Se encargaron de sepultar a los fallecidos en medio de las restricciones y el temor al contagio que se generó al principio de la pandemia. Analizan ampliar el plazo para hacer arreglos en los cementerios, muchos no han asistido por el paro

28 de octubre de 2022, 4:00 AM
28 de octubre de 2022, 4:00 AM


Recorre en medio de las tumbas que se sellaron durante el confinamiento por el coronavirus y recuerda lo duro que eran esos días. Luego de ese tiempo, Juan Carlos Suárez (38) continúa trabajando en el cementerio Los Cusis, uno de los que fue habilitado para los fallecidos en la cuarentena y conoce las historias de la mayoría que descansa en ese camposanto.

Es muy discreto, pero cuando toma confianza empieza a relatar el drama que vivieron los familiares que tuvieron que despedir a sus seres queridos que cayeron por el virus del covid durante el periodo más crítico, donde encontrar un lugar para sepultarlos era muy difícil por el temor al contagio, incluso no se hacían velorios y solo se permitía el ingreso de tres personas por difunto.

Los que perecieron al inicio fueron sepultados en tierra, incluso la municipalidad habilitó tres cementerios para las inhumaciones: Los Cusis, Santa Carla y un espacio en el Sagrado Corazón de Jesús (La Cuchilla).

Juan Carlos no olvida el primer entierro por covid en Los Cusis, que se hizo en la esquina del lado izquierdo del camposanto y luego se extendieron en todo ese sector.

Señala la tumba de un joven que estuvo embalsamado mucho tiempo, porque su familia esperaba llevarlo a su país de origen (África), pero finalmente fue enterrado porque fue imposible concretar el traslado.

Juan Carlos durante el confinamiento logró la certificación para trabajar en los camposantos y recuerda que en un solo día se llegaron a sepultar hasta 30 personas en un solo cementerio, víctimas del covid. “Nos cuidábamos bien, pero no quedaba más que seguir, porque en ese momento no había dónde trabajar”, indicó.

“Era una pena ver la ciudad, parecía muerta. Tengo la grabación del peor día, cuando 22 personas fueron enterradas en un solo día (en Los Cusis), donde en total hay 240 tumbas por covid de ese tiempo. Lo más duro fue entre mayo y junio de 2020”, recuerda.

También conoce las historias de los que llegaron después. Una de ellas es la de la niña Darling Stefani Chávez Merubia de cuatro años, que, tras casi una semana de búsqueda, su cuerpo fue encontrado a orillas del río próximo a la comunidad Hierba Buena Militar, en el municipio de Mairana. El dolor de la familia le conmovió tanto que cavó la tumba sin cobrar ni un solo centavo. 

Está muy familiarizado con los difuntos que no tiene ningún temor, pero reconoce que no fue fácil al principio, porque al ver tanto drama tenía pesadillas. 

Es muy respetuoso del dolor y cuando lo contratan para sellar una tumba prefiere dar el tiempo necesario para que la familia despida a su difunto. “Siempre les digo que cuando toque tapar que me llamen, así los dejo despedirse tranquilos, porque la pérdida de un ser querido es algo difícil de superar”, indica.

Limber Saavedra (62), administrador del cementerio Santa Carla del Plan Tres Mil, desde hace tres años trabaja en distintos camposantos. Este es el tercero, donde también hay un espacio que se habilitó para los fallecidos por covid durante la pandemia.

Al igual que otros panteoneros, convive con la muerte y el dolor de los familiares que llevan a sus seres queridos hasta su última morada. En el lugar hay como unas 80 cruces de sepulturas de los caídos en la pandemia.

Saavedra recuerda que el temor al contagio en la primera ola de coronavirus llevó a volver a sepultar en la tierra. 

La necesidad de la gente también se marcó en los panteones, donde llegaba a buscar un lugar para enterrar a sus difuntos, por lo que la Alcaldía dispuso de un espacio para las familias de escasos recursos, donde los dolientes pueden construir un nicho sin ningún pago por cinco años. Esta área es la que más se expande en este cementerio y hasta el momento hay alrededor de 300 tumbas.

Estar entre los muertos no le despierta temor, porque está convencido de que los vivos le pueden hacer más daño y los otros ya no están en este mundo. “No tengo miedo, al que puedo temerle es al vivo, porque hasta me puede matar”, dice.

Una de las pocas cosas raras que ha experimentado en su lugar de trabajo es sentir que alguien está a sus espaldas, pero cuando da la vuelta se percata que no hay nadie.

Aunque le han dicho que esas son las almas que se hacen sentir, asegura que no le provoca miedo.
Comenta que las tumbas son más visitadas los primeros meses después del entierro, pero mientras pasa el tiempo disminuyen las visitas.

Tiene tantas cosas que contar, porque conversa con los dolientes. Recuerda a una familia que enterró a su hijo, pero volvían cada vez a ver la tumba indicando que sentían que el alma permanecía en casa, toda vez que aseguraban verlo y les hacía ruido en diferentes ambientes. La situación llegó al extremo, que hasta llevaron al cementerio a un “curandero” que les cobró Bs 2.000 por el trabajo. Según esta familia, luego del ritual el alma del difunto pudo descansar en paz y dejó de manifestarse.

Asegura que en la charla con serenos y otros bajadores se escuchan comentarios de que ven sombras en las ventanas o portones de ingreso y escuchan ruidos, pero cree que mucho de eso es producto del miedo y de la imaginación.

Arreglos
De acuerdo con el cronograma establecido, este viernes vence el plazo para hacer arreglos en los cementerios. Sin embargo, el director de la Unidad Operativa de Cementerios, Jimmy Murillo, adelantó que se está analizando ampliarlo hasta el fin de semana, tomando en cuenta que muchas personas no han pido acudir debido al paro indefinido en demanda del censo para 2023.