EL DEBER estuvo en el lugar, donde el tiempo dejó profunda huella. Otros predios revertidos están en similares condiciones, y los anteriores dueños denuncian alquiler de tierras

30 de octubre de 2020, 22:09 PM
30 de octubre de 2020, 22:09 PM

Ronald Larsen murió en agosto, en plena pandemia, sin ser enterrado donde deseaba. “Quería que sus restos descansaran en la iglesia de Caraparicito”, dice uno de sus hijos, Duston Larsen.

El estadounidense, que llegó a Bolivia hace más de 40 años, y a quien el Gobierno de Evo Morales le revirtió su hacienda en diciembre de 2010, se fue de este mundo sin cerrar ese ciclo.

Hace 10 años, el predio privado de casi 15.000 hectáreas pasó a manos de los guaraníes, o eso se dijo, bajo el argumento de que se practicaba la servidumbre.

“¿Ustedes querían que le quiten las tierras?”, fue la pregunta a la esposa del capitán o mburuvicha de la comunidad Caraparicito, Simón Olmos, que se desmarcó de la conversación.“Fue cosa del Gobierno. Nos llevábamos bien. Él conocía a mi esposo, que se crio en el hogar de niños Stransberry, al que ayudaba el ‘gringo’. Como mi esposo es electricista, vino a trabajar aquí para hacer la instalación eléctrica en el hotel de Larsen. No fuimos nosotros los responsables, fue el Gobierno, pero como nos dijeron que el ‘gringo’ tenía 19 propiedades, lo demás no sabemos”, dijo la mujer, mientras a su lado se cocinaba a leña, en la tierra prometida del gas.

La casa de Olmos es una vivienda social, de las 60 que otorgó la gestión pasada en esa zona. Está situada a los pies de la hacienda de Ronald Larsen, también llamada Caraparicito, junto a la capilla de los deseos del ‘gringo’.

En el lugar, los diez años transcurridos hicieron estragos. Hay tres bloques de infraestructura, en el primero estaba el área social, con sauna y jacuzzi. Está ocupado por la familia de Hugo un guaraní que en algún momento fue monitor medioambiental de la petrolera que opera ahí.

Al ver a los extraños de la prensa por los alrededores, tomando fotografías, la esposa del indígena los sigue con la mirada desconfiada. Un poco más receptivo, y tras entablar conversación, el aludido lanza una confesión. “Nos usaron, no se trataba de los indígenas”, dijo.

A la pregunta de si la propiedad cumple la Función Económica y Social (FES), asegura que sí. “Yo tengo mi chaco de media hectárea”, defiende, pero solo ríe cuando se le insiste, ¿media hectárea sembrada de un total de 15.000? Y después guarda silencio.

En el segundo bloque, el de media docena de garzonier turísticos, habita otra familia que no estaba presente. La mayor parte de los espacios está inutilizada, le faltan paredes traseras, y uno de los cuartos se usa para depositar maíz. Atrás, un basural contrasta con el escenario rural.

El tercer bloque es el más dañado, con el techo y las paredes en ruinas, y hormigueros en la galería. La única habitación ocupada está en manos de un pastor evangélico, dicen los comunarios. En la puerta se parquea un Ferrari, del que juran es imitación.

La madera del corral se cae en pedazos debido al abandono. No se divisan cabezas de ganado, al menos no en la cercanía.

Los Larsen

“A los indígenas les dieron limosna, ni siquiera les guardo rencor porque los sometieron a un nivel de manipulación superior a su entendimiento; los comunarios no están al tanto de muchas cosas, además, hay muchos ‘paisanos’ que ni siquiera eran de la zona”, dijo uno de los familiares del ‘gringo’.

Según él, el predio está siendo utilizado por “tipos que alquilan la tierra, y que ni siquiera son guaraníes. Todo está basado en el tráfico de tierras, es el gran negociado en todo esto, estos tipos ganan por hectárea. Sé quiénes están alquilando, además hay desmonte ilegal”, denunció.

A la primera denuncia del tráfico de tierras, el familiar de Larsen suma la explotación petrolera. “La empresa del lugar construyó su procesadora de gas de 300 millones de dólares en nuestro predio”, apuntó.

Otros afectados

La reversión de la hacienda Caraparicito, de Larsen, fue la más mediática, pero no la única en esa parte del Chaco cruceño.

San Isidro y Buena Vista y Siforenda, de la familia de Gabriel y Roberto Chávez, también pasaron a nuevas manos. En total, se revirtieron más de 23.000 hectáreas.

“A los Chávez les quitaron todo su patrimonio, los dejaron en la calle”, dice André Larsen.

“Nosotros no fuimos tan mediáticos como los Larsen, pero nos brincaron con todo, me sacaron 60 policías camuflados que decían que íbamos a levantarnos en armas. Los tres días de desalojo tuve a los policías apuntándome, a mis primos les balearon la radio, les tumbaron las antenas, nos han abusado tanto, y se cubrían tanto que nadie informaba nada, y nada podíamos hacer porque estábamos sometidos y apuntados”, recuerda Babyl Chávez, uno de los afectados.

Según él, ni siquiera queda el cimiento, después de ser un caserón, y asegura que tiene fotos, ya que estuvo ahí hace poco. “Mi casa está destruida, hecha tiras, quedó el techo, los muros eran de piedra; las cabañas que tenía desaparecieron, es una desgracia, no hay ni producción”, dice Chávez.

Para Babyl, este proceso de reversión no ha sido solo del Movimiento Al Socialismo, dice que ya venía gestándose con otros personajes y algunas ONG. “Con todo ese bloque de propiedades ha tenido mucho que ver la petrolera. Nosotros sí somos campesinos, somos cinco generaciones trabajando en el lugar”, acusó.

Para él hay un tema “demasiado obvio”, se pregunta por qué solo a tres familias les revirtieron. “Si quiere irse al tema de la esclavitud, díganme quién en el campo paga AFP, y eso para ellos era causal de reversión, y con eso nos hicieron principio de relación servidumbral”, cuestionó.

Igual que Larsen, asegura que los guaraníes apenas están trabajando la tierra, y que otros ‘extraños’ son los que siembran. “Se están muriendo de hambre, no tienen ni para sal, les ha ido muy mal, al comienzo les metieron proyectos, les dieron insumos, incluso tractores. Nosotros sembrábamos hasta 300 hectáreas, ahorita no siembran ni 50, las huertas están deshechas. Ni hablar de la ganadería”, dijo.

Babyl Chávez recuerda que se quitaron predios a sus dueños, y que sin embargo las condiciones laborales cuestionadas las tenía todo el Chaco, además de Beni. “Solo nos usaron emblemáticamente para decir que se liberaba a los esclavos. Además, si hubieran usado la jurisprudencia en esto, habrían revertido 2.000 propiedades más de la zona”, adujo.

Un funcionario del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), que prefirió no dar su nombre, explicó que Larsen obtuvo sus tierras de forma legal.

“Entendemos que estaba enteramente trabajada, tenía buena infraestructura, incluso estaba haciendo un complejo turístico-hotelero cuando lo sorprendieron Almaraz y compañía”, indicó.

El funcionario no ve la ilegalidad en la posesión de Larsen, que estaba trabajando las tierras y con pleno cumplimiento de la Función Económica y Social. 

Duston Larsen, otro hijo de Ronald,  explicó a EL DEBER la propiedad fue comprada de la familia Donoso y que la hacienda Caraparicito es una de las propiedades más antiguas en la zona.

"El dueño original era Octavio Padilla, desde 1860 Caraparicito fue una  propiedad privada. Cuando murió, Padilla fue enterrado en la capilla original de Caraparicito, que era mucho más grande su límite actual, en aquella época era cerca de Lagunillas", detalló.

Duston Larsen agregó que su familia comenzó con un proyecto turístico que se llamaba Haciendas del Chaco. "Eran seis predios comprometidos a apoyar el proyecto con actividades turísticas en cada propiedad, como paseo en caballo, caminatas para conocer la vida del campo y su belleza natural", indicó.


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