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30 de abril de 2017, 4:00 AM
30 de abril de 2017, 4:00 AM

Según los discursos y las cifras macro, vivimos en un país con un 4% de desempleo, con crecimiento económico superior al de otros países, con bajísima inflación, etc. En teoría, vivimos bien. En la realidad, aún hay muchos retos que superar en materia laboral. Uno de ellos es que el 65% de la población económicamente activa trabaja en el sector informal de la economía. Eso significa que labora para subsistir, que tiene empleos precarios e inestables y que carece del paraguas que da la legislación laboral: no aporta para la jubilación ni tiene seguridad social y, en muchos casos, gana menos que el salario mínimo nacional.

A eso se suma que en muchas empresas se ha optado por recortar los salarios y por hacer que una persona termine haciendo el trabajo que antes hacían dos o más. Miles de empleados acuden con temor a sus fuentes de empleo y ese miedo impulsa que agachen la cabeza y acepten las condiciones que se les pone.

Esta realidad tiene una responsabilidad compartida, ya que las empresas presionan a su recurso humano como efecto de la presión que reciben de parte del Estado, en el afán de recaudar más impuestos de los mismos actores. En cambio, hay sectores como los comerciantes informales, los cooperativistas mineros, entre otros, que ganan mucho dinero, pero que no ofrecen condiciones laborales dignas, porque tienen cierto grado de protección gubernamental.

Esa es la realidad con la que mañana festejaremos el Día de los Trabajadores. 

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