Santa Cruz

Santos Coaquira: la solidaridad y la entrega se sirven con amor y pasión

Más de 100 días repartiendo comida y alentando a los vecinos para superar, entre todos, la difícil situación que se vive en la ciudad. Se preparó para los grandes retos de la mesa gourmet, pero se rindió ante la olla comunitaria

8 de agosto de 2020, 18:25 PM
8 de agosto de 2020, 18:25 PM

Alguna vez se imaginó sorprender a presidentes, ministros y embajadores con un suculento plato gourmet, allá en Palacio de Gobierno. También soñó con recibir a ilustres comensales en su restaurante propio, tras ser reconocido como el mejor estudiante del máster cuisine en Le Cordon Blue. Lo que Santos jamás pensó fue que su plato estrella sea un majadito para una olla comunitaria en un barrio periférico de Santa Cruz de la Sierra.

¿Qué ocurrió entre las sartenes y cucharones para que Santos, junto a su familia, pusiera pausa a sus sueños y se vistiera la invisible capa de héroe que recubre su mandil blanco?
La publicación, en redes sociales, de un amigo entregando comida al personal médico de primera línea fue la chispa que encendió el fuego solidario. La familia Coaquira Muñoz: Santos, María Paula y sus tres hijos, Rafaela (22), Lorenzo (19) y Alonzo (12), rompió el celoso aislamiento para replicar la acción y “hacer lo que sabemos”. 

Ya iban dos semanas de cuarentena cuando “fuimos con nuestra primera entrega al barrio San José (ubicado en las cercanías de la sede de Blooming), que quedaba cerca de la casa”. Fue un ají de fideo, recuerda, para unas 50 personas. “Había mucha gente sin comer”. En el retorno al hogar, sus hijos se adelantaron. “Mañana hay que repetirlo”, pidieron a sus padres, aún conmocionados por la realidad que les golpeó.
Durante 15 semanas han recorrido olvidadas calles de tierra que apenas pueden encontrar con el GPS que los guía. María Paula lleva la cuenta de manera cuidadosa. “19.849 platos servidos, 6.055 pollos enteros para las familias, 3.969 raciones para ollas comunes. En total, 72.258 personas”, resume el chef.
Yo veo cifras y trato de imaginar las personas beneficiadas. Santos ve rostros, ojos que brillan ansiosos mientras aguardan su turno. “No sé cómo será su día a día, solo los conozco con esa sonrisa de esperanza”.

La sencillez y honestidad de Santos ha contribuido para que empresas proveedoras de alimentos confíen en él. “La magia volcó la calidad hacia la solidaridad”, sintetiza el hábil cocinero que aporta su conocimiento para que las ollas comunitarias sean un aporte sano y equilibrado en la alimentación diaria.
En la cocina, Santos no distingue comensales. Cada plato que prepara lo hace con el amor apasionado de quien disfruta el misterio de las esencias. Ya sea que debe preparar una paleta de cordero en Sous Vide con el sello de La Pasionaria, o preparar un ají de fideo para la olla comunitaria, pone toda su entrega en el honorable arte culinario de nutrir el cuerpo y el alma.

Sus palabras de agradecimiento empiezan, y acaban, mencionando a su familia. Son los compañeros de una aventura magnífica que les ha permitido conocer la Santa Cruz que se extiende “mucho más allá de los anillos”, para entregar un poco de eso, lo que la vida les regaló.

“Soy un afortunado de trabajar como un instrumento que ayuda a la gente”. Con más de 18 años de cocina a sus espaldas, todavía conserva la ilusión con la que entró el primer día, a aprender, a servir, a ayudar. Su sencillez concuerda con la disposición permanente a colaborar. “Me sentiría incompleto si no lo hubiera hecho”, resume.

Perfil

El bebé que no asimilaba la leche materna y fue bautizado de urgencia como Santos, se impuso a las barreras que la vida le puso enfrente. El niño de Caquiaviri, una comunidad campesina, se convirtió en carpintero y soñó con ser militar antes de entrar de ayudante en un hotel. Allí prendió su primer fogón y preparó, a fuego lento, su pasión por la cocina. 17 años después culminó un máster en Le Cordon Blue.

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