Cantautor. Artista controversial y referente de la música del oriente, Peña retorna con un álbum que refleja una coyuntura emocional y una visión personal de los hechos más recientes de nuestra historia 

El Deber logo
27 de enero de 2018, 4:00 AM
27 de enero de 2018, 4:00 AM

Aldo Peña es uno de esos personajes que pueden provocar diversos tipos de sentimientos, menos indiferencia.  Es un ferviente defensor, autor e intérprete de las melodías del oriente boliviano, entre ellas del brincao, el ritmo que, a mediados de los 90, se encargó de rescatar y popularizar hasta que se convirtió en un referente en toda la región. Pero la hoja de vida de este velasquino de 67 años dice que su producción artística no se ha limitado a brincaos, taquiraris, carnavales y chobenas. Abrazar la música desde niño le permitió acumular experiencia, a medida que viajaba y conocía los diversos universos que habitan el pentagrama (esas travesías sirvieron para sustentar y dar forma a otra de sus facetas: la del productor audiovisual y director del programa Viajero TV y Cultura).


Así como Aldo Peña puede hablar con conocimiento de un bolero, de un tango y de un vals, lo mismo puede decir de una polca, una galopa y una bossa nova. 


Es un convencido de que a la música no solo hay que interpretarla sino también estudiarla, investigarla y aprovechar de ella todas las bondades que tiene para brindar. Esa ha sido una especie de consigna a lo largo de más de medio siglo de idilio con armonías, acordes y tonos. 


Esa es también la naturaleza de Cosas mías, su decimoctavo disco, que acaba de lanzar en una circunstancia clave de su carrera, la cual no ha estado exenta de controversia. Son 13 canciones de un álbum que resume esas cosas que han alimentado el ser creativo de Peña en los últimos tiempos, como también sus motivaciones, inquietudes y aflicciones. 


Ahí están Jichi del Guapomó, una chobena brincao que se remite a sus raíces; ¡No hagas daño!, una balada inspirada en el proyecto de educación para la prevención de la violencia y el delito que el cantautor lleva adelante; Selva, una taquinova (fusión de taquirari y bossa nova), dedicada a su esposa con la que lleva casado 37 años; Bajo el cielo cruceño, cueca de Willy Claure con aires orientales y A Gladys Moreno, polca en honor a la mejor voz de la canción boliviana. 


“Cosas mías es la expresión de una coyuntura emocional, de trabajo, de inspiración, de experiencia. Es un producto de circunstancias particulares en torno a mi vida y a la vida de todos nosotros”, afirma el artista. 

Discrepancias
Además de dos taquiraris de comparsa (¡Fuerza Peines! y Matreros), que nos recuerdan que Aldo Peña es un animador tradicional de la fiesta grande, el disco incluye tres piezas que hablan de la controvertible y, acaso, contradictoria figura que ha representado Aldo Peña Gutiérrez en la historia reciente de esta tierra. 


Con un sentido de integración y con el fin de resaltar los valores de la cultura afroboliviana en la región oriental, compuso Saya de la bolivianidad, también bautizada como la saya camba. “Me han destrozado e insultado, en vez de agradecerme, porque esto, en realidad, responde a un cariño que me han dado los afrobolivianos que han nacido acá. Pero, claro, en todas partes hay los que se ofenden y ahora me han acusado de intentar destruirla y de robar esta música. Yo no me quiero robar nada, la saya de los yungas es triste y no tiene una melodía definida, es casi gutural. Entonces, lo que yo he hecho es darle otro sonido, además de un sentido de unidad. Por eso es saya camba, porque el que la hizo es un camba y el que la baila es un negro que nació acá y que, por lo tanto, es camba también. Eso les molesta a algunos que se creen dueños de todo. Pero no les hago caso”, asegura Peña. 


Y en momentos en que los analistas políticos asocian términos como luchas sociales, convulsión, desgaste y polarización, cuando se habla de pactos, de renuncias y de cuestionamiento a los modelos, como también de nuevos protagonistas, a través de fuerzas que hasta hace poco parecían pasivas, Peña decide incluir el Himno al Comité Pro Santa Cruz, en un ritmo de galopa, cuya letra de Julio Kempff dice: “Cruceños, hoy la historia nos convoca a luchar por Santa Cruz, cruceños es el pueblo que reclama autonomía, es momento de asumir el liderazgo con coraje y decisión”.  Son versos que exaltan el valor de una institución cuestionada por diversos sectores en los últimos tiempos y que volvió a cobrar vigencia en las recientes acciones de protesta contra el Gobierno central. 


Este tema no debería representar una novedad en un disco de Aldo Peña, sobre todo si uno se traslada una década atrás, cuando el cantautor cruceño levantaba la bandera de la autonomía cantando una pieza compuesta por él y que era coreada por las masas en los históricos cabildos que rechazaban el centralismo. 


Pero en ese lapso ocurrió algo que muchos calificaron como traición. Peña grabó una cumbia en cuyo estribillo se mencionaba: “Que levanten la mano/ los que quieran a Evo, que levanten la mano/ a gobernar el pueblo”. La canción, que fue cantada y bailada en los actos del oficialismo de hace cuatro años, fue defendida por su autor, quien alegaba que no era un tránsfuga o un vendido, como le decían, y que solo se trataba de un trabajo que realizó por encargo y que cumplió como un profesional. 


Aldo sigue sosteniendo la misma postura y recuerda que esa no era la primera vez que hacía márquetin político. “Yo he compuesto unas 30 o 40 canciones de este tipo, más o menos. Una de las primeras me las pagaron para Banzer, luego hice otra para el MIR y para otros partidos”, asevera. 


Ahora, a través de un rock, dice que ya no cree en el poder, que ya no cree en la revolución, ni tampoco en el neoliberalismo, “porque son tan crueles como el nazismo y el comunismo”. Indignado se titula el track # 7 de Cosas mías. Peña, que lo cantó en vivo junto con Los Salmones en el escenario principal de Expocruz 2017, ratifica que el tema refleja un sentimiento: el de un ciudadano que le pide a los gobernantes actuales que no le corten las alas. 


“Yo le voy a seguir cantando a mi pueblo, a la gente con nobles sentimientos, a la esperanza. Siempre he trabajado con la misma voluntad y no me preocupan las malas críticas, porque al final nunca le aciertan. Me pasó hasta con el brincao, que me llagaron decir que estaba desfasado, que tenía que componer taquiraris, chobenas, que a nadie le iba a gustar eso. Y ahí está, no les hice caso y terminó siendo un fenómeno”, finaliza.  

Cantando Indignado junto a Miguel Cabruja, de Los Salmones, en la Fexpo
Tags