En el trayecto de la ambulancia los pacientes le confiaban sus cartas para que entregue a sus familiares, si es que llegaban a fallecer. El mayor temor fue llevar el virus a su hogar

8 de agosto de 2020, 19:25 PM
8 de agosto de 2020, 19:25 PM

El llamado para acudir a socorrer en medio del confinamiento por el Covid-19, pudo más que el temor al contagio. Su trabajo como paramédico de la ambulancia en Sisme lo preparó para estar en situaciones difíciles, pero nunca imaginó ver de cerca tanto dolor.

Wilson Gonzales recibió cartas de despedidas de pacientes que sentían que ya no verían más a los suyos. Lo quebró ver acabarse tres vidas en la ambulancia en esta pandemia. También sufrió la discriminación de gente que lo miraba como una fuente de contaminación. 

“Al principio hubo bastante miedo por la falta de conocimiento. Doblamos la seguridad en todo momento”.
Cada caso atendido marcó su vida. Uno de esos fue cuando acudieron al auxilio de Antonio Castedo, más conocido como ‘Toño’, porque este en su desesperación destruyó todo lo que pudo. Lo tuvieron seis horas, porque no encontraban un lugar. “Tuvimos que hablarle y darle una medicación con tranquilizante para que se pueda acostar en la camilla. Finalmente lo dejamos en el hospital de El Remanso y a los dos días falleció”.

Le tocó hacer hasta el papel de sicólogo, porque muchas madres les entregaban cartas para sus hijos, y otros daban recomendaciones, escritos tipo testamentos para que las entreguen en caso de que fallecieran. “En esos momentos de angustia intentábamos animarlas. Tuve la oportunidad de devolver las cartas a algunos que salieron vencedores. Les decía: ‘Ahora dígale en persona lo que usted escribió, ya que Dios le dio la oportunidad de seguir con vida y puede decirle lo que siente”’.

Se enfrentó a pacientes que la desesperación los llevaba a sentirse derrotados y no querían ni protegerse con barbijo.
“Cuando tenía contacto directo con pacientes críticos no llegaba a la casa, me quedaba en mi auto y en muchas ocasiones también en la institución hasta que me evalúe un médico, porque me afligía contagiar a la familia”.

Ha trasladado a pacientes en sus últimos momentos y le tocó ver morir a tres personas dentro de la ambulancia por Covid-19. “Con los años uno se vuelve un poco duro para no mostrar debilidad, pero ahora era imposible no derramar una lágrima frente al dolor familiar”.

Sufre en algunas ocasiones, porque “cuando no hay coordinación todos los hospitales nos cierran las puertas, y terminamos volviendo a la casa”.

Al arduo trabajo también se sumó la discriminación. “Algunos vecinos me miraban y me decían: ‘Bien Wilson, lo felicito y lo apoyo’. Pero otros también decían que debería usar traje. Uno puso la barrera para que nadie ingrese y me dijo que yo no debía llegar al barrio, y que busque un lugar hasta que termine la pandemia. Le dije: ‘Usted cree que yo voy a vivir un año fuera de casa’. Me dijo: ‘Usted va a ser la persona que va a contagiar al barrio’. Me hizo sentir culpable”.

Como vive cerca de Warnes sufrió por los controles en la restricción para la circulación. En varias oportunidades, después de terminar 12 horas de turno, tuvo altercados, incluso con la Policía. “Nos revisaban los autos. Sufrí bastante eso al irme y venirme a casa”. 

Pese a sus cuidados se contagió del virus. “Me puse a llorar por temor a contagiar a mi hija, pero ella me dijo: ‘Usted ha cumplido porque tiene su estricta rutina de desinfección a su casa’. Gracias a Dios ninguno de mi familia se ha enfermado, excepto yo que presenté dolor de cabeza, náuseas, pérdida del olfato y tuve que aislarme 20 días”. Van cinco meses de arduo trabajo en medio del Covid-19 y aún está de pie.
 
Perfil

Wilson Adalid Gonzales Siles (46). Trabaja desde 2008 en Sisme. Nació en Santa Cruz de la Sierra y sus padres son de Tarija. Son seis hermanos. Tiene una hija que estudia Medicina, la carrera que él abandonó para poder trabajar. Estudia Auxiliar de Enfermería. Es paramédico y conductor de la ambulancia. También se formó como bombero.

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