Tiene osteoartritis. Sufría de bullying por su peso. “Nadie creía en mí”, dice. Hoy es míster Salar de Uyuni

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19 de julio de 2019, 4:00 AM
19 de julio de 2019, 4:00 AM

Iba al galope. De pronto el corcel resbaló, él perdió el equilibrio y ocurrió lo peor... Andrés quedó en el suelo y no se pudo levantar más. Minutos después el médico le dijo que tenía osteoartritis. Él no entendía del todo esa palabra rara, era apenas un niño y solo quería seguir jugando con sus amiguitos, pero no iba a poder hacerlo nunca más.

La maldición

Andrés Nicolás García-Ágreda Paz nació con ese desgaste en la cadera y no lo supo hasta sus 10 años en ese episodio del caballo. Su rostro se entristeció y sus ojos se volvieron rojos. Se trataba de otro golpe de la vida. Ya había recibido un zurdazo. Y le dolió.

Tenía ocho cuando despertó y vio unas luces. Había bulla en su casa y unos hombres de blanco corrían por los pasillos. El espanto invadió su ser y corrió a ver a su padre. “No pasa nada, él está bien”, le dijo uno. Pero no era verdad. Y Andrés lo sabía. Henry García-Ágreda no volvería a abrir los ojos. Un paro cardiaco le había arrebatado el aliento cuando dormía y lo arrancó de este mundo. Lloró. No encontró consuelo.

Mucho tiempo después Roxana Paz - su madre- le dio una cadena de oro. Le dijo que su padre se la compró cuando él era un bebé. Ahora la joya cuelga de su cuello y combina con su cabellera dorada y sus pectorales. No siempre tuvo los brazos fornidos.

 

Tenía 12 cuando la balanza le apuntaba 90 kilos. En el colegio le gritaban: “¡Gordo de m...!”. Y era lo mismo en cada salida del Sol. Nadie lo defendía, así que aprendió a hacerse respetar. Fueron varias las veces que se vio enredado en una trifulca con sus abusadores y más respiraba en la Dirección que en el aula. Aprendió a acostarse con el bullying. Aprendió a comer, a ducharse y a escribir sus tareas con él.

Ni el sicólogo ni el nutricionista pudieron auxiliarlo. Le pusieron un régimen alimenticio, pero no lo cumplió nunca. Caminaba a hurtadillas por la noche y se comía todo lo que pillaba en la heladera. Sus cómplices siempre fueron los dulces y las masas. Esos deliciosos puñados de azúcar, vainilla y mantequilla, al que llaman brownie de chocolate, fueron los culpables de su terrible obesidad.

A sus 19 llegó a pesar 110 kilos. Seguía siendo el hazmerreír hasta de su familia. Él se quitaba la polera, se miraba al espejo y se decía a sí mismo que algún día se convertiría en un modelo. Esa idea ‘descabellada’ se las contó a sus allegados. Ellos explotaron en risas. “Nadie creía en mí, así que me propuse callarles la boca a todos”. Eso fue una sentencia.

Renacer como el Fénix

Cuando el médico le explicó que entraría al quirófano y le abrirían la piel para introducirle un fierro en la cadera... su mente se nubló, tragó saliva y prefirió hacer de cuenta que no escuchó eso. Optó por colocarse unas plantillas de dos centímetros en sus zapatos y en sus chinelas. Eso disimularía su cojera, porque tiene la pierna derecha más larga que la otra.

No pudo seguir jugando tenis ni practicando boxeo porque le prohibieron los deportes. Pero se puso manos a la obra y se inscribió en el gimnasio. Sudó la gota gorda y le ganó la pulseada a la grasa. Hoy en su abdomen hay una lavandería y sus brazos de Thor llaman la atención a cualquiera. Antes un amigo lo apodó ‘Bombita’ por su obesidad, pero hoy evolucionó. “Me dicen ‘Bombita’ por mis músculos”, asegura con picardía.

Andrés aprendió a sonreírle a la vida y le ganó a Goliat. Antes se encerraba en su cuarto y lloraba, hoy le agradece a Dios. Todos los domingos entra en comunión con él en la iglesia de Hamacas.

“Toda mi vida me sentí un inválido, pero comprendí que las cosas pasan por algo. Vivo cada día como si fuera el último”, completa. “Las personas que critican a otras personas no son felices”, agrega. Así deja fluir esa aura noble que lo envuelve.

Su madre se encontró sola con tres hombres: ‘Bombita’, Sebastián (24) y Agustín (13). Los sacó adelante sola. Los tres siempre serán ‘los niños de sus ojos’. El mayor juega tenis en el exterior y el menor aún está en el ‘cole’.

Andrés tiene 19 y juega a ser modelo. Acaba de ser elegido míster Salar de Uyuni. En agosto participará del Men Universe Model Pageant 2019, en República Dominicana. Promete obtener el título. Ahí será un galán, ahí será una ‘Bombita’ boliviana.