El extécnico de la selección boliviana de fútbol habla de su experiencia en el país. Relata desde su llegada, cuando fue recibido con agresividad, hasta sus momentos de gloria

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4 de junio de 2017, 4:00 AM
4 de junio de 2017, 4:00 AM

No pasa nada tenemos a Arconada, cantaba la hinchada de la Real Sociedad cuando había una jugada de peligro para su arco. Me han pedido que escriba sobre mi visión del país después de varios tipos de experiencias y no sé por qué me ha salido esa frase: “No pasa nada” 

Llegué a Bolivia en octubre del año 1992 justo en el V Centenario de la conquista y lo noté. Fui recibido con agresividad y resentimiento; me miré varias veces en el espejo para ver si llevaba espada, cruz y armadura. Otro conquistador que viene a robarnos la plata, decían. “Vasco te la comiste”, fue una de las cariñosas portadas de los que entonces me llamaron “ilustre desconocido”, sin darse cuenta (la falta de autocrítica sigue siendo alarmante) que podían ser “ilustres ignorantes”. Muchos de ellos siguen, no sé si ignorantes, pero sí forjadores de portadas. Ahora son digitales y atrapados en las redes sociales. Veintitrés años y no pasa nada.

En septiembre de 1993 fui glorificado y elevado a los altares. Hubo elecciones y cambio de Gobierno. Jugamos un Mundial. El presidente de Bolivia se reunía con el presidente de Alemania Federal y su homónimo de Estados Unidos bajo la atenta mirada de Henry Kissinger. Bolivia estaba de moda por el fútbol. Se fue la moda dejando muy poco y todavía no pasa nada.

En esos años viví en una burbuja hasta el punto que ni siquiera tenía residencia en el país, pues viajaba continuamente con la selección. Bolivia era un paraíso espiritual. La gente era muy buena, no había envidias, ni robos ni la inseguridad ciudadana hacía mella en mí.

Hacía una propaganda de un país con potencial, con gente emprendedora sin apenas corrupción. No entendía muy bien lo de los collas y cambas y alguna referencia a ser vasco me hacía pensar en el tema de las autonomías. Todo era color de rosas. Tenía poco conocimiento de la realidad y mi figura cobró tal dimensión que me asusté y decidí marcharme. Hasta un hombre como Guido Loayza, hasta entonces rodeado de gente como Willy Soria o Percy Luza, se presentó en sociedad con nuevos socios que hasta entonces no habían aparecido en escenarios. La política inundó la escena de la superintendencia, pero seguía el lema “no pasa nada”. 


Después de varios años de ausencia y algunas visitas esporádicas volví a Bolivia definitivamente en enero del año 2011. Enamorado de una cruceña me instalé en Santa Cruz. El presidente Evo, en una reunión y presentación ante la prensa internacional en Madrid, me reclutó como responsable del fútbol en el país. Pero no pasó nada

El mundo futbolístico estaba convulsionado. “Los cambas” controlaban el fútbol y eso no podía ser. Me encontré con una clase media más elevada, pues los emigrantes volvían a casa e invertían, se veían muchas grúas, la burbuja inmobiliaria no dejaba de crecer y las fuentes energéticas nacionalizadas parecían inagotables. Tomaba café de vez en cuando con Gustavo Quinteros, que se fue a Guayaquil, y la FBF me ofreció volver a ser seleccionador. Todos me aconsejaban no aceptar, pero no podía decir no, era demasiado cómodo y cobarde. Conocí un nuevo concepto. Me llamaban Pirata. De nuevo con el rollo de conquistador español ahora esbirro de Chávez. No me lo podía creer. Había leyes contra el racismo y la discriminación que yo en mi persona la notaba más fuerte que nunca. Dejé la selección y no pasó nada.

Fiché por Bolívar contra todos menos la corriente de Guido. Iturralde y Wálter Zuleta mis enemigos. Fuimos semifinalistas de la Copa Libertadores y bicampeones con un superávit económico considerable. Mis desentendidos con Martín Claure fueron determinantes para que dejara Bolívar. Guido tuvo un papel destacado en ello. Pero no pasa nada hasta el punto que Bolívar no ganó un campeonato más aunque seguro que este año lo hará, con Beñat, mi paisano, al frente, ¿otro pirata? 

En este, no pasa nada, me refiero a ciertos sectores en los que no pasa nada. Sin embargo, me alegró sobremanera escuchar al ministro de Justicia el tema de la presunción de inocencia sobre el atropello de los chilenos para con los nueve detenidos bolivianos. Presunción de inocencia para todos porque uno mira cuántos presuntos inocentes llenan las cárceles bolivianas o al menos presos cautelares en espera de juicio y piensa: O no pasa nada o eres cautelar sin presunción de inocencia. Creo que eso es inseguridad jurídica
Sigo definiendo a Bolivia como país difícil de entender, pero imposible de olvidar.