El joven príncipe heredero Mohamed Bin Salmán está determinado a sacar a la sociedad saudita de su profundo conservadurismo. Las mujeres pueden trabajar, ir a conciertos y al estadio. Podrán manejar

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11 de marzo de 2018, 8:00 AM
11 de marzo de 2018, 8:00 AM

Mervat Bukhari, una luchadora con niqab, tuvo que hacer frente a burlas e insultos para convertirse en la primera mujer saudita empleada en una gasolinera, algo inimaginable hace todavía poco tiempo.

 Esta mujer simboliza la evolución del estatuto de las sauditas, que en pocos meses obtuvieron más derechos que en varias décadas: el de conducir a partir de junio, asistir a partidos de fútbol y acceder a empleos hasta ahora reservados a los hombres.

  Estos derechos se consideran elementales en otros lugares del mundo, pero poder acceder a ellos es algo significativo en este reino ultraconservador regido por una versión rigorista del islam.

 Sin embargo, queda todavía mucho por hacer para reformar el sistema de la tutela que somete a la mujer a la voluntad de un hombre para numerosas gestiones.

  Esta evolución resulta en gran medida de la voluntad del joven príncipe heredero Mohamed Bin Salmán, que parece determinado a sacar a la sociedad saudita de su profundo conservadurismo.

 

Aspecto cultural

Cuando Mervat Bukhari, de 43 años y con cuatro hijos, fue ascendida a supervisora de la gasolinera de Jobar (este), los insultos proliferaron en las redes sociales.

  “Las sauditas no trabajan en las gasolineras”. Esta exitosa etiqueta sacó a la luz las resistencias sociales a la evolución del estatuto de las mujeres. “Superviso y no pongo gasolina”, tuvo que defenderse Mervat Bukhari, antes de subrayar que “las mujeres de hoy en día tienen derecho a hacer cualquier trabajo”.

  Los medios de comunicación locales, por su parte, no cesaron de celebrar la apertura del mercado laboral a las mujeres: la primera saudita chef en un restaurante, la primera veterinaria o la primera guía turística.

 Pero estos avances no dejan ver el bosque del millón de mujeres que buscan un empleo en el reino, según datos oficiales.

  El objetivo de Visión 2030, el gran programa de reformas lanzado en 2016 por el príncipe Mohamed, es llevar a alrededor de un tercio (frente al 22% actualmente) el porcentaje de mujeres en la población activa.

 

Subempleadas y subpagadas

“Las sauditas están más instruidas pero son menos móviles, están subempleadas y ampliamente subpagadas”, precisó a la AFP Karen Young, investigadora del Instituto de los Estados del Golfo en Washington, para explicar la situación de las mujeres en el mercado laboral saudita. 

El salario mensual promedio de los hombres en el sector privado ronda los 8.000 riyales (1.730 euros, $us 2.130), contra 5.000 riyales el de las mujeres, según el centro de estudios Jadwa. Y Arabia Saudita ocupa el puesto 138, de un total de 144 en el informe 2017 del Foro Económico Mundial sobre la paridad entre los sexos.

 Sin embargo, el reino busca cambiar de rumbo y la autorización de conducir vehículos puede sumar a millones de mujeres al mercado de trabajo.

En los últimos meses, se vio por primera vez a mujeres en conciertos y restaurantes mixtos. La policía religiosa, antaño encargada de velar por la segregación entre sexos, ha desaparecido progresivamente del espacio público.

 La conocida expresión de “eres una mujer, cúbrete el rostro”, parece haber desaparecido de las conversaciones, escribe Abdel Rahman al Lahim, abogado especializado en derechos humanos, en el diario progubernamental Okaz.

A escala regional, Arabia Saudita -tal vez bajo influencia de su aliado estadounidense- parece inmersa en una competición con Irán, su gran rival en Oriente Medio, para hacerlo mejor en materia de derechos de las mujeres.

Acabar con la tutela

Pero los militantes locales creen que el rígido sistema de tutela deja a muchas sauditas vulnerables a los caprichos de un padre conservador, un marido autoritario o un hijo colérico.

Los abusos son numerosos: presas bloqueadas en la cárcel tras haber cumplido sus penas porque sus tutores no las reclaman, una saudita que no puede renovar su pasaporte porque su padre está en coma.

 “Si pudiera elegir entre el derecho de conducir y el derecho de poner fin a la tutela, elegiría este último”, afirma una militante que pide el anonimato. “No quiero ponerme al volante y que se me considere menor”.  Pero parece que el Gobierno está desmantelando poco a poco el sistema. Acaba de permitir a las sauditas crear sus propias empresas sin autorización de un tutor.