La mayoría son madres de niños con leucemia. El voluntariado de Manos en Acción y Nutrir la Vida apoyan, pero escasean los recursos y donaciones. Con su aporte se asegura 30 platos para que se alimenten a diario. Conozca sus historias

11 de mayo de 2024, 7:00 AM
11 de mayo de 2024, 7:00 AM



Es común ver padres de pequeños pacientes, prácticamente viviendo en los pasillos Es común ver padres de pequeños pacientes, prácticamente viviendo en los pasillos / Ricardo Montero


Es mediodía. En el patio trasero del hospital Oncológico aparece 'mamá Charito' con los bolsones grandes cargados con la comida del día, para entregar gratuitamente a los padres que prácticamente viven en los pasillos del nosocomio, porque sus hijos pequeños están internados o van a consultas.

Como son pacientes menores de edad, la mayoría de ellos con leucemia, los padres de familia no se pueden separar de ellos, por eso duermen, comen y hasta lavan su ropa en el hospital. Las bancas pequeñas e incómodas en los pasillos son su descanso.

En el patio trasero, donde hay un garaje y una lavandería, dos líneas de ropa delatan que ahí hay personas cuyos días transcurren en el hospital, esperando que una enfermera salga con una receta en la mano, porque hay que comprar un remedio que no cubre el Sistema Único de Salud (SUS) o que simplemente se acabó. Esos padres, en su mayoría son mujeres, no se animan a ir a casa a lavar su ropa, no vaya a ser que se los requiera y no estén.  




Es viernes, se puso 'fresquito', y se logró reunir los pesos para servirles un pollo al jugo. Pero no siempre es así, justamente el día anterior no había qué llevar para comer, y en una medida desesperada, los voluntarios de Manos en Acción Bolivia y Nutrir la Vida lanzaron un QR en redes sociales, y también dieron un número de teléfono para hacer llegar cualquier comestible o insumo para cocinar. 

Quien contestó la convocatoria hizo posible que una treintena de personas pueda almorzar ese día. 

La jornada puede ser larga, más cuando el tiempo parece transcurrir a cuenta gotas porque las noticias buenas no llegan. Saber si ese día van a comer es una de tantas interrogantes. Y el plato caliente que lleva 'mamá Charito' calienta un poco el alma.

Se sientan en un mesón largo de madera, comen, algunos conversan sobre el caso de cada uno, otros prefieren estar en silencio. Saber que gente desconocida piensa en ellos y ora por sus causas, sirve de algo.

La cruzada por llevar el alimento


Mamá Charito cocina con donaciones y con el aporte de los voluntariosMamá Charito cocina con donaciones y con el aporte de los voluntarios / Ricardo Montero

Todo comenzó con la pandemia. Como se quería evitar que los padres de familia salgan a buscar almuerzo y se contagien, poniendo en riesgo a sus niños de contraer el virus también, se hizo una cruzada. Se juntaron voluntarios de varias agrupaciones y se veló porque todos los días llegue el almuerzo gratis hasta el patio del hospital.

Con la flexibilización de las medidas de seguridad, los aportes fueron flaqueando y por lo tanto, los almuerzos también. 

"Los voluntarios que quedaron apoyando se sintieron comprometidos, porque no era algo que estábamos dando por demás, sino que realmente se lo necesita. Para muchos de ellos la comida que les damos es la única del día y no tuvimos corazón para decir que ya no les íbamos a traer", cuenta Beby Bañón, una de las voluntarias de Manos en Acción.

Ella ha visto que todo el dinero que tienen los padres lo destinan para los medicamentos y se privan de alimentarse. Por eso calculan 30 platos al día y los solventan. 

'Mamá Charito'


Mamá Charito es la que cocina el almuerzo y conoce las historias de triunfo y dolor
Mamá Charito es la que cocina el almuerzo y conoce las historias de triunfo y dolor / Ricardo Montero


Está acostumbrada a trabajar con donaciones y lo que falta para el plato del día ella lo compra y los voluntarios después le devuelven. "Desde el año pasado han mermado los aportes, llegan, pero cada vez más poco. A veces son 5 kilos de arroz y dos bolsitas de fideo que no alcanzan ni para la semana", relata la mujer de tez canela, y sin un centímetro de vanidad adornando el cuerpo, apenas algo de barniz en las uñas de las manos, las mismas que baten el caldo y despresan el pollo haciendo malabares para que la comida rinda.

"Se le entrega la comida a la mamá, la hermana, o la persona que queda a cuidar al niño ", explica mientras relata que lleva 30 años cocinando para donar. 

Conoce la historia de algunos papás y sus niños, de todo el que se la quiera contar, en realidad. "Yo solo los miro y los escucho. Hay muchos casos, unos fallecen, otros quedan en tratamiento y otros se sanan". 

Lo que hace surgió por ayudar a una amiga de su barrio. Su niño se enfermó de leucemia y le dieron un kiosko afuera del Oncológico para subsistir y poder con los gastos del pacientito. "Me dolió tanto su situación que vine y la ayudé hasta que el niño falleció a los tres años de su diagnóstico".

Pero la historia que no logra arrancar del corazón es la de otro niño que se echaba en una banca a esperarla. Se llamaba Angelito. "Me veía llegar y decía 'mamá Charito llegó con la comida'. Un día repartí todo y cuando él apareció ya no había para darle. A los dos días falleció y me dolió en el alma haberle negado ese plato de comida que faltó", dice esforzando la garganta, porque le flaquea la solidez para hablar sin que le gane la emoción.

Las historias de quienes esperan por ese bendito plato de comida


A la hora del almuerzo hay grandes y chicos que aguardan por el plato solidarioA la hora del almuerzo hay grandes y chicos que aguardan por el plato solidario. Jennifer sostiene su rosario / R. Montero


Margarita Daza (35) todavía está digiriendo la noticia de la leucemia de su niño de 6 años. No puede ni terminar de pronunciar el nombre completo del pequeño Emir Polo Daza (6). El otro día se puso mal ella misma y su hija mayor, Jennifer, una adolescente con un rosario blanco en la mano, se vino desde El Torno, para cuidar a su madre, que pasa el día en el hospital.

Margarita acudió a la mesa grande de madera, pero prefirió darle su plato a su hija. Pone como pretexto que no tiene apetito y reconoce que ese almuerzo es una ayuda importante.  

Ella sola está a cargo de sus hijos porque su pareja se fue y no volvió más. Jennifer la está acompañando estos días, pero ya le dijo que vuelva a su casa en El Torno, porque "con dos se gasta más" en la ciudad.  

Se recompone un poco reconociendo que mientras pasan cosas malas, también ocurren cosas buenas en Santa Cruz, como la solidaridad de la que se sirve cada mediodía en un envase de plástico. 

Otra historia de valientes es la de Roxana, tiene 31 años, se vino de Puerto Suárez con su hijo mayor de 13 años porque tenía leucemia. Hace un año que vive aquí, cobijada en el centro de acogida que maneja Manos en Acción, se trata de una infraestructura que la Alcaldía les prestó.

"Tengo familia en Montero, pero me queda muy lejos y me sale muy caro trajinar desde allá", cuenta con optimismo. Su niño estuvo internado medio año y ahora se mantiene en tratamiento fuera de los muros del Oncológico. Habla de salir adelante y de ser los pilares para la recuperación de sus niños.




"Está en uno ayudar a nuestros hijos a salir adelante, que no nos vean decaer, ni se den cuenta de que sentimos ese dolor por verlos como están", 

Subsiste trabajando como ayudante de albañil. "Cuando me hablan voy, hago de todo. En esta vida no hay por qué escoger trabajo, hay que ver la situación de tu hijo y ayudarse con lo que aparezca". 

Su fuerza de voluntad esconde muy bien que su corazón está roto, porque dejó en Puerto Suárez a dos hijos menores de seis y tres años. Se quedaron al cuidado de su padre y no los ve desde que empezó el tratamiento del mayor.

Como ya tiene experiencia moviéndose en el Oncológico, Roxana se ofrece en ayudar con orientación a las madres nuevas en el trajín. Las ve llegar invadidas por la desesperanza, y les dice que no pueden decaer. "La realidad supera el miedo", confiesa, esperando en realidad que sea la solidaridad, la que supere al cáncer. 

Y es esa solidaridad la que se requiere, para que este proyecto pueda seguir existiendo. Se puede donar insumos al albergue en el 7mo anillo de la avenida Alemania o enviarlos al mediodía al Oncológico, entre 12:00 y 13:00. También se puede contactar a la voluntaria Beby Bañón al 67896223. 

Los padres viven en el hospital por la salud de sus hijos e incluso ahí lavan su ropa
Los padres viven en el hospital para no descuidar ni un minuto la salud de sus hijos, e incluso ahí lavan su ropa / R. Montero