Séptimo Día

¿Por qué los autoritarios atacan las artes?

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16 de abril de 2017, 4:00 AM
16 de abril de 2017, 4:00 AM

En 1937, los líderes ascendentes del Tercer Reich organizaron dos exposiciones de arte en Múnich. Una de ellas, la Gran exposición de arte alemán, tenía arte que Adolf Hitler consideraba aceptable y reflejaba una sociedad aria ideal: representativa, con gente rubia en poses heroicas y paisajes pastorales del campo alemán. La otra presentaba lo que Hitler y sus seguidores denominaban ‘arte degenerado’: obras modernas o abstractas, y arte producido por personas que los nazis desaprobaban (judíos, comunistas o sospechosos de serlo). El arte degenerado fue presentado con desorden y caos, acompañado de etiquetas despectivas, grafitis y entradas de catálogo que describían “los cerebros enfermos de aquellos que usaron el pincel o el lápiz”. Hitler y sus allegados controlaban estrictamente cómo vivían y trabajaban los artistas de la Alemania nazi, porque entendían que el arte podía desempeñar un papel clave en el ascenso o la caída de su dictadura y su visión para el futuro.

En marzo, el gobierno de Trump propuso un presupuesto nacional que incluye la eliminación de la Fundación Nacional para las Artes. La NEA, por su sigla en inglés, opera con un presupuesto de cerca de $us 150 millones anualmente. Como lo han señalado los críticos, esta cantidad es aproximadamente el 0,004% del presupuesto federal estadounidense, lo cual convierte esta decisión en un enfoque bastante ineficiente para recortar el gasto público. Muchos estadounidenses han estado protestando por los recortes y han señalado las muchas maneras en que el arte enriquece la vida… algo que se debe hacer. Las artes nos traen alegría y entretenimiento; pueden ofrecer un descanso de las dificultades de la vida o una forma de entenderlas.

Sin embargo, como Hitler comprendió, los artistas desempeñan un papel distintivo en el desafío del autoritarismo. El arte crea vías para la subversión, el entendimiento político y la solidaridad entre los creadores de coaliciones. El arte enseña que las vidas distintas también tienen valor. Así como el bufón proverbial puede burlarse abiertamente del rey en su propia corte, los artistas que ocupan posiciones sociales marginadas pueden usar su arte para desafiar las estructuras del poder de maneras que de otro modo serían peligrosas o imposibles.

A lo largo de la historia, los líderes autoritarios han intuido este hecho y han actuado en consecuencia. El Gobierno estalinista de los años 30 impuso que el arte cumpliera con estrictos criterios de estilo y contenido para asegurarse de que sirviera exclusivamente a los propósitos del gobierno. En sus memorias, el compositor y pianista Dmitri Shostakovich escribe que el Gobierno estalinista asesinó sistemáticamente a todos los poetas folclóricos ucranianos.

Cuando Augusto Pinochet asumió el poder en Chile, hubo muralistas que fueron arrestados, torturados y exiliados. Después del golpe de Estado, el cantante y artista teatral Víctor Jara fue asesinado; su cuerpo estaba baleado y se exhibió públicamente como advertencia para los demás. En su libro Arte brasileño bajo la dictadura militar, Claudia Calirman escribe que el director de un museo tuvo que esconder obras de arte y aconsejar a los artistas que abandonaran Brasil después de que las autoridades entraron a su museo, bloquearon la exposición y exigieron que la obra fuera desmantelada porque tenía imágenes peligrosas, como la fotografía de un miembro del ejército que caía de una motocicleta; lo consideraron algo vergonzoso para la Policía. Una intervención así de extrema parece estar muy alejada de EEUU hoy en día, hasta que recordamos episodios como el regaño público del presidente al elenco de Hamilton en Broadway después de que los actores le hicieran un comentario bastante mesurado a Mike Pence.
Esto indica algo más grande y más amenazante que la incapacidad de un grupo de personas para hacer su trabajo. Se trata del control, de crear una sociedad donde reine la propaganda y la disidencia se acalle.
En su última ronda de subvenciones, la NEA le dio $us 10.000 a un festival de música en Oregon para que hiciera un espectáculo de danza presentado por personas en sillas de ruedas. Un centro cultural en California recibió $us 10.000 para organizar talleres encabezados por artistas musulmanes, entre ellos un artista de hip-hop, un comediante y cineastas. Un coro en Minnesota recibió $us 10.000 para organizar un concierto que destacara las experiencias de los jóvenes de la comunidad LGBT en las escuelas públicas de St. Paul. Cada una de estas subvenciones apoya las voces de las mismas personas que la actual administración presidencial ha ignorado, de las que se ha burlado y a las que ha dañado. Los jóvenes, los inmigrantes y las minorías han utilizado durante mucho tiempo el arte como medio para desmantelar las instituciones que los silenciaría primero y los matarían después, y la NEA es una de las pocas instituciones que respaldan ese trabajo.
Observadores estadounidenses expresaron su desaprobación cuando el artista Danilo Maldonado fue arrestado y encarcelado por criticar el régimen de Castro.


Pero en EEUU, es crucial que entendamos de qué se trata realmente el ataque de Trump a las artes. No se trata de hacer que EEUU sea un lugar monótono y miserable, ni de creer en la austeridad o negar recursos a las comunidades necesitadas. Al igual que la desaparición de información de los sitios del gobierno y la exclusión de reporteros que critican al presidente de los informes de la Casa Blanca, esta decisión indica algo más grande y más amenazante que la incapacidad de un grupo de personas para hacer su trabajo. Se trata del control, de crear una sociedad en la que reine la propaganda y la disidencia se acalle.

Necesitamos las artes porque nos hacen seres humanos completos. Pero también las necesitamos como factor de protección contra el autoritarismo. Al salvar las artes, nos salvamos de una sociedad donde la producción creativa es permisible solo mientras sirva a los instrumentos del poder. Cuando el pájaro deja de silbar, debemos tener mucho miedo, porque su melodía era hermosa y porque era la única señal de que aún teníamos la oportunidad de ver la luz del día otra vez 

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