Se declara actor en ‘primera línea’ porque con producción aporta a la seguridad alimentaria de la población nacional

8 de agosto de 2020, 19:11 PM
8 de agosto de 2020, 19:11 PM

En plena pandemia del coronavirus, mentalmente dice que se mira al espejo y se compara con policías, militares, médicos, enfermeras y todo el equipo de salud que, día a día, se exponen al contagio del virus para contener la propagación y salvar vidas. Guardando las distancias, así dice Isidoro Barrientos (45), en ‘primera línea’ enfrenté y vencí la enfermedad. Ahora, desde mi parcela, sigo abocado al oficio noble, el que me enseñó la escuela de la vida, cultivar granos para dar seguridad alimentaria, desde Santa Cruz, a mis hermanos bolivianos.
Su nombre tomó notoriedad cuando asumió la presidencia de la organización productiva que acoge a los pequeños productores del oriente (Cappo). Por motivo de la aguda pobreza en su natal Jarketayoj (Chuquisaca), a sus 12 años llegó a Santa Cruz y se afincó en Cuatro Cañadas. Allí, produce alimentos y también labra el futuro de sus hijas Verónica (20), Angélica (18) y María Rosario (15). Es papá y mamá para ellas.
Barrientos señala que el coronavirus, en un abrir y cerrar de ojos, les cambió la vida y los obligó, sobre la marcha, a implementar una reingeniería en sus hábitos. Describió que, si bien en la familia se mentalizaron sobre los riesgos del contagio del virus, carga con la culpa de haberlo llevado a casa. “No sé cómo me contagié. Cumplí con el lavado de manos y siempre salí con barbijos y mi alcohol en gel para desinfectarme”, dijo. 

Recordó que en junio, en plena cosecha de soya, empezó a sentir un leve dolor de cabeza que con el transcurrir de las horas se agudizó y diezmó sus fuerzas. El segundo síntoma fue el dolor de garganta. La pérdida del olfato y del gusto apresuraron la ida al médico. Le sugirieron hacerse la prueba rápida para coronavirus. Así lo hizo y el resultado fue positivo.
“Emocionalmente es un duro golpe, pero con mis hijas estábamos mentalizados que tarde o temprano nos tocaría. Nos aislamos los cuatro. Me medicaron, tomé ivermectina e hicimos vahos de hierbas medicinales naturales. A Dios gracias funcionó y así vencimos el virus”, recapituló. 

Antes de volcar la página de este tormentoso recuerdo, dijo que en la adversidad dedicó y compartió más tiempo con sus ‘tesoros’. Ahora somos más celosos con la bioseguridad. 

En lo que concierne a su actividad, refirió que la vida en el campo nunca más será igual por las dificultades de provisión de semillas, insumos, transporte y mercados para su producción. “Hay que enfrentar lo que venga, la agricultura no puede parar porque de nada servirá vencer el virus, si después la gente morirá de hambre por falta de alimento”, dijo.

Perfil

No nació en cuna de oro. La pobreza lo hizo desertar de su natal Jarketayoj, del municipio Icla, en la provincia Jaime Zudáñez de Chuquisaca. A esa edad, a Isidoro Barrientos la ‘escuela de la vida’ le enseñó a ser fuerte y tomar decisiones, una de ellas, aclara, la más importante, incursionar en Santa Cruz para forjar su futuro familiar y económico

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