Sudamericanos, europeos y un árabe hicieron de este país su hogar temporal. Algunos se marchan en estas fiestas, pero a otros les tocó quedarse, y en ciertos casos extrañar y resignarse a las videollamadas como un medio de contacto

19 de diciembre de 2022, 7:36 AM
19 de diciembre de 2022, 7:36 AM

Hace 20 años que Ramón Freixa, experto en gastronomía y vinos, llegó a Bolivia. Quedarse en este país en tiempo navideño no es parte de su rutina. Por lo general retorna a su natal Barcelona a compartir con la familia, pero esta será su segunda vez lejos de los suyos.

Parte de su celebración será participar en la Misa de Gallo de la Catedral y disfrutar una lectura infaltable en la Nochebuena, el libro de Josep M. de Segarra, Poema de Nadal (Poema de Navidad). Se trata de fragmentos aprendidos casi de memoria por varias generaciones de catalanes. Es una evocación del misterio navideño, sencillo, folclórico, emocionado “y de notables valores morales plásticos y costumbristas y que se cantan en catalán como villancicos en todos los pueblos de Cataluña”, compartió Freixa.

Acepta que siente nostalgia de su madre y sus hermanos, pero ese día hará una videollamada para felicitarlos a la distancia.

Para traer un poco de sus costumbres al país que lo acogió, siempre arma un nacimiento con montañas de corcho, arena y musgo, el río de papel plata, María, José y el niño Dios, acompañados de la mula y el buey.

“Se puede poner luces, árboles, comer chancho o beber espumante, pero si en casa no está la sagrada familia en el portal de Belén, no hay Navidad”, afirmó.

Uno de los personajes (figuritas de barro) que no puede faltar en el portal de Belén catalán es “el caganer”, un aparcero que en cuclillas defecando al aire.

A muchos podría ‘chocar’ esta imagen, pero Freixa explicó que es catalanismo puro, esencia del pueblo y orgullo de la naturalidad que dice al pan, pan, y al vino, vino. Ni el rey de España, ni Messi, ni el papa católico se han salvado de aparecer en cuclillas, y defecando al aire.

En estas fechas no cocina, solo disfruta, y si estuviera en España, estaría armando su agenda de encuentros con ex compañeros de la Universidad de Navarra que regresan a Barcelona.

Ramón no es muy amigo de festejos en Año Nuevo, pero este 1 de enero viajará a Argentina para descansar y realizarse una cirugía para arritmias en el Hospital Austral.




Anderson Guerrero es ecuatoriano


Anderson Guerrero tiene 26 años y lleva tres años y medio viviendo en Santa Cruz. Nació en Guayaquil, Ecuador, donde se profesionalizó en Enfermería, pero actualmente estudia Comunicación Social en la Universidad NUR.

Es parte de la comunidad bahá’í y llegó a Bolivia para hacer servicio voluntario, a través de programas educativos. Recibe un apoyo para sus gastos personales en este oficio solidario.

“Me dedico a la coordinación de dos programas educativos que desarrollan potencialidades y capacidades para acción social en barrios, dirigidos a niños, jóvenes y adultos, en los barrios La Colorada, Libertad Norte y por la Mutualista, y fuera de la ciudad en San Julián y La Guardia”, contó.

Anderson confesó que “vive con soledad”, y que estas fechas son complicadas para él, ya que es segundo año que no regresa a su país.

Como miembro de la fe bahá’í respeta estas celebraciones, y las demás creencias religiosas. La familia de Anderson es católica, así que comparte los festejos navideños. Sin embargo, contó que los bahá’í tienen otras fechas conmemorativas, en marzo, cuando por tres o cuatro días, considerados de generosidad y camaradería, hacen mucha incidencia social.

No tiene planes en Navidad, inicialmente le tocará pasar la fiesta a solas en el cuarto que alquila, “encerrado, debido a que es un espacio más familiar”, opinó.

No descarta que alguien lo invite a alguna cena, confesó que no quiere estar solo y en modo triste, porque está acostumbrado a celebrar la Navidad con su familia. “Hay sentimientos encontrados, ellos están juntos, llamando, esto me pone en una posición de no estar tan alegre”, asintió.

Para Anderson, no es fácil estar entre dos mundos, extraña su cena de mariscos. A diferencia de Bolivia, dice que el Año Nuevo allá es más hogareño, y que existe la costumbre de quemar el monigote, que simboliza el año viejo.

Tampoco tiene planes para el 31. De los tres años y medio que lleva en Bolivia, dos pasó solo, dice que se fue a acampar fuera de la ciudad, y que también lo invitaron a una cena.

Y aunque es más duro de lo que pensó, disfruta estar como extranjero en Bolivia. “No imaginaba nada de lo que vi al llegar, me engancha la hospitalidad. Puede que me quede, si aparece el amor de mi vida, depende de muchas cosas, oportunidades laborales, etc.”. Hasta ahora, le ha tocado hacer de todo para cumplir con su gusto por los viajes, desde realizar trabajos audiovisuales, hasta de limpieza.




Amine Elhamdaoui es de Marruecos


Amine Elhamdaoui nació en Marruecos, hace tres años que se vino a Bolivia, atraído por una joven que conoció en redes sociales, y con la que se mantuvo comunicado por tres meses.

Profesa la fe musulmana, y la ‘Navidad” de esa religión nada tiene que ver con la cristiana. La mayoría de ellos no celebran nada durante los últimos días de diciembre, pero Jesús y María son reverenciados en el Corán.

Los musulmanes ven a Jesús como uno de los cinco profetas más importantes del Islam, y como no celebran el nacimiento de sus profetas, tampoco el nacimiento de Jesús.

Lo que conmemoran es el nacimiento del profeta Mahoma, festividad llamada Mawlid al Nabawi, y que se celebra siguiendo el calendario lunar, que puede variar cada año. Este 2022, esta fecha se conmemoró entre 26 y 27 de septiembre.

En esta ‘Navidad musulmana’ se organizan comidas familiares, pero también ayunan.

En el caso de Amine, trabaja en el sector gastronómico, en restaurante, así que pasará las fechas como en un día común y corriente. “En feriados y fines de semanas es cuando más se trabaja”, explicó, y dijo que, además del nacimiento de Mahoma, hay otras fechas importantes para ellos, como el Ramadán.

Juan Manuel Ijurko fue docente, hoy es un periodista español que hace 26 años vive en Bolivia y desde 2014 no pasa las fiestas de fin de año en su país natal.

Tiene planes para Navidad, dice siempre se junta con una familia boliviana para la cena. “Me invitan, somos amigos, de hecho, todas las semanas compartimos”, contó.

No sabe qué delicia le tocará probar esta Nochebuena. “A veces hacen chancho, queperí”, dijo.

En su casa, en Pamplona, hacían muchas cosas para comer, una variedad interesante, y aunque los sabores difieren entre uno y otro lugar, Juan Manuel aseguró que no extraña nada.

No tiene claro qué hará para el 31 de diciembre. El año pasado le tocó trabajar, y si no me toca estar de turno, se abre “a lo que venga”.

Un año se fue con un amigo a su casa, con su familia, otro año partió a Samaipata con otro grupo. “Me sumo a lo que haya”, dijo, y confesó que no acostumbra a reunirse con la comunidad de residentes españoles en Bolivia.





Leo con la mejor compañía, Duque

Leo López Peralta es venezolano, nacido en Aragua, dice que a veces le cuesta decirlo por la mala fama que tiene la mafia originada en ese estado.

Esta será su quinta Navidad fuera de Venezuela, por razones de diáspora que todo el mundo conoce.

La primera Navidad la pasó en Ecuador y las demás en Bolivia, una en Cochabamba. Normalmente se reúne con sus compatriotas, pero este año lo pasará en su cuarto en alquiler. Tratará de hacer algo de comida para compartir con los venezolanos que estén cerca. Entre esas recetas están la hallaca, una especie de tamal relleno con carne, y el pan de jamón.

Esa noche, hablará con su familia, su mamá, tíos, etc., por videollamada. Confesó que le afecta estar solo en estas fechas, sobre todo porque su familia era muy unida. Igual que los ecuatorianos, celebran con más fuerza el Año Nuevo.

En Bolivia ha formado su propia familia, adoptó en Cochabamba un perrito de nombre Duque, del que no se separa.

Dilian Alpizar es cubana. Este 2022 será muy peculiar. Es la primera vez que estará sin familia en Navidad. Hace unos meses, su esposo partió a Nicaragua, y después cruzó por tierra hasta Estados Unidos. No sabe cuándo volverán a estar juntos, pero ella sabe que el sacrificio es por un mejor futuro.

Vive en alquiler, con la única compañía de su hija, como llama su perra mimada.

Hace tres años que vive en Bolivia. La primera Navidad en este país la celebró con su esposo y compatriotas, pero desde la segunda Navidad no celebraron porque todo era a través de llamada con la familia y eso les afectaba, por más que estuvieran a risas.

Dijo que cuando estaba su esposo con ella le daba más tristeza porque se acordaban de las fiestas en Cuba, y que ahora no tanto, “quizás sea resignación, o que uno está enfocado en sus metas. Hoy no está aquí, pero después estaremos juntos”, se esperanza.

Dice que su esposo no quiere que pase sola la Navidad, así que irá donde una amiga. “Sus niños me quieren, sé que estaré prestada, pero trataré de pasarla bien, confesó.

Sobre su Navidad en Cuba, recordó que no hay las tiendas adornadas como en Bolivia, pero que la familia se reúne y copia muchas costumbres ‘gringas’. No sabe si comerán cerdo, o huevo, con lo mal que está todo allá