La reciente maternidad de la extenista junto a Enrique Iglesias ha roto su discreción, cuidada durante años

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4 de febrero de 2018, 12:52 PM
4 de febrero de 2018, 12:52 PM

No era el primer vídeo de entrenamiento que colgaba en su cuenta de Instagram, en la que tiene algo más de 840.000 seguidores. Y, sin embargo, el que Anna Kournikova publicó esta semana generó decenas de titulares por todo el mundo. En unos celebraban su figura posparto, en otros no creían que pudiera estar así un mes después de dar a luz (para sorpresa de todos) a los mellizos que ha tenido con Enrique Iglesias, su pareja desde hace casi 17 años, la razón real por la que tanto la extenista como el cantante han vuelto a las páginas de los diarios que tanto han evitado.

La pregunta es ¿cómo han logrado estar tan lejos de los flashes durante sus casi dos décadas de relación? Él es uno de los cantantes más conocidos del mundo, solo en su cuenta Instagram tiene más de 12 millones de seguidores. Ella fue la tenista más buscada en Google en el cambio de siglo sin necesidad de ganar ni un gran título en solitario. Se conocieron en 2001 cuando Kournikova apareció en el videoclip Escape y tal y como se enamoraban en pantalla empezaron una relación que han vivido todo este tiempo alejada de la prensa, desde su isla privada en Miami.

Cuando se conocieron, Iglesias aún estaba lanzando su carrera internacional y la más famosa era ella. “No la conozco pero soy un gran fan. Es guapa, con talento, una gran tenista”, dijo de ella el cantante. Para entonces, Kournikova ya había llegado a la cumbre de su carrera profesional y estaba en caída debido a diversas lesiones que la alejaron de las pistas. Fue el gran misterio de aquel momento de grandes tenistas. Cogió una raqueta por primera vez con cinco años, a los 14 ya era una tenista profesional, a los 15 jugó su primer Grand Slam, pero en sus ocho años en las pistas, donde llegó a ser la número ocho del mundo, siempre se quedó a las puertas de los títulos individuales; solo alcanzó cuatro finales en 130 torneos. Su fuerte eran los dobles, una modalidad en la que ganó sus únicos dos títulos de Grand Slam, los Open de Australia de 1999 y 2002, ambos con Martina Hingis como compañera. Y ese fue su último título.

Al acabar la temporada de 2003, aquejada de una lesión de espalda, la tenista rusa anunciaba su retirada con 22 años. Pero las consecuencias de la fama aún las notaría durante años. Como cuando en 2005 un acosador se bañó desnudo delante de su casa. O en los contratos que ha seguido manteniendo con grandes marcas y que le han facilitado jugar de vez en cuando en partidos benéficos.

Aparte de eso, poco más ha hecho en público. Residir en Miami es una elección enfocada a vivir lejos de los focos de paparazis. Su casa con piscina, pista y embarcadero, del que salen a sus habituales paseos en barco, es su refugio y fortaleza. “Un día libre para mí es estar en casa en el sofá, viendo la tele con mi novia y mis dos mascotas”, dijo Enrique Iglesias el pasado noviembre. Él es el único por quien se conocen mínimos detalles de su vida en común. Kournikova apenas ha concedido entrevistas en los últimos años más allá de alguna aparición en televisión o alguna portada en revistas de deportes. En todas sabe que le acabarán preguntando lo mismo: cuándo se casa con Enrique Iglesias o si se han casado ya.

Los dos llevan jugando al despiste desde siempre. No salen a cenar ni de fiesta. En 2014, Julio Iglesias, padre del cantante, dijo que no la conocía. Y Enrique incluso ha llegado a afirmar que ya estaban divorciados. Ella es más directa sobre su falta de interés por celebrar una boda: “El matrimonio no es importante para mí”, ha dicho siempre. “No es fácil estar tanto tiempo juntos, pero yo le entiendo, él es la versión masculina de mí y yo soy la versión femenina de él”. “Anna es más discreta que yo”, ha afirmado Enrique Iglesias. Ambos lo son tanto que jamás han publicado una fotografía juntos en sus redes, o una imagen el uno del otro. Por eso cuando el pasado 16 de enero cada uno publicó una imagen con uno de los mellizos en sus respectivas cuentas de Instagram, los medios se volcaron: era la primera muestra de su vida privada en 17 años. Y ahora Kournikova vuelve a la fama que nunca quiso.