En la celebración del Tedeum por la efeméride de Santa Cruz, monseñor Sergio Gualberti convocó a los cruceños a ser responsables y dejar de lado el consumismo para priorizar a las personas, misma vía que deben seguir los presidenciables

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24 de septiembre de 2020, 14:07 PM
24 de septiembre de 2020, 14:07 PM

Con un 24 de septiembre atípico, que se ha visto afectado por dos hechos transversales en el último año (los 21 días de paro cívico y la emergencia sanitaria por el coronavirus), la Iglesia católica observa que los homenajes a Santa Cruz no se viven con una alegría plena e hizo un llamado a la solidaridad y a dejar de lado los modelos tradicionales de economía.

En la celebración del tedeum, monseñor Sergio Gualberti, arzobispo de Santa Cruz, dijo que, pese a todo, sigue viva la esperanza por la respuesta responsable y coordinada de las autoridades, por el respeto de las normas de la población y por el decrecimiento paulatino de la pandemia.

Sin embargo, indicó que el abrir paso a la flexibilización del confinamiento y dar lugar a la reactivación de la economía y la vida social, no debe significar el fin de un paréntesis para volver a los paradigmas de antes, como si estas duras experiencias no nos hubieran enseñado nada y no nos presentaran nuevos desafíos.

"La pandemia, además de muchas víctimas humanas, está dejando una sociedad y un mundo más injustos, desigualdades y pobreza. Se han desvelado carencias de estructuras sanitarias y educativas, situaciones preocupantes de pobreza y marginación, y el cierre de empresas y pérdida de fuentes de trabajoEste panorama sombrío no puede ser causado solo por unos meses de pandemia, sino por la ineficiencia y debilidad del modelo dominante y globalizado de la sociedad de mercado", manifestó el religioso.

Además, apuntó que este escenario antepone la economía sobre las personas y la creación, con un modelo que pregona el crecimiento ilimitado, acumulación de riquezas en manos de pocos y el híper-consumo, por lo que hay un llamado a las autoridades y a la población de buscar nuevos horizontes y más aun cuando una elección presidencial está en puerta, por lo que debe ser vista como una oportunidad para que los candidatos no se insulten o desprestigien, sino pensar en el servicio que el país les pide.

"Es urgente un cambio real en nuestra sociedad, donde el hombre esté por encima de los intereses del mercado. No es difícil descubrir la ideología de mercado, unida artificiosamente alrededor de la ganancia sin límites, por poderes anónimos y dominantes en nuestro mundo globalizado, un ídolo abrumador puesto de rodillas por un virus invisible e insignificante", señaló Gualberti.

Asimismo, expresó que hay que tener la valentía y la fantasía de construir el camino justo para integrar en el mundo el desarrollo, la justicia y la paz. Esto por encima de la economía dominante. "Esa economía mata, mata al Dios de la vida, condenándolo al silencio y a la indiferencia y arrinconándolo al ámbito del individuo. Hay que devolver a Dios la ciudadanía que le corresponde en la vida e historia de las personas, de la comunidad y de la sociedad", añadió el religioso.

Según la autoridad católica, al matar a Dios, la sociedad de mercado “mata al hombre”, porque no nos reconoce a todos como hermanos, hijos del mismo Padre, borra los derechos humanos, deshumaniza y degrada las relaciones entre iguales, sacrificando el hombre al ídolo de la economía. Ve que este sistema ha llegado al extremo de pasar de la explotación a la exclusión de las personas, consideradas descartes, porque las considera como sobrantes e improductivas. 

"El Señor nos pide una sociedad a medida humana y una economía solidaria. Digamos no al ídolo del crecimiento ilimitado, irresponsable y voraz que ignora los límites de la tierra y  aprendamos a vivir con menos para vivir mejor", remarcó.

Además, pidió que en las elecciones, emitamos un voto consciente, un voto que defienda los valores del Evangelio, del derecho a la vida y al desarrollo personal integral, nuestro y de todos; el derecho a la libertad, la democracia, la justicia y la convivencia pacífica con el respeto de los derechos humanos, tan ignorados y pisoteados en los últimos años.