Compartimos mitos para justificar el subdesarrollo. somos ricos en recursos naturales, pero no hemos superado la economía extractiva. Pedimos mar, aunque nunca sentamos soberanía

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18 de junio de 2017, 4:00 AM
18 de junio de 2017, 4:00 AM

Los pueblos se inventan mitos de la nada o sobre las cenizas de un hecho con el fin de superar traumas colectivos y mentirse para edulcorar la dura verdad. A veces, funcionan, y otras veces son obstáculos que retrasan el avance social. Los mitos se reproducen de generación en generación porque los seres humanos somos capaces de creer cosas que sabemos que no son ciertas, pero sirven para sobrellevar frustraciones. 

El mitólogo argentino Adrián Huici Módenes escribió que el discurso mítico “puede ser absolutamente falso y carente de toda base real y, sin embargo, no menguar en nada su poder de convicción. En este sentido, ya habíamos dicho que la eficacia de los mitos no debía buscarse en la verdad que pudieran contener, sino en su eficacia, en la capacidad de ‘operar’ sobre la realidad”.
Los bolivianos compartimos mitos que justifican nuestro subdesarrollo con unos anteojos que dirigen nuestra mirada hacia el pasado, que ya no cambiará por mucho que repitamos el cómo debía ser. 

Los 500 años 
Este melancólico discurso funcionó para culpar de nuestro atraso a los invasores españoles, que hicieron lo que los bolivianos habríamos hecho si hubiéramos sido poderosos. 
Casi todos los países fueron colonia en algún momento de su historia. Roma dominó durante 1.200 años gran parte de Europa, llegó hasta Gran Bretaña; siglos después Gran Bretaña colonizó Australia, Canadá, Estados Unidos, Nueva Zelanda y Emiratos Árabes Unidos; los musulmanes ocuparon durante casi 800 años lo que hoy es España; y los incas sometieron a otros pueblos y llamaron a su expansión Tahuantinsuyo. Entonces, ¿qué sentido tiene lamentarse por haber sido colonia de España durante 293 años? El pasado no puede cambiarse porque es un tiempo muerto; solo queda aceptar nuestro mestizaje y convertirlo en un trampolín hacia el futuro. 
La desmitificación de los 500 años debe comenzar en casa y extenderse a las escuelas para estudiar cómo los países que fueron colonias hoy son potencias.

El imperialismo 
El discurso en tono propaganda sirve para anatematizar cada día al imperio estadounidense culpándolo de todas nuestras desgracias, sin percatarse que es más culpable quien se deja imponer y no quien impone. ¿Una muestra? Alemania y Japón fueron derrotados, humillados e invadidos en la Segunda Guerra Mundial; ambos países son hoy potencias. 
En nuestro caso, los fútiles discursos contra el imperio fueron para pasar a otro imperio: China. Y 11 años de “Gobierno soberano sin embajador gringo” no sirvieron para cambiar la matriz productiva. Bolivia sigue igual o peor y centenares de bolivianos siguen soñando con irse a EEUU y no a China. Para decepción de los antiimperialistas, el nuevo imperio es Google porque controla nuestras vidas con nuestro consentimiento. En la nueva era imperial no son necesarios los discursos, sino inversión en ciencia y tecnología, y reducir los recursos para la propaganda y las armas. 

La hoja sagrada
La mitificación de esta planta hizo presidente de Bolivia a un dirigente cocalero. Su edificación tardó decenas de años y llegó a su clímax cuando fue incluida en el artículo 384 de la Constitución.
La literatura sociológica y antropológica otorgó a la coca cualidades que aparentemente no tiene ninguna otra planta y la selló como sagrada. Y mucha gente, entre ella, la intelectualidad, repitió que es sagrada porque es medicinal, pero la manzanilla también es medicinal y no hay seis federaciones de manzanilleros.  Repitieron que tiene un imprescindible valor nutritivo, pero no figura en la lista de los 50 alimentos indispensables. La palabra "sagrada” es entendida como lo contrario de lo profano y como lo solemne e intocable relacionado con lo religioso. Cuando esta palabra forma parte del sustantivo "coca sagrada” recibe una importante carga de respeto y consideración. Y como es “sagrada” puede ser vendida a los narcotraficantes. ¿Cómo desmitificarla? Con buena información. 

Somos ricos en recursos naturales
Este mito sirvió para redimirnos. Tenemos recursos naturales, pero no riqueza porque esta es el resultado de la transformación de la materia prima en objetos útiles y comerciables. No hemos superado la economía extractivista. 
Pues, como se sabe, la diferencia entre un país rico y uno pobre no es la cantidad de recursos naturales que tienen, sino el conocimiento. Entonces, ¿qué hacemos? Crear un ministerio de ciencia y tecnología, invertir en los centros de investigación y relacionar nuestras universidades con otras de otros países. 

El mar 
Es el mito más extendido debido a que en muy pocos colegios analizan por qué lo hemos perdido. No se enteran de que en 54 años de vida Bolivia no sentó soberanía en el Litoral. La idea de llevar el caso al Tribunal Internacional de Justicia (CIJ) fue muy buena, pero debemos saber que ni Calama, ni Tocopilla ni Antofagasta volverán a la patria así la sentencia en La Haya sea favorable. 

Además, es poco probable que las negociaciones con Chile terminen con acceso soberano al océano Pacífico. Si fuera así, significará revisar el Tratado de 1904 y Bolivia no demandó revisarlo. Pero si se diera el milagro, no será gratuito; el país vecino pedirá a cambió un canje territorial u otra compensación. Sin embargo, sí podemos aspirar a tener un puerto o un enclave con soberanía compartida; y si esto pasara, no seremos un país desarrollado al año siguiente.

Mantener estos mitos significa quedarnos en la caverna de Platón, desmitificarlos nos arroja a proponer soluciones a nuestras vidas y ser felices librándonos del pasado que nos encadena.