Hablan de la necesidad de acudir al diagnóstico precoz para evitar el cáncer de cuello uterino, que es el tumor más frecuente y el responsable de la mayor cantidad de muertes en mujeres. Si se detecta a tiempo es tratable en un 100%

27 de marzo de 2022, 4:00 AM
27 de marzo de 2022, 4:00 AM


Las filas, las largas horas de espera, la peregrinación por una ficha y la falta de recursos para sus tratamientos es lo que se ve en puertas del Oncológico, que es un hospital de referencia para los tratamientos de cáncer.

Esto es lo que enfrentan las mujeres que luchan contra el cáncer de cuello uterino, que es el responsable del mayor número de muertes en mujeres en el país.

Cuatro luchadoras unen sus voces para pedir que no se deje de lado el control de prevención, porque esa es la única forma de detectar y curar este mal a tiempo.

También demandan una mejor atención y cobertura de tratamientos, pues reclaman que este hospital no abastece y el drama de los enfermos se agrava con las carencias que hay tanto de infraestructura, de equipamiento y de personal que complican los tratamientos.

Evelyn Burgos (34) está en su séptimo mes de embarazo y el especialista le dijo que no podrá iniciarle ningún tratamiento hasta después del parto, por lo que debe volver para hacerse una biopsia. “Me tienen que hacer de nuevo los estudios, porque ellos quieren descartar el cáncer en mi cuello uterino, porque hasta el momento tienen una sospecha”, explicó.

Ella señala que el último control que se hizo fue hace seis años, cuando tuvo a su primer hijo. “No me hacía el control, pero no tenía ninguna molestia ni nada, por eso no acudía”, informó.
Llegó desde San Ignacio de Velasco en busca de atención hasta el Oncológico. “Me dieron una orden para que me vea hoy el doctor, pero me dijeron que debo volver después de tres meses”, cuenta.

Evelyn ahora aconseja el diagnóstico precoz. “Es importante hacerse el papanicolau porque a veces de un momento a otro aparece el cáncer. Hacer el control permite diagnosticarlo y curarlo a tiempo”, indicó.
Desde Yapacaní llegó Susana Vargas (30) que está en tratamiento desde 2020. Recuerda que hace cuatro años se hizo por primera vez el papanicolau, pero en aquella oportunidad le dijeron que todo estaba bien.

 Luego de dos años volvió a repetir los estudios y los médicos le indicaron que su cáncer ya estaba avanzado. “Ya hice la primera de las tres quimioterapias que me indicaron y también me hacen radioterapia”, indicó.

Recuerda con mucho dolor el día que le dijeron que tenía cáncer de cuello uterino, pues en ese momento estaba sin ninguna compañía y se asustó. Se puso a llorar y en lo único que pensó fue en su hijo que ahora tiene nueve años. “No me molestaba nada, pero fui por hacer un control y ahí me detectaron”, dijo.

También está convencida de que hacerse los estudios preventivos es lo único que evitará desarrollar el mal. “Les pido que vayan a hacerse ver a tiempo, porque es feo estar así. A veces uno por vergüenza no va a hacerse el papanicolau”, advierte mientras espera la programación de uno de sus estudios en el Oncológico.

Para seguir al pie de la letra el tratamiento se queda donde su hermana, pues le es muy dificultoso trajinar desde Yapacaní. Una de las cosas que hace más pesada la batalla contra el cáncer es que debe pasar mucho tiempo alejada de su hijo, pues ella está metida entre citas con los médicos, con los laboratorios, con las quimioterapias y radioterapias.

Victoria Osinaga, de 55 años, esperaba el martes su turno para su control entre un gran número mujeres, que al igual que ella madrugaron para asegurar un espacio.
En junio del año pasado le extirparon el útero, a través de una histerectomía, porque los exámenes previos alertaron a los médicos de un cáncer de útero, en su fase inicial.

Asegura que siempre fue rigorosa con sus controles anuales, pero los últimos dos años se descuidó porque pensaba que con la edad el riesgo disminuía. La interrupción de los servicios durante los meses críticos de la pandemia fue otro factor para que postergue sus controles.

“Ya cuando fui, en febrero del año pasado, salí positivo al virus (de papiloma humano)”, cuenta.
Fue derivada al Oncológico, donde confirmaron el diagnóstico a través de una biopsia. El 7 de julio ingresó al quirófano para la cirugía.
Pensaba que la vida se le estaba acabando, pero afortunadamente el diagnóstico y tratamiento fueron a tiempo y ahora solo asiste a sus controles cada tres meses. No ha necesitado quimioterapia ni radioterapia, lo que la mantiene con esperanza de pronta cura.

Pide a las mujeres de cualquier edad no descuidar el diagnóstico, ya que el cáncer no discrimina sexo ni edad. “Las mujeres adultas mayores también debemos hacernos nuestro control, mejor si cada seis meses”, señala.

Victoria asegura que, además de la carga emocional de saber que cáncer invadió el cuerpo, lo que más agobia a los pacientes con cáncer son las colas y la peregrinación por la atención. En su caso tuvo que madrugar dos días para obtener una ficha en su último control.
Eso lo vivió también Martha, que el martes lloraba de dolor en puertas del Servicio de Emergencias del Oncológico. El dolor punzante de bajo vientre la hizo llegar de urgencia al nosocomio, pero habían pasado dos horas y seguía esperando por asistencia.

La mujer sospecha que el cáncer saltó a su matriz o algún órgano del sistema reproductivo porque el dolor se localizaba en el bajo vientre. Hace algunos meses fue operada de un tumor en la espalda, por lo que desde su centro de salud fue derivada nuevamente al Oncológico. 

Las estadísticas
El cáncer de útero complica la existencia de las mujeres, mucho más si ellas no acuden a un centro de salud a realizarse los exámenes correspondientes. Las estadísticas indican que en Bolivia cada día cuatro mujeres pierden la vida por cáncer de útero y es la principal causa de muertes de mujeres en el país.
En Santa Cruz, junto con el cáncer de mama, son los tumores más frecuentes en mujeres. En 2021 se diagnosticaron 1.249 casos nuevos de cáncer intrauterino. 

Un mal curable
El Virus del Papiloma Humano (VPH) es el responsable prácticamente de la totalidad de los cánceres de cuello uterino, así como de una proporción variable de cánceres de vagina, vulva, ano, pene y orofaringe: alrededor del 60 % de las neoplasias de vagina, el 40 % de los cánceres de vulva y pene, hasta el 85 % de los cánceres de canal anal y entre el 30 % y 70 % de los carcinomas de orofaringe.

La infección por el VPH no causa síntomas y, en general, se elimina espontáneamente. Las defensas de cada persona se encargarán de eliminar el virus. Por tanto, la mayoría de las infecciones durarán solo unos meses (o unos pocos años) y muchas de ellas pasarán desapercibidas.
Sin embargo, entre un 10 y un 15% de los casos el VPH no se eliminará y persistirán durante décadas. La persistencia viral es la condición necesaria para que aparezcan lesiones premalignas. Si estas lesiones no se diagnostican precozmente y no se tratan, puede aparecer un cáncer.
La capacidad de persistencia del VPH depende de múltiples factores: virales (el tipo de VPH o la carga viral), factores del individuo infectado (si este tiene alguna enfermedad o toma medicación que debilite su sistema de defensas) y factores ambientales (como el tabaco, el tipo de anticonceptivos que utiliza, el número de parejas sexuales, entre otros).
La prueba de papanicoláu o citología vaginal detecta precánceres, que son cambios en las células del cuello uterino que podrían convertirse en cáncer si no se tratan en forma adecuada.

 Si se detecta a tiempo la lesión precancerígena es tratable en un 100%.

Incluso, cuando el cáncer se lo detecta en un estadio temprano, la tasa de supervivencia a cinco años para las mujeres con cáncer invasivo es de 92 %, lo que resalta la importancia del diagnóstico temprano.

A propósito del Día Mundial de la Prevención del Cáncer de Cuello Uterino, que se conmemora cada 26 de marzo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) llama a los países a fortalecer la prevención, mejorando el acceso al diagnóstico temprano.