingresar a este recinto, se puede observar a internos artesanos exhibiendo una variedad de productos elaborados en madera, hilo y cuero. Estos reclusos, que han aprendido sus oficios dentro de la prisión, venden sus creaciones a los visitantes como una forma de contribuir a su propia subsistencia. Sin embargo, detrás de cada pieza, hay historias de desintegración familiar, abandono y la dura burocracia del sistema judicial, que se convierte en un verdadero calvario.
Esperanza detrás de historias
Pero, con miras a la celebración de fin de año y desde hace una semana, la Dirección de Régimen Penitenciario y la Policía pusieron en marcha un plan operativo especial. Las puertas del penal de Palmasola se han abierto para permitir la visita masiva de niños; hijas e hijos de reclusos, quienes llegarán a compartir la Nochebuena con sus padres.
Mauricio Romero, director departamental de Régimen Penitenciario de Santa Cruz, destacó que el objetivo de este plan es permitir que los internos pasen la Navidad junto a sus hijos y familiares, disfrutando de abrazos y momentos de unión. Los pabellones del penal ya están preparados para los eventos especiales que marcarán esta festividad.
Romero informó que la pasada semana, un grupo de pastores de una iglesia cristiana evangélica llegó al penal para distribuir 10.000 Biblias entre los reclusos. “Dentro del penal también tendremos una distribución de regalos. Aunque no es lo más importante, reconforta”, afirmó.
Asimismo, destacó que es fundamental que los internos vivan la Navidad con un sentido de esperanza. “Detrás de cada privado de libertad hay historias tristes que conmueven, pero también existe luz en medio de la oscuridad”, aseguró la autoridad.
Uno de los pastores que participó en la entrega de biblias compartió su experiencia con EL DEBER: “Nos sentimos satisfechos de ofrecer este material de esperanza, pero no buscamos publicidad. Lo hacemos en silencio, y eso es lo que realmente importa”, puntualizó la autoridad.
Trabajos en cuero como billeteras, carteras y otros se exhiben en la feria de navidad organizada por los privados de libertad| Guider Arancibia
Era alcohólico, hoy predicador
Uno de los internos, quien purga su condena en el PC-4 desde 2013, participó en la feria de artesanos en los pasillos de entrada a la gobernación. “Llegué aquí en 2013; no tengo familia, todos se fueron a España y Chile. Tengo una hija de 16 años, a la que dejé cuando tenía ella tenía cinco. Mi último hijo menor falleció”, relató con la voz entrecortada y lágrimas. Este hombre ha encontrado refugio en su fe y se aferra a Dios, mientras cumple su sentencia.
Otro artesano del PC-4, que lleva 16 años en la cárcel tras ser sentenciado a 20, aprendió a trabajar la madera en prisión. Antes había sido albañil.
Comenzó haciendo hamacas de hilo pero, ante la competencia, decidió dedicarse a la madera. Aunque hace 40 días la justicia le otorgó la libertad, no ha podido salir por falta de dinero. Está gestionando su ingreso al plan post-penitenciario, que implica recibir alojamiento proporcionado por una iglesia evangélica cercana. “No tengo nada, pero sigo sobreviviendo. Algunos de mis familiares han muerto. La justicia es burocrática; por 5.000 bolivianos llevo tres años encerrado”, comentó con resignación.
A los 13 años, debía haber salido de prisión, pero su situación se complicó. “Era alcohólico y por eso caí preso; nunca hice daño a nadie. Agradezco a Dios mientras viva. Para mí, caer preso fue una bendición, porque aquí aprendí sobre la fe, me bauticé y recuperé mi salud”, declaró con gratitud.
Otro interno, que llegó en 2021, ayuda en la oficina de la dirección penitenciaria. Aunque ya le han otorgado su libertad, le resulta imposible pagar una fianza de Bs 100.000, aunque le fue reducida a Bs 70.000. “Pasaré la Navidad como un día más. Tengo dos hijos y acabo de perder uno que era menor”, confesó entre sollozos.
Cada día ingresan visitas a Palmasola y pueden apreciar los diversos trabajos manuales realizados por los privados de libertad | Guider Arancibia
Mientras EL DEBER conversaba con este recluso, encontró a otro, un artesano que fabrica tallados y en ese momento estaba atento a las visitas para vender sus productos. A este interno, sentenciado a 13 años por violación, aún le quedan dos años. “Después de caer preso, mi familia se fue a Brasil en busca de mejores oportunidades. Aquí hago de todo; aprendí a trabajar la madera, el hilo y el cuero. Tengo un hijo al que espero ver y pasar la Navidad tranquilo con él. La vida aquí es dura y triste”, expresó, mientras las lágrimas surcaban su rostro.
En el recinto de Palmasola también existe un pabellón femenino, donde más de 500 mujeres cumplen condenas por diversos delitos. Según los registros de la Gobernación, los delitos más comunes entre las mujeres incluyen estafas y tráfico de sustancias controladas. La Dirección de Régimen Penitenciario, bajo la dirección de Mauricio Romero, también ha documentado conmovedoras historias de mujeres que, a pesar de sus circunstancias, han encontrado consuelo en la fe y la comunidad evangélica dentro del penal de Palmasola.
El pabellón de mujeres, al igual que el de varones, presenta historias tristes que asombran a las autoridades, pero también muestran admiración por la resiliencia de muchas que logran sobreponerse a sus adversidades. Muchas de ellas son madres; algunas han dado a luz en el mismo recinto, recibiendo atención en el microhospital, mientras que otras han sido trasladadas a centros estatales en emergencias.
Durante esta Navidad, las madres han comenzado a recibir a sus familias, especialmente a sus hijos. Algunas viven con sus pequeños en el interior del penal, puesto que la normativa establece que los niños de hasta seis años deben estar con sus madres, bajo condiciones de vigilancia.
Una mujer, que acaba de ser liberada tras seis meses de encarcelamiento, fue acusada de corregir a su hija de 12 años. “Un día me enteré de que mi hija tenía una conducta muy mala en la escuela y decidí llamarle la atención. Me preocupaba su comportamiento en casa”, explicó. En su testimonio, la madre afirmó que su hija, tras recibir la reprimenda, le avisó a su padre y le mintió, afirmando que ella la había maltratado físicamente.
“Es increíble no haber sido escuchada. Todo fue una mentira, y en tiempo récord me metieron presa. El juez me condenó a seis meses”, lamentó la mujer, visiblemente afectada.
Trabajos en madera para todos los gustos se exhiben en la feria artesanal de los reclusos de Palmasola | Guider Arancibia
Para la Nochebuena y las vísperas de esta festividad, la dirección penitenciaria de Palmasola ha coordinado esfuerzos con la Policía para aumentar la seguridad y facilitar el ingreso de las familias al penal. Desde la semana pasada, se ha incrementado el número de efectivos para garantizar un control más ágil y responsable, especialmente con la llegada de niños.
Este fin de semana, no solo familiares, sino también diversas organizaciones e individuos solidarios, acudieron al penal con regalos, productos alimenticios y otros obsequios. Se han reforzado las medidas de control para prevenir cualquier incidente, asegurando que la Navidad en Palmasola sea un momento de esperanza y renovación para los internos y sus seres queridos.
A pesar de las jornadas penitenciarias que se desarrollan cada año, en el penal de Palmasola existen algo más de 9.000 privados de libertad; además tiene 259% de hacinamiento y es uno de los penales con más crecimiento, de acuerdo con reportes de la Defensoría del Pueblo.
Cerca del 17% de los presos está allí de manera preventiva.