La unidad y la diversidad no se oponen en el federalismo. Bolivia, desde su fundación, adoptó un sistema estatal jacobino francés. Santa Cruz debe elaborar nuevos proyectos para enfrentar los desafíos

El Deber logo
12 de noviembre de 2017, 4:00 AM
12 de noviembre de 2017, 4:00 AM

Los cambas y los que vienen a vivir en las llanuras orientales solemos sentirnos felices en estas latitudes. Conformamos un  pueblo de gente sencilla, franca y solidaria que supo hacer la vida más llevadera frente a carencias y dificultades, mostrando, a la vez, que es capaz de lograr su crecimiento sostenido, como pocas regiones. Esto no solamente se debe a un entorno fértil y a ricos recursos naturales, sino también al empeño en progresar que también comparten los que vienen desde todas las regiones de la nación  y desde muchos países. 

¿Cuál es el secreto de este crecimiento, y por qué esta región resulta tan atractiva? Hay muchas razones. Además del medio ambiente propicio para labrar el bienestar, hay determinación general de lograr el desarrollo productivo, económico, social y humano; esto hace que el oriente cautive, y que contagie el mismo espíritu a todos los que llegan para radicarse en esta tierra.

Desde el inicio, es decir desde su fundación y después su ‘incorporación’ a la  República de Bolivia, Santa Cruz se debatió agobiada por carencias y limitaciones. Pero luego aprendió cómo se hacen los pueblos prósperos, pacíficos, alegres y felices.

Los países prósperos han sido construidos por gente grande, con sólidos principios, como el del respeto por la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. Inspirados en esos principios, los cruceños fundaron en 1950 el Comité pro Santa Cruz como portador de una idea renovadora. Esta institución es la máxima instancia cívica que se erigió como el gobierno moral de los cruceños.

La corporación de desarrollo (Cordecruz), las cooperativas de servicios públicos y otras instituciones, dieron solidez y fortaleza al pueblo cruceño. Estas entidades no habrían sido exitosas si no hubieran contado con profesionales y empresarios capaces, muchos de ellos formados en universidades del exterior. Santa Cruz podría ser hoy una de las ciudades más desarrolladas y prósperas si los ‘dueños’ de esas instituciones hubieran seguido los lineamientos de nuestros visionarios antecesores; es decir, de los que fundaron las mejores y más grandes entidades que tiene Santa Cruz.

En efecto, si se hubiese emprendido con el mismo espíritu y orientación con que se resolvieron y atendieron los servicios básicos, se habrían resuelto los problemas de educación, salud, vivienda, seguridad ciudadana, etc. Habríamos prescindido del tutelaje asfixiante del Estado central boliviano y estaríamos más unidos, mejor articulados y, a la vez, habríamos evitado las fracturas sociales que la inequidad provoca.

Estamos en un continente con una enorme extensión territorial y con una gran biodiversidad, con la más grande reserva de agua dulce del planeta y con gran belleza y riquezas. Urge, pues, organizarnos y prepararnos, aprovechando estas ventajas para resolver nuestros problemas y alcanzar nuestras metas.

Santa Cruz ha sido la región que mejor ha aprovechado sus recursos. Es, hasta hoy, la que manejó sus recursos con mayor eficiencia (costo/beneficio) en la historia del país. La calidad y la calidez humana, así como el sistema económico productivo, han hecho que el crecimiento y desarrollo de la región ya sea imparable y supere tentativas de  frenarlos, especialmente desde el poder central, que no ha ocultado su eterna pesadilla de ‘perdernos’.

Bolivia, desde su fundación, adoptó un sistema estatal jacobino francés; centralista, intolerante, con miedo a las diferencias, desconfiado, inseguro, abusivo y porfiado. Los cruceños estamos golpeados y maniatados por el centralismo que cobró más vigencia, paradójicamente, cuando Bolivia ingresó en un proceso autonómico, amañado para impedir que las regiones administren sus propios recursos y logren su desarrollo armónico.  ¿Cómo salir de la encrucijada en la cual se encuentra la región, cuando todavía no se ha hecho mucho por esclarecer la confusión en que se encuentra desde hace varios años?

Santa Cruz tiene al frente muchos desafíos. Y, para enfrentarlos con éxito  hay que elaborar un nuevo proyecto regional, que permita un mayor y mejor desarrollo sostenible y armónico, sobre la base de la mutua cooperación y solidaridad, con la formación de nuevos sistemas cooperativos, donde todas las instituciones trabajen en beneficio de ‘Primero la Gente’. Así los ‘superlíderes’ y los ‘caudillos’ interesarán menos.
Para lograr lo anterior y salir de la confusión, se necesita un ‘nuevo gran acuerdo’ entre las élites de la región; entendiendo como élite no solo a los de ‘sangre azul’, a los adinerados u otros grupos de poder, sino también a profesionales y grandes sectores de la población cuyas decisiones pueden modificar el modo de pensar, de sentir y actuar de la sociedad. Cuando las verdaderas élites se junten en beneficio de todos, el mayor desarrollo de la región será una realidad.

En el ámbito nacional, habrá que plantear un modelo federal. 

El federalismo es “unidad en la diversidad”. Es una organización política que resulta de la alianza entre comunidades con el fin de aunar realidades diferentes. La federación preserva los derechos humanos fundamentales y promueve fines comunes. Así se  crea una ‘cultura federal’ sustentada en la libertad, la equidad, la justicia y la fraternidad entre pueblos. 

Una solución federal responde a la necesidad de comunidades y pueblos diversos de mantenerse juntos, y de alcanzar un fin común, preservando identidades. Este propósito común debe ser, engranar el autogobierno de las partes con el gobierno compartido por todas ellas.

La unidad y la diversidad no se oponen en el federalismo. Con la unidad se supera la dispersión y la diversidad impide la forzada homogeneidad. Estos objetivos deben ser plasmados en un pacto entre todas las partes. De la unión consentida nace la confianza mutua, que es condición sine qua non para el éxito de un sistema federal.