María José Vargas es casada y tiene una bebé y Natalia Méndez acaba de graduarse por excelencia de Derecho. El lado íntimo de las campeonas

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4 de septiembre de 2019, 4:00 AM
4 de septiembre de 2019, 4:00 AM

Una es rubia y la otra morena. La primera tiene grandes ojos verdes, mientras que los de la segunda parecen unos guapuruses. Con su porte y belleza bien podrían estar triunfando sobre una pasarela, pero ellas eligieron las canchas de ráquetbol para brillar.

Ellas son las deportistas Natalia Méndez y María José Vargas, las cruceñas que han logrado imponer su destreza dentro y fuera de nuestro país, sumando más de 30 medallas nacionales e internacionales cada una.

Aunque ambas figuran en la lista de deportistas de Argentina, ellas afirman que todos sus logros le pertenecen a la tierra que las vio nacer.

Esta semana llegaron desde México, donde obtuvieron el tercer lugar de la categoría dobles del Torneo Grand Slam, y dejaron de lado sus raquetas para revelarle a Sociales su lado más íntimo, ese que aflora cuando estas bellas chicas abandonan la cancha.

Natalia

Tiene 22 años y juega desde los nueve, cuando acompañaba a sus hermanos al Racquet Club Urbarí. “Desde entonces no paré más”, dice la rubia que ha participado en nueve campeonatos mundiales y obtuvo más de 30 medallas, entre las que destacan diez doradas.

“Me mantuve ocho años invicta en los torneos nacionales y gané siete medallas de oro en los mundiales y, gracias a esos antecedentes, en 2016, me llamaron para jugar en Argentina”, recuerda. Asegura que no la pensó dos veces y aceptó la propuesta.

“Sabía que no iba a tener oportunidades de seguir surgiendo en Bolivia. Quería ser una versión mejorada de mí y eso solo lo conseguiría fuera de nuestras fronteras”, afirma.

Natalia confiesa que su trabajo como deportista implica estar de viaje constantemente. Sin embargo, dice que ya está adaptada a vivir entre aviones y que se da modos para desarrollar su vida con normalidad.

Al menos una vez al mes sale de viaje al extranjero, pero Santa Cruz sigue siendo su ‘centro de operaciones’ y cuando regresa se dedica a compartir el tiempo con sus seres queridos y su preparación física.

Recientemente se graduó por excelencia en Derecho, en la Uagrm. Comparte su día entre ir al gimnasio, verse con amigos o salir de compras. “La ropa y los calzados deportivos son lo que más tengo en mi armario”, revela.

También cuenta que le gusta escuchar música y bailar, tanto así que en las reuniones familiares ella es la DJ. No se priva de las fiestas, aunque hasta para eso se rige por la disciplina.

Dice que su mayor hobby es ver series de Netflix, sobre todo cuando sale del país. “Paso la mayor parte de mi tiempo viajando y aprovecho cuando estoy en el avión para ponerme al día con mis series favoritas”.

¿Su corazón? Está muy bien y enamorado. Tiene una relación desde hace dos años y cinco meses con Nicolás Reyes, deportista reconocido de la calistenia. No habla de matrimonio, pero tampoco lo descarta.

De momento su prioridad es afianzar su carrera y lograr su meta: salir campeona mundial en el deporte de sus amores.

María José

Lleva la belleza en los genes, pues es hermana de la miss Bolivia Internacional 2010, Ximena Vargas, pero a ella nunca le interesaron las coronas.

Lo suyo era el deporte y lo supo desde los ocho años, cuando tomó una raqueta por primera vez y afirma que fue la mejor decisión de su vida. Hoy, con 26 años, ama tanto este oficio, que pese a estar casada y tener una hija de dos años, sigue esforzándose por perfeccionar su juego.

“La maternidad me dio la plenitud y la seguridad que necesitaba”, afirma María José, que ocupa el tercer lugar en el ranking mundial de ráquetbol en la categoría individual.

Vargas ha ganado múltiples medallas en competiciones internacionales y en más de 20 ocasiones ha estado entre los tres primeros lugares.

Afirma que la clave para rendir en la cancha y no descuidar su hogar es levantarse a las cinco de la mañana. “Ser organizada ha sido mi mejor fórmula”, dice la deportista, que no se atormenta por dejar a su hija en la guardería para ir a sus entrenamientos. “En las tardes trato de compensarla, pues me acompaña a todos lados”, relata.

Asegura que la parte más dura es cuando le toca viajar, aunque trata de llevar a su pequeña consigo si se trata de tramos cortos.

Pero cree que parte importante de su éxito es el apoyo de su esposo, Pablo Guardia. “Me apoya tanto que está construyendo una cancha en mi casa”, comparte la deportista, que también anhela ser la número uno a escala mundial